Club 27
Ser parte de un grupo es una necesidad natural de nuestra especie.
Desde los principios de la humanidad la capacidad de unirse con un objetivo específico ha asegurado que sus miembros alcancen los beneficios en menor tiempo, construyendo de esta manera los cimientos de la sociedad.
Ya fuera para cazar y poder alimentarse o para vencer a la tribu vecina y así ampliar su territorio, las agrupaciones de nuestros antepasados primitivos ayudaron a construir mecanismos sociales que posteriormente darían paso a las aldeas, pueblos y ciudades.
El trabajo en comunidad siempre ha sido fundamental para lograr sobrevivir y poco a poco, conforme la civilización fue avanzando, permitió que la integración de grupos tuviera objetivos menos formales o necesarios, abriendo posibilidades para la reflexión cómo los espacios de los pensadores griegos, para encontrar musas e inspiración en las noches de bohemia en el París impresionista o simple para camaradería rodeada de alcohol y comida, cómo en el club de la taberna Mermaid en Bread Street, en el cual dicen que eran miembros William Shakespeare y Walter Raleigh.
Así los clubs han formado parte de la sociedad moderna para establecer en ellos un espacio seguro donde sus miembros pueden dar rienda suelta a sus afinidades y construir identidad.
Sin embargo no todos los clubs o asociaciones generan beneficio para sus miembros, a pesar de ser en algunas situaciones extremadamente exclusivos.
Este es el caso del Club 27, agrupación ficticia construida en el colectivo imaginario por la tragedia que rodea a algunos pocos elegidos que han conformado la leyenda de este Club.
Se dice que son miembros del Club 27 aquellos famosos —principalmente músicos— que han fallecido a la edad de 27 años. Y no son pocos los que tienen el lúgubre privilegio de la membresía, siendo una coincidente calamidad que ha sido cuestionada incluso por la ciencia. La realidad es que tiene más relación con la fama que con la edad, vinculando tal vez algunos excesos característicos del entorno y de otras consecuencias derivadas de la fama cómo la soledad y el aislamiento.
Sin ser limitativo al género, los músicos son los que principalmente integran la lista de decenas de personas que han muerto a esta edad, siendo el más antiguo el compositor de Blues Robert Johnson en los años treinta y el más reciente suicidio de Amy Winehose en 2011.
Pero sin duda existen otros famosos artistas que en su corta carrera alcanzaron a llevarse un trozo de historia musical, y que con tan solo dos años de diferencia entre sus muertes, causaron controversia y fascinación incluso en el momento de su partida. Este es el caso del fundador de los Rolling Stones Brian Jones, de Jimmy Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison; todos fallecidos entre 1969 y 1971 y todos de 27 años.
Es por Curt Cubain y su muerte en 1994 que esta coincidente tragedia acuñó el nivel de exclusivo club en la mente de los fans, cuando al perder la vida recordó las trágicas muertes de los rockeros caídos en los setentas.
La realidad es que los estudios que se han realizado no validan que la edad de 27 años tenga un mayor riesgo de muerte o algo por el estilo. Pero si se ha vinculado a la fama con un mayor riesgo de muerte por tantos personajes famosos que han perdido la vida a edad temprana. La relación del alcohol y las drogas con el mundo en el que se desenvuelven las estrellas fugaces mencionadas es el factor que le da a la vida del músico el nivel de actividad de alto riesgo. Y si además le agregamos que la cima es un lugar solitario especialmente para espíritus sensibles —cómo el del artista— es cuando la soledad y tristeza llegan a ser una carga insoportable para algunos.
El melancólico momento de partida da un tinte de misterio a la vida y aporte de todos estos musicos , pero es indiscutible que la luz que generaron durante su corta carrera es la que les ha dado acceso a un club de mayor prestigio, el club que los hace inmortales en ese espacio del corazón de sus seguidores, dónde su música sigue vibrando y manteniendo con vida a estas estrellas fugaces para siempre.