El nacimiento de una leyenda
Juana Adriana Rocha
Guanajuato.- Antiguas culturas practicaban rituales relacionados con los dientes de los niños: los tiraban, quemaban o daban entre los alimentos a los animales.
Se pensaba que así los protegían de malos espíritus y tendrían buena suerte de por vida. Los guerreros nórdicos compraban dientes de bebés y los usaban como amuleto durante sus batallas.
Lejos de estas extrañas creencias, sobrevive hasta nuestros días la costumbre de dejar bajo la almohada los dientes de leche, para recibir la visita de un hada que los cambia por dinero o regalos.
Ese 22 de agosto es el día de este peculiar personaje, cuyos orígenes aquí presentamos.
Había una vez…
En 1697 se publicó en Francia el cuento ‘El pequeño y noble ratón’, de Madame D’Aulnoy, que narra la historia de un roedor que intercambia dientes por dinero, escabulléndose en las habitaciones de los chicos por las noches.
Así surgió esta figura, tan conocida como el hada en otros países. En España le llaman ‘Ratoncito Pérez’. En 1894, en Madrid, Luis Coloma escribió un libro sobre este personaje, como un regalo para el rey Alfonso VIII, que en ese entonces tenía ocho años. La tradición se extendió a México y los países hispanoamericanos.
El mito revive
En 1927, Esther Watkins Arnold presentó al mundo su obra teatral ‘El hada de los dientes’. La historia se dio a conocer en Estados Unidos. En 1949, luego de la Segunda Guerra Mundial, Lee Rogow publicó un cuento corto con el mismo nombre, y fue a partir de ese momento que el mítico personaje ganó popularidad en el país y a la fecha es tan esperada como Santa Claus en Navidad.
Diferentes presentaciones
En las diversas regiones del mundo esta leyenda se adaptó al color local. Los países hispanohablantes tienen a su Ratón Pérez. Irlanda e Italia cuentan con un duende que sustituye las piezas dentales por obsequios.
El personaje italiano se llama Fatina. Una extraña criatura mitad ratón mitad hada cumple la misión en Escocia, mientras en Europa trabaja un hada de cabello azul. Los niños asiáticos lanzan sus dientes al tejado mientras piden un deseo. Algo semejante hacen en Jordania, Palestina y Egipto, donde dejan que el viento los lleve lejos.
dm