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Día del libro

Opinión

Enrique R. Soriano Valencia - Chispitas del lenguaje

El próximo 23 de abril será Día Internacional del Libro y de los Derechos de autor. La celebración fue instituida por la Unesco (la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) para fomentar la lectura, la industria editorial y proteger a escritores.

La fecha fue definida porque en ese día murieron, de acuerdo a la Unesco, el Inca Garcilaso de la Vega, Miguel Cervantes de Saavedra y William Shakespeare. Es un poco apretada la fecha solo porque el tipo de calendario medio hace coincidir el día de fallecimiento de Cervantes y Shakespeare. Como sea, lo más importante es que el día está representado por grandes autores para promover la lectura.

El confinamiento por la pandemia disparó la lectura de libros digitales. Según el Inegi pasamos de 6.8 a 21.5 % de población lectora (el libro físico no registró una subido significativa). No obstante, el porcentaje sigue en rangos muy bajos porque otros usos de ocupación de tiempo libre –como ver series de televisión, juegos en línea, redes sociales, grupos de chat, etcétera– registraron un aumento apabullante. Pero, al menos, algo se avanzó.

¿Por qué un niño no lee? Hay varias razones. La primera, no se usa lo que no se tiene. Regularmente, no hay libros en casa. Hay muy pocas casas que cuentan con libreros (o sea que tampoco hay siquiera dónde almacenar los escasos que hubiere). Cuando un niño es testigo mudo de las decisiones de compra, regularmente queda en su ánimo emocional el registro de que sus padres valoran más el televisor, la computadora, la consola de juegos, el lavaplatos… pero difícilmente es testigo de interés por un librero. Si no se compran, ¿para qué un mueble para almacenarlos? Y el libro digital para niños… aún no se ha desarrollado de forma óptima.

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La segunda, nunca ven los niños a los adultos leer. En el mundo adulto no parece ser una actividad importante. A los niños los obligan a hacerlo, pero los adultos jamás lo hacen. Los niños imitan la forma de proceder de los adultos (porque identifican que es la forma de ser aceptados socialmente). Les queda claro que obligarán en el futuro a sus propios hijos a sentarse a leer y hacer tarea; deberán enfurecerse si no lo hacen, pero ellos estarán exentos de leer, escribir o sentarse pacientemente con ellos.

Tercera, los pocos que leen, nunca comparten sus pensamientos, ideas, aprendizajes o reflexiones. La lectura es una actividad tan poco preciada socialmente que nadie comparte su experiencia lectora. Y en buena medida eso se debe a que si un niño expresa un comentario diferente de algún adulto sobre un tema (aunque no haya leído el libro) es tachado de torpe, tonto o más fuerte. Y es que el adulto impone su punto de vista (aunque no sepa por qué lo tenga) en vez de impulsar la reflexión, el análisis, la vinculación con otros temas. Entonces, dada la represión, la lectura se vuelve una actividad aislada, no social.

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