Diez mandamientos para no ser infeliz
©Gaudencio Rodríguez Juárez
Psicólogo / [email protected]
Se dice que el cerebro no está hecho para la felicidad, tampoco para la verdad, sino para la sobrevivencia. De ahí la importancia de conseguir una vida en comunidad que garantice dicha sobrevivencia, pues sólo de esa manera se puede echar a andar las zonas del cerebro capaces de ponerse a pensar en esa cosa tan extraña y humana: la felicidad.
Es justo el conocimiento del cerebro, logrado en las últimas décadas, lo que ha permitido comprender aún más la complejidad de la mente humana, de la psicología que empuja a los seres humanos a la búsqueda de la felicidad.
Hoy sabemos que la posibilidad de tener la sensación de que controlas algo en tu vida es fundamental para experimentar la felicidad. Sabemos que cuentan más las relaciones de pareja que el dinero, siempre que se supera el nivel mínimo de subsistencia. Sabemos también que la felicidad está en el camino hacia el objetivo que se supone nos hará felices.
El divulgador científico Eduardo Punset rastreó los resultados de las investigaciones sobre el tema y nos proporcionó “Diez mandamientos para no ser infeliz”, que vale la pena conocer para tener algo en qué ocuparnos una vez que la subsistencia está garantizada:
Primero. No intente ser feliz todo el rato. La felicidad es una emoción positiva universal y, como todas las emociones básicas, efímera. Ahora bien, cuando sienta ese gusanillo en su interior que le dice que se siente bien, dígaselo en voz alta a sí mismo: “¡Estoy bien!”
Segundo. Intente disfrutar la preparación y la búsqueda de sus metas y objetivos. Haga como mi perra, que es más feliz cuando está esperando la comida que cuando pone el hocico en el plato de cereales.
Tercero. La felicidad es, primordialmente, la ausencia del miedo. Aparte de su imaginación todo lo que le puede generar miedo e intranquilidad. Cabe una cierta ansiedad provocada por los preparativos, pero elimine los grandes miedos de su vida, por lo menos durante una temporada. Para perder el miedo a las cosas pequeñas hay que habérselo perdido a las cosas grandes, como la perspectiva de la muerte o la falta de trabajo.
Cuarto. Cuide los detalles y las cosas pequeñas en lugar de seguir obsesionándose por los grandes proyectos. Lo mejor que le puede ocurrir es que le echen en cara que el árbol no le deja ver el bosque. Pues muy bien, olvídese del bosque y disfrute del árbol.
Quinto. Las investigaciones más recientes demuestran que el nivel de felicidad aumenta con la edad. Sabíamos que nunca se es más feliz que durante los nueve meses de vida fetal. Lo que acabamos de descubrir es que el segundo período más feliz viene con la edad. Los recuerdos son más numerosos y la consiguiente ampliación de la capacidad metafórica y de la creatividad compensa largamente los procesos de pérdida neuronal.
Sexto. Concentre todos sus esfuerzos en disfrutar de aquello que más le guste: leer, jugar al tenis o al golf, hasta trabajar si le apetece. Todo, salvo aburrirse delante de la tele o en conversaciones sin sentido. Es más importante sentir que le absorbe lo que está haciendo.
Séptimo. No desprecie a nadie. La antítesis del amor no es el odio, sino el desprecio hacia los demás. El sentimiento de desprecio implicaba la muerte en los tiempos primitivos y tendemos a subvalorar su impacto nefasto sobre nuestra vida emocional.
Octavo. Cuide sus relaciones personales. De todos los factores externos de la felicidad –como el dinero, la salud, la educación, la pertenencia a un grupo–, el que mayor impacto tiene sobre la felicidad son las relaciones personales. Procure no malograrlas.
Noveno. Aproveche la capacidad que tenemos de imaginar –lo único que realmente nos diferencia de los chimpancés– para pensar en cosas bellas, en lugar de en desgracias. No tiene sentido la capacidad de la mayoría de la gente para hacerse infeliz imaginando.
Décimo. Durante el invierno no paramos de invertir en nuestro futuro o en el de los seres queridos. No nos queda tiempo para gastar en nuestro propio mantenimiento. Hay un exceso de inversión y un déficit de mantenimiento. Aproveche las vacaciones y el tiempo libre para invertir menos y colmar el déficit de mantenimiento de uno mismo.
Más del autor:
- ¿Cuánto han cambiado los métodos disciplinarios en la crianza?
- La violencia contra los niños y niñas en México
- Diez mandamientos para no ser infeliz
bc