Con esperanza y con miedo
La vida en el mundo transcurre entre el miedo y la esperanza. La combinación nos pone en los puntos opuestos de la recta. Las sensaciones tan contrastantes que se nos albergan en el corazón tienen su origen en la necesidad que tenemos de que la vida fluya y el creciente número de contagios que se ha dado en el mundo en los últimos días. No sólo ha habido un incremento de resultados positivos a Covid-19 sino también muertes. Por fortuna, la vacuna ya es un hecho y las campañas de vacunación ya están en marcha.
Ha sido mucho tiempo de encierro y los que hemos tenido la bendición de permanecer sanos, hemos sido una preocupación menos para nuestras familias y hemos ocupado una cama menos en los hospitales que están a reventar. Encontrar un lugar para ser atendido en ciertos lugares de la República Mexicana es como lanzarse a la búsqueda de una aguja en un pajar.
Este encierro, según el estudio de King’s College de Londres, nos ha traído salud física, pero también ha habido muchas afectaciones psicológicas. Hay incertidumbre, agobio y un sentimiento de pérdida. De repente todo se magnífica, los sentimientos están a flor de piel y la tristeza va en la punta de la lanza.
Entre el balancín que nos lleva a abrigar esperanza y a temblar de miedo, sobran las razones para inclinarnos a un lado o al otro. Como si el coronavirus no fuera suficien-
te para mantenernos preocupados, las noticias que nos llegan desde Washington son para que se nos hiele la sangre. Muchos elevan la voz para pedir que se invocar la enmienda número veinticinco al presidente Donald Trump.
En medio de una pandemia que nos tiene asustados, desde los Estados Unidos nos siguen llegando motivos para atemorizarnos más. ¿En qué estarían pensando los estadounidenses al impulsar esta suerte de terrorismo doméstico? Cada vez hay más personas que estarían gustosas de ver que el vicepresidente Pence le quitara el manubrio y tomara el control.
Al mirar a nuestros vecinos y socios comerciales, sentimos esperanza al ver que estamos a unos cuantos días de que la presidencia más desastrosa que haya ejercido el Partido Republicano esté a punto de terminar y nos da miedo ver los efectos catastróficos que tienen las arengas de un boquiflojo que le ha dado tantos golpes a la democracia de su país.
Es una pena, lo que fue el modelo para el mundo entero, en cuatro años quedó reducido a cenizas, con divisiones espeluznantes y con daños que exceden el radio de lo político. Han sido duras las lecciones que nos ha enseñado Estados Unidos. El poder de las palabras que dividen, de los discursos que se sustentan en ocurrencias, de fomento del caos nos entrega líderes que se confunden y se creen monarcas y no presidentes.
Da pánico enterarse que la onda expansiva de Donlad Trump impulsó liderazgos similares en otras partes del mundo y como si el mundo no tuviera suficientes mortificaciones, la locura por el poder que se quiere retener sin dignidad, causa destrozos y lágrimas.
Llegó el momento de la verdad para los Estados Unidos, dice Kenneth Mayer que los estadounidenses tienen a oportunidad de enmendar la marca pidiendo que se invoque la enmienda número veinticinco. Mientras la vida en el mundo transcurre entre el miedo y la esperanza y la combinación de ambas sensaciones nos pone en los puntos opuestos de la recta, lo único que buscamos es que la vida fluya.
En este encierro, que nos ha traído salud física, pero también ha habido muchas afectaciones psicológicas pareciera que los políticos quieren aprovecharlas para volvernos locos. Hay incertidumbre, agobio y un sentimiento de pérdida. De repente todo se magnífica, los sentimientos están a flor de piel y la tristeza va en la punta de la lanza. Por fortuna, también hay esperanza.