‘Santa sepultura’: transforman el dolor y el miedo en una ceremonia de recuerdos
Staff Correo
Guanajuato.- La muerte es ese momento del ser humano que marca a los seres queridos que nos rodean y que muchas veces llega con una carga contundente de dolor y miedo. Gracias a personas que ponen en su labor dedicación, entereza y cariño es que el proceso puede resultar más acogedor para quienes atraviesan esta lamentable, pero natural situación.
Ejemplo de ello son Luis Manuel y Juan Antonio, sepulturero y embalsamador, respectivamente, quienes después de varios años de dedicarse a sus labores recuerdan sus inicios y el porqué de su importante trabajo.
Hacer del dolor una conexión
Otro ejemplo de esta ardua labor es Juan Antonio Mercado Díaz, técnico embalsamador de Irapuato desde hace 12 años y egresado de la Universidad de Coahuila.
Desde su adolescencia Juan Antonio se relacionó con la pérdida de la vida y el dolor que representa. Su padre era encargado de una agencia funeraria, pero tras el fallecimiento de su padre, se dedicó de lleno a esta actividad.
“Es complicado desde el punto de vista de las creencias. Cuando somos niños nos enseñan a tenerle miedo a la muerte o a los muertos. Ya desde que uno cambia un poquito el enfoque y lo ve desde el lado de vista humano, mi trabajo es ayudar a las personas fallecidas, dar la tranquilidad a las familias, para que vean tranquilo a su ser querido en un ataúd”.
Su trabajo no es nada sencillo, pues no sólo arregla los cuerpos de difuntos, sino que también les brinda un trato digno para cambiar desde su expresión facial y otorgar un poco de tranquilidad a los seres queridos que lo despedirán.
El proceso de embalsamamiento es largo, si se trata de una persona que perdió la vida por motivos naturales puede ser de hasta dos horas y media, pero cuando son personas que fueron sometidas a autopsia, el proceso se prolonga hasta 5 horas.
Mercado Díaz explicó que el proceso inicia con la inyección arterial, es decir, reemplazar la sangre por químicos a base de formaldehído y de otras sustancias que incluyen relajantes musculares, tintas para regresar el color en la piel y humectantes.
“Usamos un proyector que también se conoce como acondicionador arterial, nos va a ayudar a remover todo lo que son coágulos, desinfectar todo el torrente sanguíneo y le va a quitar el rigor mortis. También aprovechamos para acomodarle sus manos y su cara porque por lo regular los cuerpos vienen como con una marca de cansancio, de dolor, entonces se les da un masaje para estar estimulando los vasos sanguíneos y también relajar las expresiones de dolor de la cara”.
Hablar con los muertos
Durante el proceso con las prendas que facilitaron los familiares, Juan Antonio intenta conocer la personalidad que en vida tuvo a quien va a embalsamar, aunque también está atento a las peticiones de última hora, pues ya hay agencias funerarias que en sus servicios incluyen formatos del maquillaje e incluso perfumes o esencias que los familiares de los difuntos desean.
Por ello, Juan Antonio no sólo obtuvo su certificado de la Universidad de Coahuila, también tomó un curso de maquillaje profesional es un Instituto de belleza.
“Hablar con los muertos es una situación metafórica, es entender más o menos la personalidad que tenía en vida, si se arreglaba la barba, si es una mujer, qué tanto se maquillaba, cómo se arreglaba el cabello… y con base en eso vamos logrando una armonía. No es que te pongas a platicar con los muertos, el cuerpo te va diciendo cuánto químico les pongas y en qué cantidad”.
Juan Antonio recordó uno de sus primeros embalsamamientos, se trataba de un bebé, en el que se esmeró para que simulara que estaba dormido. La abuela del bebé al verlo en el féretro lo sacó y cargó.
“Es donde ves la nobleza del trabajo cuando lo realizas con profesionalismo y con mucha pasión. El poder tener esa facultad para puedan estar conviviendo todavía con sus seres queridos… Son situaciones muy dolorosas, son experiencias que pues sí a lo mejor te tumban 2 o 3 días”.
En el transcurso de estos 12 años, Juan Antonio ha atendido las peticiones de sus clientes, como maquillar a un difunto como payaso que era el oficio que realizaba en vida, o acomodar sotanas y hábitos religiosos de sacerdotes y monjas.
La pandemia por Covid-19 también provocó estragos económicos en su negocio, porque tuvo pérdidas de hasta el 75%. Aunque desde hace 5 años, con el aumento de hechos violentos, sus jornadas se intensificaron: en un solo día ha llegado a embalsamar hasta 25 cuerpos.
(Nancy Venegas)
Con el miedo a cuestas
Luis Manuel es un joven sepulturero que labora en el panteón de San José Iturbide. Después de más de 5 años de labores relató que las situaciones que le han marcado al efectuar su trabajo son aquellas como encontrar cuerpos que después de 20 o 25 años de fallecidos estén sin descomposición, ‘completos’, con uñas y cabello, pero también el encontrar muñecos ‘vudú’, partes de animales muertos y, últimamente, monedas ocultas debajo de los floreros.
Dentro de los trabajos que efectúa es el enterrar a los difuntos y recuperar los restos de las personas fallecidas. De ellos, especialmente de los cuerpos que han llegado de los Estados Unidos, contó que “al estar bien preparados”, los ha visto completos y “hasta parecen momias”.
“Muchas ocasiones los hemos encontrado todavía con sus uñas y cabello entero. Las primeras veces me provocaba mucho miedo y pánico al estar solo porque se van los demás y uno tiene que hacer ese trabajo, pero después que esta hecho como momia da asco que lo miraste y te quedas sin ganas de comer unas tres semanas”, resaltó.
En el mismo sentido, indicó que también en ocasiones al efectuar su trabajo, las tumbas colapsan al estar mal hechas, por lo que al escavar ha llegado a caer hasta un metro de altura.
“Incluso he encontrado en las tumbas muñecos vudú o pedazos de animales, pero últimamente monedas”, compartió y dijo que las halla debajo de los floreros al interior de una botella con denominaciones de 10 o 5 pesos y pueden ser entre nueve o diez.
Luis Manuel también explicó que después de 5 años de ser sepulturero todavía siente miedo, a pesar de estar acostumbrado.
El trabajo aumenta para el 1 y 2 de noviembre ante la vistas de familiares de los fallecidos. Las tumbas están por lo general abandonadas y se realizan trabajos de pintura, lápidas, entre otras cosas más, como la exhumación de restos.
(Enrique Pérez)
ac