Sólo quedan ecos del Mercado República en León a 90 años de vida
Scarleth Pérez
León.- Pasillos sin aglomeraciones, palomas revoloteando de un lado a otro, el ruido es muy poco y los clientes y tenderos no llevan prisa. A casi 90 años de la actual edificación del Mercado República, el comercio en el lugar ya no es como en sus mejores años.
“Antes tenía que surtir más de 10 paquetes de frituras diarios, ahora apenas y me traigo dos. No siempre se venden”, dice María de la Luz Gutiérrez, de Botanas y Cueritos ‘La Mexicana’.
De los 204 locales que hay en el Mercado, 20 están cerrados, unos ocho corresponden a congelados ‘La Güera y Roberto’, otros 35 están conformados entre dos, tres y hasta cuatro espacios comerciales. Lamentablemente, muchos abren solo en fin de semana, lo que el resto de la semana las cortinas de la mitad de los locales, permanecen cerradas.
La percepción de decadencia, coinciden los comerciantes, llegó luego de la devaluación de 1994. María relaciona esa triste época con el presidente Ernesto Zedillo. Antes de ese año y desde su construcción actual, este mercado fue el punto de comercio número uno de León, ahí se encontraban los primeros locales de pieles de la ciudad zapatera.
La actual construcción data de 1934, dos años después se convirtió oficialmente en Mercado. Ya era un punto popular entre comerciantes.
Y con la pandemia, lo peor
En este 2021, las ventas están muy bajas y ni el festejo por el ‘Grito’ las levantó. Los clientes frecuentes dejaron de acudir, eran población de riesgo ante la decretada pandemia por covid-19.
“En este mercado los clientes eran adultos mayores, pero por la pandemia dejaron de salir a realizar sus compras y los jóvenes prefieren el supermercado; esos los ves llenos en la noche, y los mercados cerramos a más tardar a las 6 pm, no podemos competir”, relató María a Correo.
A diferencia de los centros comerciales, los locatarios del República aseguran ofrecer frutas y verduras frescas que no han sido congeladas ni procesadas químicamente. Lamentablemente, dice María, la gente se excusa diciendo que no hay estacionamiento, “y sí hay, hay tres, aquí alrededor, pero hay que pagar”.
De viva voz
Don Trino y Doña Angélica crecieron junto al Mercado República. Él llegó en 1931, ella, en 1948. Actualmente son los dos únicos comerciantes que aún sobreviven, junto al que fue el punto de venta más grande de la ciudad.
El señor de 95 años toda su vida fue carnicero y Doña Angélica, siempre vendió panecillos y comida. Esta es su historia:
Don Trino: el vocero de Santiago
En el año de 1931, mismo año en que se levantaron los muros del actual Mercado República, José Trinidad López Herrera, con apenas cinco años de edad, llegó a vivir a León —él es originario de la Unión de San Antonio—. Desde ese momento y hasta noviembre de 2020 su vida tuvo como escenario los pasillos del mercado.
Don Trino es el vocero del lugar cuando de historia se trata y todos en la zona lo conocen.
“Yo llegue de 5 años aquí; no había mercado. La Placita de Santiago era muy famosa; se llamaba así: Plaza de Santiago. Nada más había casitas bajando el puente, casitas de aquel lado y de este lado (refiriéndose a los costados del Río de los Gómez) y el Templo de Santiago”, narra, sentado en un sillón noventero, con mente lúcida y ojos alegres por compartir su historia.
La Placita de Santiago fue el primer punto de reunión y venta para quienes comerciaban pieles, ropas finas y todo tipo de alimentos en León: “todos acabábamos con todo lo que vendíamos y aquí se encontraban todos los productos para los zapateros”.
El cine Isabel y el Templo de Santiago eran el atractivo de la zona, donde los visitantes aprovechaban para comprar su mandado en el mercado. Don Trino recuerda que cuando llovía, “en las calles se hacía un lodazal” y que los únicos dos coches de cran que había se atascaban. Para el resto de la movilidad, sólo se usaban burros y caballos.
