¿Sabías estos datos del Padre de la Patria y sus raíces en Pénjamo?
La infancia y raíces de Miguel Hidalgo están en Pénjamo, lugar donde nació y creó sus inquietudes por proteger a los más vulnerables
Manuel Arriaga
Pénjamo.- Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte y Villaseñor, mejor conocido como Miguel Hidalgo y Costilla, fue el hijo pródigo de Pénjamo.
Hijo de los administradores de una vieja hacienda, vivió las dos caras de la moneda que dejó la conquista: la bonanza para la clase media y la pobreza en la que vivían los esclavos. En Pénjamo se enseñó a montar a caballo y donde su madre le inculcó la música.
¿Qué pasó con el lugar de su nacimiento?
Hidalgo nació el 8 de mayo de 1753 en la hacienda de San Diego de Corralejo, Pénjamo, Guanajuato. De esa vieja hacienda sólo se conserva el templo, ahí están colocadas las placas conmemorativas a su natalicio. Además, de la casa de Hidalgo solo se mantiene en pie el marco de la puerta. En las ruinas de un muro reconstruido en 1979 reza la leyenda “este muro perteneció a la casa del Padre de la Patria”.
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Al centro de la Hacienda, destaca una enorme plaza donde se alza el monumento más importante de Hidalgo en Pénjamo. Este fue construido con un día de salario de los maestros del país adscritos al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.
Miguel Hidalgo, el segundo hijo del matrimonio confirmado por Don Cristóbal Hidalgo y Costilla y Ana María Gallaga Mandarte y Villaseñor. Su padre era administrador en la hacienda donde creció, ahí vio la miseria, el maltrato y el racismo con el que trataban a los esclavos, generalmente de raza negra.
Su interés en lograr un cambio
A los cuatro años, el penjamense conoció a una amiga inseparable de nombre Gertrudis, esta era hija de la servidumbre de la hacienda.
Miguel Hidalgo era un niño singular para la época, era amiguero, de plática amena y alegre, de ojos verdes y vivarachos, tenía la piel blanca y el pelo aterciopelado.
Miguel Hidalgo creció como todo un joven de rancho, salía a arriar las vacas, subía árboles y Montana a caballo. En la región se hablaba el otomí y purépecha, lenguas que llegó a dominar con gran destreza.
Logró aprender, a los nueve años de edad, de los secretos de los campesinos para las siembras. Además, sintió afinidad por los mestizos, sirvientes y esclavos al servicio de la hacienda.
Vivió entre dos mundos y por ello se encontró en una encrucijada. Por un lado su familia pertenecía a la bonanza de la clase media, mientras que a su alrededor veía la precariedad de indios y mestizos.
A los nueve años de edad, el pequeño Hidalgo enfrentó la muerte de su madre Ana María Gallaga, al dar a luz a su quinto hijo.
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Sus estudios
Tras esto, a los 12 años, su padre lo envió a la ciudad de Valladolid, hoy Morelia junto a su hermano Joaquín.
Ingresaron a estudiar en el colegio de San Francisco Javier fundados por los jesuitas, dónde recibieron enseñanza de gramática, filosofía y latín.
A los 15 años de edad, al joven lo inscribieron en el colegio de San Nicolás, donde lo apodaron “Zorro”, debido a sus habilidades y destrezas. Ahí se graduó de bachiller en letras, a los 20 años y aprovechando su capacidad suplió a varios de sus profesores cuando faltaban a clases.
Logró ser sinodal de exámenes en esta universidad, ahí estudia el italiano y el francés con lo cual se abre el mundo. Pero retorna a sus orígenes estudianto también el otomí y el tarasco.
Una carrera brillante
A los 25 años de edad, Miguel Hidalgo decide abrazar la carrera eclesiástica recibiendo sus órdenes sacerdotales. Cuando cumplió 26 años de edad, lo nombraron catedrático de gramática latina y teología escolástica.
A los 34 años de edad lo nombran tesorero del colegio de San Nicolás, donde tuvo un futuro brillante y meteórico como intelectual reconocido y de renombre.
A los 37 años llego a la cumbre de su carrera profesional. Le distinguen con el carácter de rector de la ilustre casa de estudios de Valladolid, el colegio de San Nicolás.
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Esto es solo un fragmento de la historia del cura Hidalgo, que inició la lucha de independencia que ahora celebramos. Tal como la logró documentar el cronista del municipio de Pénjamo, José Sergio Hernández Rodríguez, a lo largo de los últimos años.
El resto de su vida ya es historia, su lucha, sus ideales, sus batallas, sus triunfos y sus derrotas, han quedado enmarcados en los libros.
Todos lo recordarán como el Padre de la Patria, pero ese hombre tuvo su origen en las tierras de Pénjamo. Ahí forjó su carácter y sus inquietudes de cambio para los desprotegidos.
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LC