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Cosas de hombres que padecen las mujeres

Opinión

Gaudencio Rodríguez Juárez

El 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, es una ocasión para hacer un recuento de las múltiples violencias, desigualdades y discriminaciones que a fuerza de ser tantas, de todo tipo y ocurrir en todos los entornos —sobre todo en ese que debería ser el más seguro: el hogar— llegan a convertirse parte del paisaje, llegando a naturalizarse.

Pero el 8 de marzo, cada vez con más fuerza, las mujeres toman las calles y las redes sociales para visibilizar aquello que para conveniencia de muchos hombres se pretende quede invisible.

Estadísticamente hablando, la violencia es cosa de hombres, que padecen las mujeres. Puede ir desde hacerla dudar de su subjetividad o perspectiva, hasta el feminicidio, pasando por el abuso psicológico, físico, violación, violencia patrimonial y un largo etcétera.

El culpable de la violencia es quien la genera. Aun así, en pleno siglo XXI con no poca frecuencia se le sigue cargando la culpa a la víctima: por vestir o caminar de tal o cual manera, por salir a tal lugar, a tal hora, etcétera. Todo esto con un silencio cómplice de los congéneres.

Al respecto, el doctor Denis Mukwege, galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2018, por su labor en la atención a las supervivientes de violencia sexual en su país, el Congo, señala que para impedir que se produzcan violaciones (y cualquier otro tipo de violencia) contra las mujeres, “debemos preguntarnos, para empezar, porque hay tantos hombres mal educados y por qué se portan tan mal —y por qué los hombres buenos y respetuosos han guardado silencio durante tanto tiempo.

Sabido es que los delitos sexuales son los que menos se denuncian y, a diferencia de otras formas de violencia, no tienden a disminuir ni en los países desarrollados ni en los que están en vías de desarrollo. Así lo demuestran las estadísticas.

El doctor Denis Mukwege en su libro, La fuerza de las mujeres, en parte autobiografía y en parte un llamamiento contra la violencia sexual en tiempos de paz y de guerra, afirma que “solo colectivamente podemos romper los tabúes que rodean la violencia sexual, para asegurarnos de que se debate y se aborda abiertamente, para que no sea algo que se esconde debajo de la alfombra como secreto vergonzante”.

En la prevención para la erradicación y atención de la violencia sexual —y de cualquier otro tipo— ha de participar toda la sociedad, todas las organizaciones, desde las empresas, pasando por las asociaciones, hasta los parlamentos, tienen la responsabilidad de tomar medidas. El Nobel de la Paz (2018) sugiere que “la lucha debe empezar por modificar la forma en que los hombres ven a las mujeres y que, para ellos, ellas asciendan de la categoría de ciudadanas de segunda clase, de objetos o de propiedades, a la categoría de iguales”.

Y, con base a su larga experiencia en entornos de violencia extrema contra las mujeres, nos deja múltiples recomendaciones a distintos niveles:

- Campañas de concientización.

- Asesoramiento para la mujer que requiere presentar una denuncia y ayuda psicológica, así como proporcionar algún lugar de acogida si así lo requiere.

- Autoridades que escuchen lo que tienen que decir.

- Más jefas de policía y gobernadoras (alcaldesas, presidentas).

- Prioridad de las políticas públicas y sistemas de justicia penal a la altura de la tarea (es preciso penalizar la violación y todo tipo de violencia en el mundo real, no solo en el papel).

- De manera personal, cada individuo puede: apoyar a las mujeres; alzar su voz; integrarse en un colectivo, o darle su apoyo; presionar a sus representantes elegidos y a las fuerzas y cuerpos de seguridad; y actuar como educador/a utilizando sus conocimientos para educar en el tema a quienes le rodean (niños, amigos, familiares, colegas, miembros de nuestro equipo, etcétera).

- También: denuncie el sexismo; condene e informe sobre las conductas depredadoras; rechace la culpabilización de las víctimas; explique las consecuencias de los estigmas y los traumas; asegúrese de que las oportunidades en su familia o en su lugar de trabajo se repartan equitativamente entre hombres y mujeres, entre niñas y niños.

- Y no olvide a enseñar a los niños que tiene a su alrededor a ser respetuosos, para que no tengamos que proteger a las niñas. No solo enseñemos a las niñas y a las mujeres el mensaje: “Que no te agregan, que no te violen”, sino también dediquemos tiempo y atención a la lección mucho más importante que habría que inculcarles una y otra vez a los niños, adolescentes y hombres adultos: “¡No abuses! ¡No violes!”.

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