“Toda la gente del centro se venía para acá, no había eje, no había carros, solo estaba el Mercado de la Soledad, pero a la gente le daba miedo ir para allá, porque había sido panteón, y como ese mercado no tenía luz, la gente mejor se venía a la Placita de Santiago”.
90 años de historia
En el año de 1931 “se vendía nieve, aguas frescas —porque no había refrescos todavía—, leche, mucha sandía y melón, chivitas (palomitas) que les echaban cremita cuando abría el maicito, era una cosa preciosísima”, apunta Don Trino.
Años después, para 1946, Don Trino recuerda con tristeza a los comerciantes fallecidos en el fatídico 2 de enero, día que el pueblo se manifestó en contra de la que calificaron como imposición del presidente Ignacio Quiroz: “unas ocho personas de la zona murieron aquel día. Yo no participé, una amiga quería que la acompañara, trató de convencerme, pero por suerte no fui”, recordó.
En medio de una etapa próspera para el mercado, llegó la necesidad de construir una importante vía de acceso al pueblo, sin embargo, la creación del que conocemos como bulevar López Mateos, en ese momento “eje”, fue el parteaguas e inicio de una decadencia de la que los comerciantes no se han podido recuperar.
“Mucha gente murió con la construcción del eje. Las personas del otro lado tenían miedo de cruzarlo y poco a poco el mercado se fue quedando solo. A esta desgracia se le sumó el cierre de la Arena Isabel”.
A casi 90 años de historia, Don Trino compara el mercado con el panteón de San Sebastián: “los dos son espacios tristes y vacíos a los que le da miedo entrar”. Para él, que vivió toda su vida en ese lugar, le es difícil creer que ahora los locales vacíos estén por todos lados cuando en su mejor momento, se vieron obligados a cambiar la estructura original para ampliarlo.
Testimonio vivo
Si bien, Don Trino entregó su vida al comercio, encontró el tiempo necesario para rezar rosarios a quienes se lo pidieran. Además de escribir un sinnúmero de pensamientos, pasión que lo llevó a plasmarlos en pequeños libros y discos, que a sus 95 años aún regala gustoso.
Desde su casa, en la calle Baños en el Coecillo, con una mirada que ya no es clara y con muchas ganas de platicar su historia, Don Trino vive su retiro, mismo que empezó apenas en noviembre de 2020, cuando la visita diaria al que fue su negocio ‘Carnicería La Morena’ se complicó por motivos de pandemia.
Al recorrer los pasillos del mercado y en las pláticas con los comerciantes presentes, coinciden que la única persona que puede dar un verdadero testimonio de la historia del Mercado República es Don Trino.
Sobrevivir a la soledad
Panaderías ‘Don Toño’, de la familia Santoyo, es otro de los comercios que llegaron con el mercado y que aún continua. Al frente, Doña Angélica Santoyo de 81 años de edad, es el testimonio de su historia.
El abuelo de Doña Angélica, Don Toño, inició con la panadería gracias a la receta que su esposa le entregó. El pan lo hacían en un local de la calle República, pero lo vendían al interior del mercado, donde ocupaban tres locales, pero ahora sólo queda uno.
Con el paso del tiempo, el papá de Angélica tuvo que hacerse cargo de la panadería, pero la receta únicamente la tenía la familia de un tío abuelo, mismos que producen el pan que actualmente vende Doña Angélica.
Más tarde, la familia de Angélica resultó víctima del incendio registrado en 1985. La versión que manejan sobre el inicio del fuego apunta que se trató de intereses políticos, ya que el presidente municipal del momento, Antonio Torres, quería obligar a los vendedores de pieles a mudarse al recién construido mercado La Luz.
Doña Angélica concuerda con el resto de los compañeros: la soledad a la que sobrevive el mercado provoca que algunos días “no se paren ni las moscas, esto cada día está peor”, dice con el rostro lleno de nostalgia.
“Antes cerraban hasta las 10 de la noche, ahora son las 6:30 pm y ya están bajando las cortinas”.
Angélica con 81 años de edad y 73 de antigüedad en el mercado, ve hacía atrás lo fructífero que fue el comercio en el lugar. Ahora tiene claro que los buenos tiempos no volverán y que lo único que quedan son recuerdos.
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