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“El Padre” José Antonio Torres, un insurgente controvertido

Opinión

Artemio Guzmán - Consumación 2021

Ante la reacción virreinal que cobra fuerza y el ejército de Pascual Liñán que persigue a Javier Mina, esta actitud de “el Padre” perjudica a toda la lucha insurgente. Su falta de colaboración facilita la caída del fuerte “El Sombrero” y lleva a Mina, Moreno y los sobrevivientes a protegerse en “Los Remedios”.

José Antonio Torres fue originario de Cocupao, Michoacán, donde nació en 1770. Muy joven se encaminó a Valladolid (Morelia) donde ingresó al Colegio de San Nicolás a cursar la carrera eclesiástica. En 1810 era vicario en Cuitzeo del Porvenir cuando se une a la insurgencia, seguramente motivado por la incorporación de otros religiosos de la provincia, como José María Morelos.

Al lado de Albino García recorre el Bajío y toma parte en el infructuoso ataque a Valladolid a mediados de 1811, sin destacar en lo particular. No obstante, luego de la muerte de García, integra su propia partida llamando la atención de los jefes realistas Pedro Celestino Negrete y Agustín de Iturbide, quienes evitan que se apodere de Acámbaro y La Piedad.

En Cuerámaro, Iturbide intenta sorprenderlo y consigue capturar una decena de rebeldes encabezados por el sacerdote Sáenz, a quienes manda fusilar en el acto; pero Torres logra huir con su gente.

Como refugio, los perseguidos eligen el Cerro de San Gregorio, próximo a la ciudad de Pénjamo. En él levantan, con apoyo de la Junta de Jaujilla, el fuerte de “Los Remedios”, lugar inaccesible no sólo por su ubicación natural, sino por las construcciones y la artillería que le instalan previendo un ataque prolongado.

Desde allí, la guerrilla de “el Padre” acostumbra salir a los pueblos aledaños a sembrar el terror lo mismo entre los gachupines como entre los americanos; pues sus acometidas se manifiestan en destrucción, rapiña y ejecuciones, como en los asaltos a Valle de Santiago y Yuriria.

Con todo, la Junta de Jaujilla, heredera del Congreso de Chilpancingo, integra a Torres como vocal y le reconoce como jefe de la insurgencia en la intendencia de Guanajuato. Este nombramiento le sitúa por encima de Pedro Moreno, quien operaba desde “El Sombrero” y de los guerrilleros ubicados en La Mesa de los Caballos” que tenían dominio sobre la comarca de San Felipe y San Luís de la Paz. En mayo de 1817 la propia Junta ascendió a “el Padre” de mariscal a teniente general.

Ese mismo año irrumpe en la guerra de independencia el español Javier Mina. Este joven liberal no duda en atravesar el Atlántico con un pequeño ejército internacional para combatir el despotismo del rey Fernando VII desde la principal de sus colonias. Desembarca en Soto la Marina y en campaña hacia el suroeste llega a territorio guanajuatense, alojándose en el fuerte de “El Sombrero”.

Mientras la actitud de Pedro Moreno es sincera y favorable a Mina, “el Padre” Torres reacciona con hipocresía y recelo ante el amable recibimiento que la Junta de Jaujilla brinda a los extranjeros:

Debido a los triunfos y botines obtenidos por Mina en el Bajío, la junta le otorga en julio el mando de todos los efectivos rebeldes en Guanajuato, incluidos los seguidores de Torres. Èste expresa ante el navarro su beneplácito; pero en las sombras crea discordias entre Mina y los otros jefes rebeldes.

Ante la reacción virreinal que cobra fuerza y el ejército de Pascual Liñán que persigue a Javier Mina, esta actitud de “el Padre” perjudica a toda la lucha insurgente. Su falta de colaboración facilita la caída del fuerte “El Sombrero” y lleva a Mina, Moreno y los sobrevivientes a protegerse en “Los Remedios”.

Allí, en su fuerte, sitiado junto a cientos de personas por 2 mil soldados del rey, Torres seguramente lamentó sus errores; aún más cuando supo de la captura y fusilamiento de Mina. Entonces el acoso sobre “Los Remedios” creció. La resistencia sin duda fue heroica, se prolongó del 27 de agosto de 1817 al 1 de enero siguiente; pero al final la superioridad militar se impuso.

De la familia de “el Padre” cayeron prisioneros dos de sus hermanos, dos hermanas y una cuñada. Sin embargo, èl escapa y huye a la serranía donde busca recobrar el mando de la insurrección en Guanajuato. No lo consigue por fricciones surgidas con sus compañeros a raíz del fusilamiento injustificado que hizo de los guerrilleros Lucas Flores y Remigio Yarza.

Designado Juan Aragó como jefe de la insurrección en la intendencia, “el Padre” vuelve su odio hacia este joven francés llegado a México en la expedición de Mina. Ambos acampan en Surumuato, cerca del Río Grande y entran en pláticas. Al no llegar a un arreglo, Aragó se lanza sobre Torres; pero éste consigue huir sobre su veloz cabalgadura.

Desprestigiado por su actitud despótica y los fracasos ante las fuerzas del virrey, “el Padre” Torres murió asesinado por el capitán Juan Manuel Zamora debido a una deuda de juego. El final de este polémico personaje se dio en el rancho Las Cebras, municipio de Silao, a finales de 1818.

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