Falleció el danzante peregrino…

Falleció el danzante peregrino …

Eliazar Velázquez

Victoria Gto.- Procedente del entonces Distrito Federal, a mediados de la década de los ochenta, un joven veinteañero de piel clara llegó a radicar a la comunidad de Cieneguilla, municipio de Victoria. El destino lo acercaba a raíces que no le eran ajenas, pues su familia originaria de la zona había emigrado a la capital del país en tiempos de los cristeros. Se llamaba Jorge Salgado Martínez, y pronto comenzaría un incesante peregrinar por las veredas de la Sierra Gorda, de la mano de su guía don Antelmo Ramírez, oriundo de esa misma localidad y precursor de las pesquisas en busca de pinturas rupestres, cuisillos, y saberes de los ancestros más lejanos que vivieron en estas montañas.

En esos años a la mayoría de los lugares de la serranía solo se llegaba a pie o caballo, en el caso de Xichú, por ejemplo, únicamente había un viejo autobús que salía a las cinco de la mañana a San Luis de la Paz en un recorrido de cuatro horas. Para poder realizar sentados ese viaje había que llegar de madrugada, en varias ocasiones a Jorge y sus amigos caminantes se les veía aguardando pacientes alrededor del camión, en el que regresarían a sus hogares luego de semanas explorando los cerros más distantes y recónditos.

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Pero desde esos primeros años de su retorno a la tierra a la que lo jaló su alma al modo de las varas de sauz con las que se busca agua y que cuando la encuentran se inclinan hacia el punto exacto, supo dar con los hombres y mujeres de conocimiento de la  región, y lo mismo trazó lazos de afecto con poetas como Guillermo Velázquez como  para ejercer su vocación por la danza conchera se acercó a don Sebastián López, o “papá Tan”, el ultimo patriarca de la danza quien desde la cristiada era el General de la Mesa de Danza Conchera de Pie de Sierra Gorda, con sede en Corralillos. Pronto se ganó su aceptación, y es que al transcurrir de los años fue confirmando la humildad, amor y respeto con que se acercaba a la cultura serrana particularmente a aquellas manifestaciones y rituales  más desprovistas de artificialidades o manoseos institucionales.

Durante casi cuatro décadas se convirtió en una especie de guardián de las más hondas tradiciones y particularmente de las que mantienen sus formas más sagradas y sensibles. Ejemplo de ello fue su perseverancia y postura de que danza y velación constituyen una misma ofrenda, un universo armónico. Desde esa entraña y convicción se le podía escuchar cantando y tocando su concha durante una noche entera en los climas más severos como los fríos invernales del Puerto de las Ánimas o la aridez  del Cerro Grande, y luego al siguiente día danzar horas bajo el sol inclemente con una fuerza misteriosa que solo podía provenir de su fe en la divinidad y de la claridad de su destino. Pero además, esos rasgos de vivir con la piel pegada a la tierra lo aplicaba a su persona y familia, su vida siempre fue muy austera y autogestiva. Para subsistir hacia pan o artesanías, que durante años periódicamente ofrecía en un tendido en el piso de los portales de San Luis de la Paz.

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Como una gota de agua que paciente se adentra en los pliegues del devenir, al trascurrir de los años Jorge Salgado se convirtió en una referencia muy trascendente de la cultura del noreste, no solo por los temazcales desbordados de energía que ofrecía en su vivienda, sino por su congruencia entre su modo de vivir y su misticismo. Además transpiraba ternura, por eso no es extraño que ante su partida muchos que lo conocieron lo describan como un hombre con alma de niño.

Mediante lo que en el lenguaje de la danza conchera se  denominan “conquistas”, que consiste en ir construyendo generosidades reciprocas entre comunidades, a lo largo del  tiempo cultivó poderosos lazos con muchos sitios, redes y estructuras de la devoción y la  danza en muchas regiones del país, todavía días antes de su muerte relataba emocionado que se preparaba para recibir a los voladores de Papantla. Y es que la trashumancia era uno de sus signos, acudía con el Santo Niño de Atocha en el  Estado de México, a la basílica de Guadalupe, con  el Señor del Sacromonte, con La mesa central de la Santa Cruz del Espíritu Santo del Cerro de Sangremal, a Cerro grande y la Virgen de los Remedios, a  Chalma en un caminar de quince días., a Nayarit con la virgen de la paz, a  Los cabos con el señor San José. Había trazado un  calendario íntimo de su peregrinar por múltiples santuarios de todo México y de algunos lugares de Estados Unidos:  

Su último peregrinar …

Este 2022 había cumplido 72 años, y aunque latía en su ser el dolor por su hijo Marvin, también danzante y laudero que murió en 2020, nada borraba su sonrisa ni menguaba su vitalidad, pero extasiado por su anual peregrinaje al volcán Iztaccíhuatl a donde acudía a  entregar una ofrenda de canto y frutos para agradecer un año más, le había comentado a  su esposa  e hijos su deseo de que el final lo encontrara danzando o en la montaña.

Todavía un jueves reciente se le vio en una escuela de San José Iturbide compartiendo a los alumnos su lectura de El Principito. Regresó a su casa alegre y contento. Al día siguiente, acompañado de una mujer danzante emprendió el anhelado camino a cumplir su visita al volcán. Abordaron un autobús conocido como los verdes rumbo a Querétaro, descendieron  en la  carretera 57 a la altura de un parque industrial, ahí con  un  letrero en  mano pidieron raite. Cercano el mediodía,  los levanto un trailero que transportaba toneladas de vidrio. Llegaron a la Ciudad de México atardeciendo, de inmediato se trasladaron a Amecameca, de donde al amanecer partieron rumbo al volcán. 

Una costumbre cotidiana de Jorge era cada mañana alimentarse de la energía del sol, durante varios minutos lo contemplaba inmóvil, eso hizo al ver los primeros rayos y a las ocho de la mañana comenzó el ascenso.

Eran alrededor de las dos de la tarde cuando le indicó a sus acompañantes que regresaría a un punto de descanso, quisieron esperarlo pero él  pidió continuaran. Conociendo su carácter fuerte atendieron su deseo. Minutos después, muy cerca de ahí fue encontrado en posición acostado, apacible, sereno, pero sin vida. La última imagen que registró desde su celular son laderas desnudas y nubes omnipotentes. Su corazón se había detenido.

Hacia algunas horas ya enfilado, se había detenido en un paraje a colocar su ofrenda y cantar la última alabanza que brotó en sus labios mediante la cual pedía permiso para ese peregrinar. En ella hablaba precisamente de las flores y del… corazón.

En estos días de luto ha sido despedido por un diluvio de cantos, danza, oraciones y afecto. En la capilla de Cieneguilla durante toda la misa entró por la ventana un rayo de sol que daba exactamente en su rostro e iluminaba el ataúd. Hasta el último instante fue un ser humano lleno de luz.

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LC