Como en 1985 y sin la reina
Se les advirtió del peligro y no hicieron caso. Claro, es odioso escuchar que te digan: te lo dije. Lo cierto es que se les apercibió sobre los riesgos que tendrían al separarse de la zona Euro y en un acto de arrogancia y frivolidad, la Gran Bretaña decidió apartarse de Europa y seguir su propio camino de separación. Hoy, la libra esterlina está a niveles tan bajos como los que registró en 1985, el plan económico de la primera ministra Liz Truss se retiró a unas semanas de haberlo propuesto. La turbulencia, el ruido y la furia que se provocó por la crisis financiera ya le costó la cabeza política al Jefe del Tesoro británico y a la propia señora Truss.
El liderazgo de la última premier que recibió la Reina Isabel II pendió de un hilo y ya se sabe que la cadena se rompe por el eslabón más débil. A su favor, hay que decir que ella no comenzó esta crisis, lo malo es que ella en vez de controlarla, la agravó. Es cierto que desde que el Reino Unido decidió separarse de Europa se ha desatado una historia de terror tras otra. La frivolidad mostrada por los dirigentes del gobierno británico ha hecho que los ciudadanos se sientan como ratones de laboratorio con los que se experimenta para ver cómo reaccionan con una economía que se cierra al libre mercado. Se juega con la esperanza de las personas, se hacen promesas que no se podrán cumplir, se pintan escenarios maravillosos que sólo existen en las mentes de quienes las imaginan y la realidad las rompe en mil pedazos.
Claro que hay sociedades que aguantan más que otras, pueblos que ante la evidencia, en vez de soportar y seguir creyendo y aprobando el deterioro, salen a reclamar. Pues en Gran Bretaña, las reacciones ya se hicieron notar y las consecuencias están a la vista de quienes las quieran observar. Las promesas que se hicieron desde Downing Street nos suenan familiares: recorte de impuestos, reducción de la burocracia, estímulos para el crecimiento económico. Las realidades son muy distintas: no hay crecimiento, el tipo de cambio de la libra esterlina está en niveles como los que alcanzó en las crisis de hace treinta y siete años.
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Es que las promesas con intenciones políticas que son irresponsables e inflaman las esperanzas de la gente sin tener sustento van cargadas de tanta imprudencia y frivolidad que raya en la tontería. Uno se pregunta cómo en medio de una conmoción económica provocada por la pandemia y la guerra de Ucrania los británicos podrán salir adelante en aislamiento. Ya sé que nadie pudo haber previsto lo que venía y que las circunstancias de la separación eran muy diferentes a las que vivimos en la actualidad. También hay quienes digan con razón que la integración a un bloque económico no les resolvería todos los problemas que hoy enfrentan, es verdad. Pero en conjunto se podrían solucionar los temas y tomar caminos de solución. No hay forma de ocultar que el euro también está en crisis, como lo están todas las monedas fuertes en el mundo. Pero el deterioro de la economía británica.
A veces nos hace falta memoria. En ocasiones nos dejamos ilusionar por las esperanzas que nos infunden las propuestas sin parar a analizar las pocas posibilidades que tienen de ser ciertas. En Gran Bretaña, creyeron esas visiones optimistas que le untan miel en la oreja a los votantes. Creyeron que solos podrían, que alejarse de la zona Euro los llenaría de potencia, que aislarse del mundo les daría una vida mejor. El problema es que la realidad rompe con todas las tonterías que no tienen sustento. En los primeros días de gestión de Liz Truss, además de que se murió la reina y los problemas estallaron como fuegos artificiales.
El rey Carlos III aceptó la renuncia de su primera ministra después de cuarenta y cinco días de estar en el cargo. Va a continuar en el puesto hasta que se elija un nuevo líder del partido y eso puede ocurrir muy pronto. Tal vez, a petición de los líderes de los otros partidos se convoque a elecciones. Las lecciones que nos llegan desde el otro lado del Atlántico son importantes. Hay que respetar a nuestros socios comerciales y apreciar los beneficios de estar en una zona de libre comercio.
La globalización trae sacrificios, no todo es miel sobre hojuelas. Nada lo es. Pero, al analizar, los beneficios son más altos que los perjuicios. Que los prejuicios no nos ganen. Ahora, los pobres británicos están como en 1985 y sin la reina.
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JRP