El cariño por un presidente
Una verdad incontrovertible es que al presidente de México se le quiere mucho. Sus seguidores no tienen empacho en demostrarlo. Lo reciben con mariachis cuando viaja; lo defienden en forma acalorada cuando sienten que es preciso, lo respaldan en cualquier lugar y si es necesario, se enojan, gritan, se pelean con quien tengan que hacerlo; en su cumpleaños, le cantan las mañanitas, a pesar de que el haya pedido que no lo hicieran. En fin, filias y fobias aparte, sólo un necio no se da cuenta de que López Obrador es un mandatario que goza de mucho cariño y eso es de llamar la atención.
Sorprende, no porque Andrés Manuel no sea digno de ese cariño, sino porque no es común. Por lo general, a los mandatarios no se les premia con el afecto popular. Más bien, es todo lo contrario. Se hacen chistes a su costa, sirven de modelos para hacer cartones políticos, hay memes, se les reprocha y son motivo de gran encono. Y, aunque AMLO también es material de crítica y risas, la mayoría de los seguidores ni se ríen ni participan de las burlas y se encolerizan si se dice algo en contra del presidente. Que nadie se atreva a levantar las cejas en contra del líder nacional porque habrá gritos, sombrerazos, acusaciones de conservadurismo, traición y falta de patriotismo. Cuidado, el tema es cosa seria.
De hecho, hay algunos de sus predecesores que han de ver a López Obrador con cierta envidia. Pienso en el presidente Zedillo que no fue ni de cerca tan estimado por el pueblo a pesar de ser un economista tan destacado; o en Felipe Calderón cuyas buenas intenciones no le bastaron y que pasará a la Historia como el mandatario que agitó el avispero de la violencia, ya ni pensar en Enrique Peña Nieto que colgó la banda presidencial antes de que acabara su periodo y que la belleza física no le alcanzó para verse bien librado a lo largo del sexenio. Lo común es que el embrujo que causan las promesas que se hacen en campaña, se desgastan en el ejercicio del poder. No obstante, en este caso, ha habido poco deterioro en la imagen presidencial.
Además, no creo que esa envida sea local únicamente. Abarca el extrarradio de nuestra frontera, creo. Seguro habrá presidentes extranjeros a quienes les gustaría gozar de semejante cariño. El mismísimo Joe Biden se preguntará cómo es que su homólogo mexicano le hace para ser tan popular, para tener tan alineados a los legisladores de su partido, para que sus políticas sean tan aceptadas y para generar lealtades a toda prueba. Seguramente, el hombre más poderoso del mundo comparará su gestión con la de su vecino y en su fuero interno se cuestionará: ¿cómo le hace?
Ni hablar, a cualquiera le gustaría que su gente querida tuviera esa actitud, que se levantaran temprano y le cantaran Las mañanitas el día de su cumpleaños. Es para palidecer de ternura eso de ver a la gente levantada desde las seis de la mañana, haciendo caso omiso a frío, llegar acompañados de un mariachi y de un pastel decorado con una la cara presidente hecha de merengue.
Por supuesto que sus más cercanos, también tuvieron su espacio para demostrarle el fervor que le guardan. Minutos antes de la medianoche del cumpleaños de su hombre fuerte, los militantes de Morena, del Partido Verde Ecologista de México y del Partido del Trabajo aprovecharon un receso en la discusión del Presupuesto de Egresos 2022 para cantarle y decirle que vinieron todos con gusto y placer a felicitarlo.
Un grupo emocionado, cantó entre globos y pancartas que decían: “feliz cumpleaños, presidente”. Con manifestaciones así, hasta John F. Kennedy vería muy deslucida la intervención de Marilyn Monroe cantando “Happy Birthday, mister president.”
El presidente de México goza del cariño de sus seguidores. Es un cariño apasionado, vibrante que se ejerce y es tan potente como el rugido del viento, tan aclamado como la lluvia de mayo, tan dulce como el canto de los pájaros, tan racional como quien se siente protegido por su sombra, tan peligroso como un cerillo cerca de un bote de gasolina.