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Sacrificio y desigualdad en la tradición del tapete de tule en Acámbaro

En la Isla de Chanaco, la tradición del tejido de tapetes de tule es una fuente de sustento, pero las artesanas como Hilda Rojas luchan por un pago justo 
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Lourdes Juárez

Sacrificio y desigualdad en la tradición del tapete de tule en Acámbaro Sacrificio y desigualdad en la tradición del tapete de tule en Acámbaro

Acámbaro, Guanajuato.– Hilda Rojas Flores pasa más de 4 horas diarias sentada o arrodillada en el piso para trabajar el tule, material que obtiene del lago de Cuitzeo. El junco, como también se le conoce al tule en la Isla de Chanaco, lugar de donde es originaria, lo aprendió a trabajar desde muy pequeña, cuando su abuelita le pedía que le ayudara a tejer los tapetes.

Al vivir en medio del vaso de agua de Cuitzeo, la mayoría de sus habitantes se dedican a la pesca y, en tiempos de veda, a elaborar tapetes con el tule, materia prima que obtienen del lago. El proceso para la elaboración de los petates comienza con el corte del junco, el cual se deja secar para poder trabajarlo en las artesanías que se realizan con este material.

 
En la Isla de Chanaco, la tradición del tejido de tapetes de tule es una fuente de sustento, pero las artesanas como Hilda Rojas luchan por un pago justo. 

En el caso de las personas que viven en la Isla, solo elaboran tapetes que llevan a vender a la comunidad de Iramuco, a 75 pesos cada uno, para que quienes los compran los ofrezcan a turistas u otras personas a precios de hasta 300 o 400 pesos por tapete, siendo los acaparadores quienes logran obtener mayores ganancias con el trabajo de las artesanas.

Hilda elabora un tapete en dos o tres días. “Ya que está seco el junco, lo doblo a la mitad. Teniendo una buena cantidad, mojo una parte para comenzar a tejer el tapete. El proceso inicia desde el centro, y con una piedra se va golpeando lo tejido para que se doble bien. Todo el proceso debe hacerse sentada en el piso o arrodillada. Por eso es que solo dedico cuatro horas al día, ya que es muy cansado”.

 
Hilda elabora un tapete en dos o tres días.

Según Hilda, después de un tiempo de estar sentada, comienzan a dolerle las rodillas, la espalda, y sus manos le arden, ya que el tule corta e irrita al momento de tejer. Cuando termina de elaborar varios tapetes, los lleva a ofrecer a un revendedor, quien le paga 75 pesos por cada uno. Al cuestionarle si considera justo el pago por su trabajo, menciona: “Es dinero que nos sirve para comprar algunos insumos para la casa. Es cansada la elaboración del tapete, pero es lo más que nos dan por ellos”.

Cada tapete es elaborado con paciencia, destreza y conocimiento de técnicas heredadas por generaciones. Sin embargo, pese al esfuerzo y la dedicación de las artesanas, los precios que reciben por sus productos son considerablemente bajos, lo que pone en riesgo tanto la viabilidad económica de sus familias como la continuidad de esta tradición.



 

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