Ahora la guerra va a Coahuila
En la tierra de Madero y de Carranza, Coahuila, comenzaron este fin de semana las escaramuzas y avanzadas de una guerra electoral para la que falta exactamente un año. Hasta los municipios de Saltillo y de Francisco I. Madero llegaron los ejércitos del PRI y de Morena que se disputarán la gubernatura y el control político de este estado, que ha sido hasta ahora un bastión histórico del priismo y en el que nunca ha gobernado un partido distinto, en los próximos comicios del 4 de junio de 2023.
Esta primera batalla, en la que solo hubo escarceos, arengas y presentación de aspirantes, la ganó el PRI, si se le ve por el músculo de fuerza enseñado. El sábado, los priistas, con el gobernador Miguel Riquelme al frente y el líder nacional del tricolor, Alejandro Moreno Cárdenas, enseñaron el músculo al reunir a 35 mil militantes en la 38 Reunión del Consejo Político Estatal en la capital coahuilense. Con el pretexto de tomar protesta a los nuevos comités municipales, el mandatario estatal aprovechó para lanzar el grito de guerra para que lo oigan hasta Palacio Nacional: “En Coahuila no vamos a negociar ni a jugar con el futuro de nuestro estado. Le vamos a ganar al partido de las corcholatas. Le vamos a ganar a Morena a la buena, al tú por tú, con las estrictas reglas de la democracia”, dijo Riquelme ante el priismo de su estado.
Mientras tanto el domingo en el municipio de Francisco I. Madero, donde gobierna un alcalde de su partido, Morena llevó a cabo su “Encuentro de Unidad”, en el que apenas reunieron a 5 mil personas, aunque la nota se la llevaron otra vez “las corcholatas” presidenciales que asistieron de nuevo a lanzar arengas y discursos en favor de la unidad partidista y a favor de “que siga la transformación” del presidente López Obrador. Esta vez asistieron Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López y, a diferencia de lo que pasó en Toluca, esta vez sí invitaron a Ricardo Monreal que fue subido al podium y pudo hablar como las otras corcholatas. Marcelo Ebrard esta vez estuvo ausente por estar positivo de Covid19.
De los aspirantes morenistas a gobernador de Coahuila se vio en el evento al senador Armando Guadiana, que encabeza la mayoría de los sondeos, y al subsecretario de Seguridad, Ricardo Mejía Berdeja, quien busca también la postulación, y el diputado Luis Fernando Salazar, este último expanista que llegó a Morena de la mano de Mario Delgado. En el caso del PRI, el candidato más visible hasta ahora, y que también estuvo en el Consejo Político del sábado en Saltillo, fue el exalcalde de esa ciudad y actual secretario de Desarrollo e Inclusión del gobierno estatal, Manolo Jiménez; aunque la realidad es que la candidatura de Coahuila está sujeta a los acuerdos que tome la Alianza Va Por México; y dependiendo de lo que suceda en el Estado de México, si la candidata o candidato es priista, en la elección coahuilense podría corresponderle al PAN la nominación.
Por lo pronto el fin de semana en los eventos tanto del PRI como de Morena se hicieron sonar los tambores de guerra. Mientras el gobernador Riquelme decía que no negociará y que van a derrotar al morenismo, con todo y sus programas sociales, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, aseguró que en junio de 2023 Coahuila “va a hacer historia y va a dejar atrás la terrible historia del robo de los recursos públicos, la terrible historia de la represión como forma de gobierno y que no haya democracia ni se respete el voto”.
Pero el tono bélico no sólo fue entre los partidos, sino también se escuchó en forma de indirectas en el evento morenista, donde Ricardo Monreal, en su discurso, pidió “reglas claras y consensuadas con la militancia para elegir a los dirigentes y candidatos de Morena” y habló de “mecanismos claros, en igualdad de circunstancias, piso parejo, para que la gente sea la que decida”. Y apenas había terminado de hablar Monreal, el secretario de Gobernación, Adán Augusto, le respondió en su discurso: “Decirles que aquí no es un asunto de sumisión o de rebeldía, es un asunto de entender lo que significa la Cuarta Transformación de la Patria y estar solidarios acompañando a Andrés Manuel López Obrador”.
Es decir, que a Monreal lo incluyeron en el evento y hasta le dieron trato de “corcholata” oficial, pero ahí estaba Adán Augusto para vigilar al zacatecano que retomó el mismo discurso del ausente Marcelo Ebrard, quien en Toluca ya había advertido que “la unidad solo es posible con respeto y con piso parejo”. Lo curioso es que aquel domingo 12 de junio en la capital mexiquense el secretario de Gobernación no le respondió nada al discurso de Ebrard, como sí lo hizo esta vez al senador zacatecano, que fue el más aguerrido de los tres en las arengas y en su discurso de pedir piso parejo y reglas claras para las elecciones internas.
