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Besar la democracia

Opinión

Cecilia Durán Mena - Las ventanas

Cecilia Durán Mena

En la infancia, tuve una vecina que llegó a México el 13 de junio de 1939 en el buque Sinaia acompañada de otros mil seiscientos refugiados españoles, combatientes en la Guerra Civil española. Vinieron huyendo del autoritarismo abrazados del sueño de la democracia. Ella nos contaba que hubo un tiempo en el que, durante la guerra, no tenían mucho que comer y acostumbraban a besar el pan porque en España hay la práctica de besar aquello que es escaso y sagrado. Recuerdo que ella misma me decía que para aquellos que no tenían fe, la democracia era su fuente de fervor. ¿Dónde se besa la democracia?

En los tiempos que corren, la democracia nos resulta un atributo del que todos hablan, al que muchos apelan y del que sus supuestos paladines abusan. Esta reflexión se me viene a la mente porque la revista Proceso publica en su número 2413 un artículo en el que se nos narra cómo, cobijado por el ultraconservadurismo internacional, Felipe Calderón y otros ultraconservadores como Mario Vargas Llosa, Enrique Krauze, Ernesto Zedillo, Carmen Iglesias Ana Palacio y otras celebridades comandadas por José María Aznar han hecho caer la democracia en América Latina.

Al leer el artículo nos enteramos de cómo se han movido los hilos de redes de poder a través de Think Tanks de la derecha mundial para promover los valores del neoliberalismo, el libre mercado, la defensa de la libertad personal. Usaron sus influencias y recursos para intervenir por medio de redes sociales que han ido creando planos de vínculos entre grupos de interés. Es decir, se han puesto en marcha estrategias para que las campañas electorales vayan marcadas de mensajes de odio contra los adversarios, que buscan resaltar las diferencias y marcarlas para dividir y echan mano de trols y bots replicando lo mismo que hizo Steve Bannon en el escándalo de Cambridge Analytica.

Al parecer, los muy malvados, hicieron uso indebido de información de usuarios de Facebook, en campañas en las que se enarbolan como defensores de los más altos valores, paladines de las mejores virtudes y luchadores en contra de adversarios que buscan quitarle a los ciudadanos aquello que es suyo y que nada más a ellos les pertenece. En medio de ese enjambre ruidoso, se engaña al público elector y se manipula el voto. Sin duda, de ser cierto, esas prácticas son deleznables.

El problema es que ahora, todos recurren a ese tipo de prácticas. Ni modo que ahora unos se hagan los inocentes y se escandalicen de lo que hacen los de enfrente si ellos hacen lo mismo. Los que lanzan la primera piedra tienen que esconder el mano rapidito porque los pueden agarrar en la misma jugada. Los trols y bots los usan a diestra y siniestra, los de arriba y los de abajo, los de la derecha y los de la izquierda. Esos discursos de odio, en los que mis adversarios son un peligro del que nos tenemos que cuidar antes de que nos muerdan y nos arranquen los brazos los hemos escuchado, al menos en México, pronunciados por muchos personajes, algunos con más elegancia que otros, unos más moderados y otros más furiosos, pero ya los hemos escuchado. Ya no deberían de asustarnos esas revelaciones ni sorprendernos esas prácticas.

El hilo conductor de estos discursos es que todos se enrollan en la bandera de la defensa de la democracia, se lanzan del quicio de la banqueta y se auto-etiquetan como los súper héroes que están ahí para ampararnos de los malvados enemigos. ¿Quiénes son esos malvados enemigos? Los otros, los que no son de mi equipo. Discursos, palestras, libros van y vienen. Me temo que la democracia está siendo vilipendiada por todos, resguardada por nadie, presumida por doquier pero como sucedió en tiempos de Cicerón, la retórica de cada personaje sirve para ocultar sus propios intereses.

El juego democrático parece estar divirtiendo a muchos participantes que brincan de un color al otro sin sofocarse y sin hacerse ningún tipo de cuestionamientos. Las prácticas de un lado y del otro son iguales. Unos y otros sonríen con esas caras de plástico y se frotan las manos al contemplar el botín que esperan.

Las elecciones del pueblo no se respetan; las decisiones populares no se toman en cuenta; los cambios necesarios no llegan. El rumor de lo que los electores están exigiendo: seguridad, alto a la violencia, paz, trabajo, vida honesta se desoye y se nos responde con demagogia, con fórmulas mágicas que no funcionan ni van a funcionar para luego lavarse las manos y echarle la culpa al que puedan. Si la democracia es sagrada, ¿dónde se besa a este símbolo?

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