Jueves, 09 Enero, 2025

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El pobrecito de Joaquín y la perversidad de Genaro

Opinión

Cecilia Durán Mena - Las ventanas

Cecilia Durán Mena

Es increíble la cantidad de mentiras con las que nos alimentan a lo largo de la vida y es todavía peor darnos cuenta de cuantas veces se repiten, las proporciones en las que crecen, las certezas que generan y como, al paso del tiempo pueden parecer verdades. Pero las falsedades, por más que crezcan y tengan dimensiones monstruosas seguirán siendo mentiras por más que se repitan, por más grandes que sean o por más gente que las remache. Las mentiras se sustentan en la conveniencia de quien las pronuncia. El tipo de embustes que más me sorprende es el que se utiliza en los juicios que supuestamente buscan la ruta de la verdad para dar un veredicto con apego a justicia.

            En los Estados Unidos hay dos mexicanos que están allá por sus fechorías. A ambos, en su momento, se les ha dado trato de héroes y ahora que están en desgracia, nos enteramos de los horribles pecados que cometieron contra la nación. Uno es Joaquín Guzmán Loera y el otro es Genaro García Luna. El primero es un narcotraficante y el segundo fue secretario de Estado. A uno se le conoce como El Chapo y al otro se le dio el mote de Zar Antidrogas. Ambos eligieron una ruta que les extravió el camino del bien y están encarando cargos por los que enfrentó a la justicia fuera de la patria que los vio nacer.

            Ambos, Guzmán y García están en cárceles de los Estados Unidos, sometidos a las reglas penitenciarias a las que subyugan a las personas que violaron la ley y se les procesa por haber hecho mal. Estoy segura de que ninguno de estos dos compatriotas la está pasando bien en su encierro. De hecho, Guzmán Loera quiere que lo regresen a México porque allá lo están maltratando mucho y acá le dispensan un mejor trato. ¡Pobre! Por su parte, quienes han tenido la oportunidad de ver a García en el tribunal sostienen que se le ve envejecido, canoso, flaco. ¡El muy bellaco!

            Y, claro que para que las mentiras crezcan se les tiene que fertilizar con un poco de verdad. Yo estoy segura de que estar en la cárcel no es como una tarde en un spa. También es verdad que todo ser humano tiene que ser tratado con respeto y dignidad, independientemente de los errores que haya cometido, a pesar de la envergadura de sus delitos ya que hacerlo de otro modo nos pondría a la misma altura que los delincuentes y no se trata de eso.

            Por supuesto que un mexicano, incluso un mexicano delincuente, merece la atención del Estado mexicano si sus derechos están siendo pisoteados —cosa que habría que comprobar—. Por supuesto que, desde la perspectiva presidencial, no es lo mismo que lo mesmo. El pobrecito de Joaquín Guzmán Loera merece toda la consideración que se le pueda dispensar mientras que el criminal malvado de Genaro García Luna merece ser castigado con toda la fuerza de la ley. Como dijera Juárez: “al amigo trato amable, al enemigo la ley”.

            Yo no sé quién será más malvado, si Guzmán o García y por fortuna no me toca determinarlo. Lo que sí sé es que estos personajes no deben de ser tratados como si estuvieran en un concurso de popularidad. Es curioso cómo, para el Estado mexicano, todos los ciudadanos del país debiéramos ser iguales, pero en la 4T tienen muy claro que, aunque todos somos del mismo barro, no es lo mismo bacín que jarro. Al Chapo se le ve con condescendencia y preocupación y a García Luna con desprecio y resentimiento.

            Con este tema todos salen espinados, ¿por qué el presidente de la República se preocupa tanto por un narcotraficante y no por un expolicía? En ambos casos existen aspectos vitales para comprender la violencia, impunidad y corrupción de nuestros políticos, así como el turbulento y manipulador ejercicio de la justicia norteamericana. En el centro de todo este nubarrón hay muchas mentiras y unos pocos destellos de verdad. Lo que me queda claro es que ninguno de ambos personajes son lo que nos quieren hacer ver y que en los procesos que Guzmán y García han enfrentado, la mentira ha brillado fuerte y se ha escuchado claro.

            Ni la bondad de El Chapo Guzmán ni la de García Luna son para andarse presumiendo, tampoco su aspecto criminal. Si el Estado Mexicano decidió extraditarlos y hacer que un par de connacionales fueran puestos en manos de los Estados Unidos, más valdría apechugar esa decisión —total, ya se tomó y está fuera de su alcance— y enfocarse en lo que sí pueden arreglar. Esto no es un concurso de popularidad. Lo cierto es que alrededor de estos personajes hay muchas mentiras y muy pocas verdades.

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