El crédito: ¿Han disminuido sus tasas?
Recientemente, el sub-gobernador de Banxico, Jonathan Heath cuestionaba en Twitter que a pesar de que la tasa de fondeo interbancario ha disminuido en 400 puntos base para ubicarse en 4.25%, la tarjeta de crédito de una tienda departamental era aún muy elevada, dejando la impresión de que la disminución de la tasa de referencia no se ha reflejado en las tasas de interés de los créditos ofrecidos por las entidades financieras.
El mercado de crédito, al igual que el mercado de cualquier otro bien o servicio, al disminuir la oferta y aumentar la demanda provoca un incremento del nivel de precios (tasa de interés). Justo ahí es dónde la política monetaria entra en acción, buscando evitar la contracción del crédito y facilitar liquidez a los bancos a un menor costo de fondeo.
La disminución de la oferta fue evidente al observar la contracción nominal de la cartera de crédito del sistema bancario en comparación al cierre de 2019 en -0.95%. Y sin lugar a duda, las empresas y los hogares incrementaron su demanda de liquidez a un nivel sin precedentes debido a la pandemia.
La evidencia empírica indica que al menos en el caso de los créditos empresariales otorgados por la banca, sí han disminuido las tasas de interés, contrario a lo que la mayoría piensa. Al comparar la tasa ponderada de la cartera de crédito reportada en agosto de 2019 (mes en el que inició la reducción de tasas) contra el último período publicado (nov/20) la cartera PYME y la cartera de Grandes Empresas tienen una disminución de 260 y 245 puntos base respectivamente. Es importante considerar que la mayoría de los créditos que integran esas carteras han sido contratados a tasa fija, por lo que la reducción de la tasa ponderada ha sido gradual conforme a renovaciones y nuevos créditos.
Hay varios factores que explican porque la reducción no es de la misma magnitud a la de la tasa de referencia, que van desde el estado de derecho hasta la cultura de pago, pero solo abordaré los que considero más relevantes.
Lo primero a considerar es que el diferencial de tasas conocido como spread, aumenta durante las recesiones, como resultado de un mayor riesgo de crédito, que refiere una menor posibilidad de recuperación del mismo. El índice de morosidad es un reflejo de esto. Si bien el IMOR del sistema pasó de 2.20% a 2.46% entre diciembre 2019 y noviembre 2020, lo que no esta reflejado ahí, son los créditos que recibieron algún apoyo o que están bajo un proceso de reestructura, que evidentemente tienen un mayor riesgo. Así que este spread tenderá a ser mucho mayor en las regiones y los sectores económicos más afectados, tales como el comercio, hoteles y restaurantes, etcétera.
Otro factor es el nivel de competencia. Esta coyuntura representó una oportunidad para las entidades financieras no bancarias. Al menos en el caso de las Entidades de Ahorro y Crédito Popular el apetito también se detuvo pues su cartera solamente creció 0.85% respecto a 2019. Asimismo, varias Fintech anunciaron haber completado rondas de financiamiento, pero no hicieron mucho por disminuir sus tasas de interés, las cuales continuaron considerablemente elevadas respecto a la banca, especialmente en el segmento empresarial, restando presión a los bancos.
También debemos continuar impulsando a que las PYMEs consideren al mercado de valores como una fuente de financiamiento. El año pasado, las emisiones de deuda corporativa de largo plazo disminuyeron -20.2% a/a. y las emisiones de deuda de corto plazo aumentaron 7.1%. a/a., mientras que en EE. UU. se rompieron todos los records en cuanto emisiones corporativas.
Y finalmente, la Banca de Desarrollo ha sido el factor ausente que contribuya en la reducción de tasas activas. Durante este período pudo compensar la contracción de crédito como lo hizo en 2009 al expandir su cartera un 24% y lanzar programas de garantías. Sería una herramienta efectiva ante la ausencia de incentivos fiscales, aún es momento para hacerlo, no solo para influir en el nivel de tasas, también ayudaría a la recuperación económica.