Día de votar
El mundo taurino tiene una expresión que me parece pertinente para el día de la votación: llegó el momento de la verdad. Se usa en referencia al instante en el que el torero estará frente a frente con el toro. Ya se acabaron las semanas de preparación, los días de escuchar consejos, las fantasías que se tejieron alrededor de lo que significa estar en el ruedo. Llegó ese instante anhelado en que liberan al animal, en que lo verá correr y aproximarse a toda velocidad, es el momento en el que la prueba o se supera o se reprueba. Así, cada uno de los candidatos se enfrentará a la elección que cada votante podremos hacer.
De la misma forma en que reaccionan los toreros, así cada candidato va a tener que asumir las consecuencias de lo que hizo durante el periodo de campaña. Pocos serán los que se eleven con el triunfo, de la misma forma en la que no todos los matadores son gloriosos. No todos puede ganar. Así como los hay que salen en hombros, que le dan vuelta al ruedo, que cortan rabos y orejas, hay los que se llevan abucheos del respetable. Es curioso, muchos cronistas deportivos podrán hacer sus cálculos y sus pronósticos, pero es en el momento de la verdad en que todo se confirma o se desmorona. Así será.
Efectivamente en la urna, sólo cada uno de los votantes sabremos a quien le daremos nuestro sufragio. Algunos votarán siguiendo una instrucción, otros lo harán desde las entrañas, unos habrán dicho que lo harían por una opción y elegirán otra, estarán los que cambien de opinión en el momento de tachar un escudo político y otros habremos pensado con cuidado lo que queremos hacer.
Así como los electores tendremos nuestra forma de reaccionar en la urna, así también los candidatos reaccionarán ante los resultados que emerjan del voto. Unos elevarán los brazos, otros agradecerán la victoria, estoy segura de que veremos a algunos que se atribuyan un triunfo que no les dieron los votos, habrá quien tenga la dignidad de aceptar su derrota y quienes sabiendo que perdieron, quieran resolver a su favor en tribunales lo que no pudieron ganar con votos.
Ese es el meollo de la democracia. No hay nada seguro. Todo se resuelve el día de votar. Es el día en el que tenemos que tomar la verdad como virtud para escoger y para aceptar la voluntad del electorado. Existe tensión que se irá elevando conforme pasan las horas del día. Cada casa de campaña estará al pendiente de las encuestas de salida y mirarán al cielo —o a donde mejor les parezca— para suplicar que los resultados les sean favorables.
Dados los acontecimientos, estaremos enfrentados a una elección compleja y estaremos atestiguando diferentes perspectivas. Las posibilidades se fueron abriendo un espacio en la esfera pública, dieron a conocer sus propuestas y se expusieron para que nosotros pudiéramos apreciar su seriedad, su desparpajo, su frivolidad, su profundidad. Ellos ya hicieron su parte, ahora a nosotros nos toca hacer la nuestra. Con la participación, tendremos la oportunidad de darle sentido a tanta sangre derramada. Daremos nuestra preferencia, ejerciendo nuestra libertad y entonces nuestro civismo buscará rescatar al país de tanta violencia, de tanto absurdo, de tanto sinsentido.
Esto será así, porque en la democracia el voto es la voz del ciudadano. Es la oportunidad que tenemos para decirle a nuestras autoridades si estamos felices o descontentos con su forma de proceder. Por eso, el día de votar es el momento de la verdad: esa verdad que surge de la voluntad popular. Es cuando México sabrá si ratifica el rumbo o sigue en la misma dirección. Vayamos a votar, dejemos que nuestra voz se escuche y nuestra voluntad se ejerza.