Sábado, 15 Marzo, 2025

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Crónica desde las entrañas de un feminicidio (de los que Zamarripa invisibilizó…)

Opinión

Eliazar Velázquez Benavídez

Viajando por una de mis rutas frecuentes, la mañana de algún mes del 2022, al voltear a la orilla de la carretera, observé una cinta con las que acordona la policía cuando encuentra un cuerpo. Detuve el auto, ya estaba hecha pedazos, pero era perceptible que algo doloroso había sucedido entre ese matorral. En los siguientes días, el destino me iría acercando a las entrañas de aquella tragedia, por primera vez, la palabra feminicidio dejaría de serme abstracta y sabría cómo esa definición técnica entraña un dolor insoportable, impotencia que lacera, vidas que se quiebran, familias que se abisman, infancias y juventudes que afrontan los días desde la más terrible adversidad.

Cuando esa mañana miraba intrigado esa cinta amarilla entre aquella nopalera y cardones, todavía no imaginaba que en ese mismo momento, una joven de un pueblo cercano estaba atrapada en la angustia de no encontrar a su madre, una mujer sumamente trabajadora, que además de su modesto empleo en un gobierno municipal, vendía productos de catálogo y se desvivía de amor y esfuerzo por sus hijos. En esas horas desconocía que circulaba en redes sociales una ficha de su desaparición y que su hija, aunque atravesada por la desesperación, ya se había puesto al frente del hecho con admirable valentía. Junto a sus hermanas, desde Facebook, pedían ayuda a la población y al alcalde en turno.

 
 

Una tarde de sábado habían tenido el último contacto. Trascurrido un día sin noticias, fue interpuesta la denuncia, luego, el siguiente martes en los corrillos policiacos locales se escuchó que un cuerpo de mujer había sido encontrado a la orilla de una carretera, pero fue hasta quince días después del hallazgo que la familia supo que se trataba de su mamá.

Para entonces, empática con el llamado público de aquella hija, la abogada feminista Luz María Velázquez Cárdenas, respetuosa y de manera gratuita, les había hecho saber su disposición de acompañarles en el proceso, no contaba con experiencia en la búsqueda de personas desaparecidas, pero encontraría los canales para ayudar. Fue un mes después de los hechos que la contactaron pidiendo su colaboración para los trámites funerarios.

Al adentrarse en el asunto, siempre junto a la joven, la abogada pronto se dio cuenta que la fiscalía había buscado el modo menos complicado de archivar la investigación, encontraron la justificación perfecta en la muerte por complicaciones médicas -a los 3 días de localizado el cadáver- del principal sospechoso, sumado a eso, agregaron testimonios encajados a modo para actualizar la teoría de un hombre violento con quien ella tenía relación. Pero para las hijas e hijos, todos muy jóvenes, había muchas preguntas sin respuesta y una necesidad de búsqueda de la verdad que la fiscalía no estaba dispuesta a ayudarles encontrar.

El primer desaseo que se detectó fue un acta de defunción basada en un certificado erróneo que emitió el médico legista de la fiscalía, la fecha con que se certificó la muerte era anterior a la de su desaparición. Para rectificarlo, de modo que los datos correspondieran con la realidad y así iniciar los trámites de liquidación laboral, acudieron con el fiscal especializado en homicidios que correspondía a esa zona, igualmente con el oficial mayor y con la juez del registro civil. Por tratarse de un error institucional, ellos deberían realizar un trámite en conjunto para la corrección, pero no fue así, se deslindaron; sumado a todos sus errores y desdenes para esa familia en duelo, de aquel joven fiscal especializado en homicidios solo recibieron evasivas: para él esa era una carpeta archivada, aun cuando en ese trayecto ya también habían aparecido dudas sobre el cuerpo que había sido sepultado. Conseguir la exhumación fue un calvario burocrático y una prueba de entereza para la hija, que terminó sumando cuatro despedidas a su madre en el cementerio. En medio de esas desgarradoras circunstancias se inició el juicio para rectificar el acta, pero la respuesta final fue la imposibilidad de corregir o emitir una nueva.

Otro de los datos que revelaba con crudeza la falta de compromiso de la fiscalía con aquel dolor humano, y con aquella joven que a su corta edad, todavía envuelta en su luto, estaba a pie firme buscando la verdad, es que la carpeta de investigación fue iniciada por homicidio simple. Al cuestionar y solicitar la reclasificación del delito, el fiscal argumentó que tenía la instrucción, que aun siendo violenta la muerte de una mujer, la iniciaban como homicidio, contrario a lo determinado por la Suprema Corte que mandata que todas las muertes violentas de mujeres deben ser investigadas como presuntos feminicidios y con perspectiva de género.

Ante la negligencia de la autoridad, la abogada Velázquez Cárdenas, emprendió junto con la hija una búsqueda de lo que realmente sucedió. Entre muchas labores se dieron a la tarea de ubicar en GPS coordenadas contenidas en la sábana de llamadas para precisar los momentos que transcurrieron entre el último indicio de comunicación y las siguientes 12 horas que arrojaba el celular. De esa manera pudieron rastrear su recorrido y confirmar que el último lugar donde se usó el aparato fue dentro del rango del domicilio del presunto feminicida. Luego, había detalles claves como que, según fuentes de seguridad pública, el presunto culpable también era empleado municipal y para su crimen habría utilizado un vehículo oficial, pero como no hubo una búsqueda del responsable, obviamente nada de esta información estaba en la carpeta. Solicitaron grabaciones de cámaras de su centro de trabajo, pero la respuesta fue que por sus posiciones no habían captado imágenes que pudieran ser útiles.

 
 

El camino compartido esos meses entre la hija y la abogada Luz María Velázquez Cárdenas, actualmente titular del Programa de Igualdad de Género de la Universidad de Guanajuato (UGénero), culminó con el esfuerzo de las dos mujeres por conseguir de alguna forma la reparación del daño, lo cual está permitiendo que la joven curse una carrera universitaria. Pero estos cruces de vidas, solo pueden surgir de dimensiones humanas inaprensibles: la fuerza del amor materno encontró en quien posarse para que la abogada hiciera menos solitario el trance de dolor de quienes quedaron en orfandad.

Por mi parte, ahora entiendo, que aquella mañana del 2022, me detuve -sin saberlo- en el lugar donde encontraron el cuerpo, porque años después (el día de hoy), me correspondería escribir un “en paz descanse” a esa mamá, y también, aquí dejar testimonio de la valentía y dignidad de su joven hija, quien a pesar de estar con el corazón roto, hizo todo lo que estuvo a su alcance por encontrarla y por esclarecer lo sucedido.

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