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Cuando el prometer sí empobrece

Opinión

Cecilia Durán Mena - Las ventanas

Uno de los problemas más tristes y lacerantes que vive la Humanidad es el tema de la distribución de la riqueza. Responder a la pregunta de por qué unos tienen más que otros, es difícil y también inútil. Criticar a los que todo lo tienen es peor porque no soluciona nada. Ser como Chucho el Roto que le quita a los ricos para darle a los pobres tampoco resuelve, más bien agrava el problema. La pobreza es un problema que necesita una solución con urgencia. Es una realidad, no una postura política. Por eso, envilecer esta realidad con agendas personales es mezquino. Prometer que serán prioridad de Gobierno y luego olvidarse de ellos es un acto cercano a la usura.

Las abuelas solían decirnos que “el prometer no empobrece”, pero hay veces en que esas palabras no son tan ciertas. Las promesas que se hacen en campaña, que inflaman la esperanza de los votantes y los llevan a creer en ese mundo mejor en el que ellos dejarán de padecer y se convertirán en la prioridad del Estado, llevan a la gente a sufragar a favor del prometedor. Así ha sucedido en México, no sólo en este sexenio. Los pobres han sido un capital político que ha sido usado por muchos que aspiran a un puesto de elección popular. No todos recuerdan sus compromisos.

El crecimiento de la pobreza en México es una realidad que rebasa las ideologías, las posturas y los pareceres. Los pobres necesitan cobijo y alivio a sus necesidades. Una vida digna no se alcanza con un ingreso de mil pesos al mes. No hay forma de estirar esa cantidad para pagar vivienda, comida, servicios, salud. Sobra decir que a pesar de los esfuerzos —pocos o muchos, buenos o malos, eficientes o no— hechos durante la pandemia, tenemos estados que superan el sesenta por ciento de su población en pobreza, como Oaxaca, Chiapas y Guerrero.

No podemos soslayar que la pandemia ha dado un duro golpe a México: tenemos más de cincuenta y cinco millones de pobres, casi once millones de personas en pobreza extrema y una alarmante cifra de casi treintaiséis millones de personas sin servicios de salud. Pero, tampoco podemos dejar de ver que la pandemia afectó a todo el planeta, no sólo a México y que en los países que se tomaron en serio poner a los pobres como prioridad, se logró que muchos dejaran su condición de pobreza. Para muestra está los Estados Unidos y su presidente Joe Biden que en pocos meses ha logrado reducir los niveles de gente viviendo en miseria.

La administración del presidente López Obrador tiene el enorme reto frente a sí. Ya dijo que la gente a la que le falta de todo, que ese México profundo ería su prioridad. Ya lo hemos oído quejarse de los efectos de la pandemia. La mala noticia es que no nada más la pandemia ha sido la causa del empobrecimiento de México, sino decisiones equivocadas de política pública. La evidencia nos da evidencia que no ha sabido ayudar de forma adecuada a los más pobres.

Si es en serio que la 4T quiere que la pobreza no vaya a aumentar más, debe comprometerse a generar políticas públicas adecuadas al siglo XXI, para que en México se puedan generar los empleos necesarios para que millones de personas dejen de ser pobres y solo será posible si se da certeza a la inversión. Es un tema económico. Promover que se genere el empleo nos lleva a mover la rueda económica. El círculo virtuoso deja atrás al vicioso que está postrando a la gente. Es claro, una región pobre es como un cuerpo enfermo: es vulnerable. México merece ser fuerte.

Es tiempo de tomarse en serio las promesas. Está claro que prometer sí empobrece. No es una frase hecha, son palabras respaldadas en las cifras que presenta el Coneval. No es un tema que en unos días se lo lleve el viento y quede en el olvido o anotado en una especie de anecdotario. Es entender que hay gente con hambre y no tiene qué comer, enfermos que no tienen recursos para recuperar la salud, personas que no tienen acceso a educación o a una vivienda digna.

La verdadera política de estado que contribuya a la superación de la pobreza no es andar por el país prometiendo lo que no se podrá cumplir, es facilitar los procedimientos y los costos para que empresas y comercios florezcan, y así puedan generar empleos, pagar sus impuestos y fortalecer la economía del país. Tal vez, las abuelitas tenían razón: “el prometer no empobrece, cumplir es lo que aniquila”.

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