En fin, que en Morena por más que se esfuerzan en demostrar “unidad” en sus encuentros, tanto en el Estado de México como ayer en Coahuila, la realidad es que esa unidad es nada más de palabra. Basta ver las caras de las “corcholatas” cuando se están escuchando unas a otras; la de Sheinbaum cuando habla Ebrard o Monreal, o la de estos dos cuando la de la voz es la jefa de Gobierno o el secretario de Gobernación. Llegado el momento de las definiciones, cuando el dedo de Palacio Nacional se meta en la encuesta y apunte a la o él ungido, difícilmente aguantará la fingida “unidad” morenista y el escenario de una ruptura se percibe hoy en el ambiente interno del partido oficial.
Lee también: Incluyen a Monreal entre ‘las corcholatas’; Morena pide que no echen ‘tanto brinco’
NOTAS INDISCRETAS… En el discurso que dio, en calidad de padre enojado e indignado por los ataques en redes sociales al sobrepeso de su hijo menor, el presidente López Obrador tuvo dos momentos significativos: el primero, cuando se queja y llama “cobardes” a quienes se burlan de su hijo y dice que “el problema es conmigo, no es con él”, mientras se toca el pecho en señal de reto, y el segundo cuando dice que “hasta en las verdaderas mafias se respeta a la familia”.
Sin duda es entendible el coraje y la indignación del presidente, ante las burlas y ataques de las que fue objeto su hijo. Cualquier padre reaccionaría de ese modo si le “bullean” a su hijo. Claro que además de hacer su reclamo en un evento público, el presidente aprovechó también para llevar el tema a su discurso de polarización y propaganda política, al culpar, sin mostrar ningún elemento probatorio, a sus adversarios y opositores de la campaña contra su hijo en las redes sociales, y afirmar que “están desesperados porque no pueden, porque ellos no le tienen amor al pueblo”. Habría que decir de entrada que ningún ataque, burla o exhibición de un menor de edad, en este caso de un adolescente de 15 años, es justificado ni debe ser validado bajo ningún argumento y mucho menos uno político. Se equivocan vergonzosamente y se exhiben ellos mismos los que piensan que burlándose de un menor están haciendo activismo político, criticando o afectando a un gobierno.
Pero también es obligado señalar que López Obrador no es ni el primero ni el último presidente cuyos hijos son expuestos al rumor, a la burla y al escarnio público. A casi todos los presidentes les ha tocado que se metan con sus familias y, en particular con sus hijos, claro que no necesariamente menores de edad. A los hijos de Salinas, de Zedillo, de Fox, de Calderón o de Peña Nieto, por mencionar solo a los últimos presidentes, siempre fueron objeto de burlas, chistes, rumores y publicaciones en columnas. La diferencia hoy es que las redes sociales potencian y vuelven mucho más agresivo y doloroso el efecto de esas burlas y ataques, sobre todo cuando en este caso se trata de un adolescente cuya fragilidad mental y emocional se puede ver severamente dañada por ese tipo de ataques cibernéticos.
Hay estadísticas oficiales de suicidio que prueban lo peligroso, doloroso y dañino que puede ser para cualquier niño o adolescente un bullying en las redes sociales. Por eso no se puede justificar, bajo ninguna lógica, lo que le hacen a Jesús Ernesto López Gutiérrez, ni a él ni a ningún menor. Y se entiende perfectamente la reacción del presidente, salvo por una cosa, su discurso de polarización, ataques y hasta burlas en las mañaneras, tampoco contribuye a los códigos más saludables y respetuosos de la vida política. Tal vez en eso sí tendría que reflexionar el presidente…
Por cierto, que la última frase, donde López Obrador, alude a los códigos de las “mafias verdaderas” y pide no meterse con la familia, fue utilizada ayer por Luis Felipe Calderón Zavala, hijo del expresidente Calderón y de la diputada Margarita Zavala. En su cuenta de Instagram, el joven de 22 años, le dice a AMLO: “Señor presidente, no celebro las burlas hacia su hijo, pero vuelve usted a caer en el cinismo. Parece que se le olvidó que utilizó recursos e instituciones del Estado para calumniarme en cadena nacional, en un pobre intento de intimidación a mis padres. ¡No sea hipócrita! Por cierto, ojalá así se sensibilizara con los padres de los niños con cáncer que usted dejó sin medicinas”. Como diría el mismo presidente: “Eso sí calienta”…
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JRP