¿Dialogar con delincuentes?
He escuchado la misma historia, o al menos semejante, en voz de diferentes personas de diversos puntos del país. En espacios públicos como restaurantes, de pronto se anuncia la llegada de un ‘jefe’, todos (empleados, comensales) saben lo que eso significa. En ocasiones, el personaje pide desalojar el lugar. En otras, irrumpe desde su calidad de intocable y hasta paga la cuenta de los presentes.
Antes existían códigos, se suele decir. Los grupos criminales ajustaban cuentas dentro de esas reglas internas, a la usanza de las mafias más organizadas.
Pero de pronto eso quedó atrás. Ataques armados, asesinatos, conflictos a los que era ajena la sociedad, comenzaron a cobrar las vidas de inocentes.
Las autoridades de todos los niveles de gobierno no han logrado en décadas frenar la batalla entre cárteles que no da tregua. No se ha conseguido a través de la prevención o impartición de justicia. No se logró declarándoles la guerra. Y en este escenario, todavía hay quienes creen que el diálogo es posible.
Manuel Espino, diputado federal de Morena, planteó este viernes una controversial estrategia.
Charla y abrazos
Comisión Especial de Pacificación y Reconciliación Nacional, es como nombra Manuel Espino a lo que podríamos interpretar como un pacto.
“El diálogo no significa impunidad ni perdonarles sus delitos (…) pero sí abrirles puertas de escape de la vida criminal”, señaló el legislador.
La mencionada comisión incluiría a empresarios, partidos políticos, medios de comunicación, instituciones educativas, el sector religioso, académicos. Básicamente, todo rubro que se ha visto afectado por un enemigo en común.
¿Cómo es que se planea dialogar con grupos que ante todo se han mostrado irracionales, y cuyo método de control es la violencia cada vez más atroz?
La propuesta de Espino se suma al desafortunado “abrazos, no balazos” del expresidente Andrés Manuel López Obrador. La controversial perspectiva de AMLO se alimentó de su cordial relación con Consuelo Loera, madre de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, y de la liberación de Ovidio, hijo del capo, tras aquel ‘culiacanazo’ de 2019.
Estas acciones, que emergen del partido en el poder, no han sido bien recibidas, se perciben como falta de sensibilidad, incluso una traición a un pueblo harto de la inseguridad, del temor de ser potencial víctima de la delincuencia.
En entrevista con ‘Grupo Fórmula’, Espino negó que hubiera lanzado tal idea. Señaló que ‘El Universal’ malinterpretó sus palabras.
“Hay personas que han cometido delitos y que quieren reivindicarse y volver a una vida normal”, manifestó al cuestionarlo por la cita mencionada arriba. Aclaró que se refería a personas que podrían buscar la redención, aportando información útil para capturar a líderes criminales.
Sin embargo, la presunta malinterpretación de su propuesta trascendió, fue duramente criticada por sus compañeros diputados y rechazada. La postura de quienes se manifestaron en contra es la misma, urgen estrategias sólidas, que no abran espacio a la complicidad ni la impunidad.
Entre pactos
Pero el pacto ya existe. Tan sólo en Guanajuato, ocho alcaldes electos son investigados por posibles nexos con el crimen organizado.
El pacto no es un secreto. Los episodios de violencia electoral en cada temporada de campañas han revelado que grupos delincuenciales buscan mover los hilos desde esferas cada vez más altas. No ha habido avances significativos en cuanto a ahondar en los antecedentes de quienes se postulan a cargos públicos.
Sabemos que los cuerpos policiales, de todos los niveles, tampoco han escapado a la corrupción y colusión. Por esta situación pagan justos por pecadores, ya que genera desconfianza entre la ciudadanía y mancha la imagen de los uniformados.
Tampoco desconocemos que existen comunidades completas sostenidas por el narco, que tienen escuelas, templos, viviendas, gracias a su dinero. Estos contextos crean un halo aspiracional en torno al estilo de vida de los criminales. El dinero ‘fácil’, el hambre de poder, son las metas de muchos niños y jóvenes.
El pacto resulta en la expansión de ese cáncer que es la violencia. La descomposición social que Manuel Espino busca erradicar con sus diálogos no va a desaparecer mientras continúen las alianzas ilícitas, las amenazas, extorsiones, la manipulación que ejercen los grupos delictivos.
Lo superfluo: Se haya o no malinterpretado la propuesta de Manuel Espino, negociar con grupos delictivos jamás será una solución a la violencia.
Lo profundo: No hay gobierno que a la fecha haya encontrado la fórmula. Lo que no lograron la guerra de Calderón y los abrazos de AMLO, ¿lo conseguirá la inteligencia de Sheinbaum?