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El problema del gas L.P. y el mercado

Opinión

Cecilia Durán Mena - Las ventanas

En Economía, una de las primeras lecciones que se aprenden es cómo determinar un precio. En palabras sencillas, si imaginamos un eje cartesiano, el eje de las x se grafica la cantidad (q)y en el de las y el precio (p). Esa representación sintetizada es el mercado, en el que confluyen dos actores: los que quieren comprar (es decir la demanda) y los que quieren vender (la oferta). Estos participantes tienen intereses distintos, los que compran quieren precios bajos, los que venden quieren altos. El precio de equilibrio es el punto en el que compradores y vendedores coinciden y se lleva a cabo la transacción. Uno adquiere lo que necesita y otro vende lo que ofrece. Los movimientos arbitrarios del precio generan problemas en el mercado. Justo eso está sucediendo con el gas L.P.

Cuando no se siguen las reglas del mercado y se trata de mover el precio y la cantidad en forma artificiosa, hay mano negra. Es decir, se generan precios artificiales que distorsionan las operaciones y generan más problemas que beneficios, tanto a compradores como a vendedores. La razón es simple, si a un vendedor lo obligan a vender más barato de lo que puede hacerlo, esconderá el producto. Si a un comprador le ofrecen un artículo a un precio impagable, no logrará obtenerlo. De igual manera, si a un productor lo fuerzan a ofrecer su producto a un precio no conveniente —que le genere perdidas— no saldrá al mercado y el consumidor pierde porque no conseguirá aquello que necesita.

Adam Smith propuso desde 1776, en su libro “La riqueza de las naciones”, que fuera el mercado a través de la mano invisible el que determinara el precio y la cantidad necesaria para que se lleve a cabo la transacción. Cuando llega un agente externo a tratar de controlar los movimientos del mercado, se dan precios y cantidades artificiales que provocan perversiones que derivan en mercados negros y actividades ilegales. Es preferible que sea la mano invisible la que entre en juego que la mano negra que contamina las actividades.

El control de precios del gas LP es un ejemplo de esas manipulaciones del mercado y, por lo tanto, puede generar más problemas que beneficios, por una sencilla razón: los precios afectados distorsionan los mercados, ya que no se consideran los costos reales requeridos para ofrecer el producto. Los perjuicios se desencadenan y tienen un efecto multiplicador en cascada. Los distribuidores de gas L.P., en este caso son los oferentes. Si se les intenta manipular el precio, dejarán de acudir al mercado, de invertir en infraestructura, se les pone en riesgo y hay doble afectación.

Se afecta a los distribuidores que no generan las utilidades necesarias para seguir en el mercado y también a los que quieren comprarlo porque se provoca escasez. La escasez causa que quien necesita el producto y pueda, esté dispuesto a pagar más y el que no pueda, se quede sin el satisfactor que requiere. Así, bajar los precios en forma despótica y autoritaria, lejos de beneficiar al consumidor lo afecta en el corto y en el largo plazo.

Ya sabemos que al presidente López Obrador no le interesan los términos económicos. No importa, las reglas del mercado son vigentes con independencia de los intereses presidenciales. Alguien debiera explicárselos a él y a la gente que está en su gabinete. La Secretaría de Energía publicó en el Diario Oficial de la Federación la “Directriz de Emergencia para el bienestar del Consumidor de Gas Licuado de Petróleo”, donde pide al regulador energético que establezca una metodología para fijar precios máximos en un plazo máximo de tres días, y la cual tendría una vigencia de seis meses. Eso es mano negra.

¿Qué pasa cuando quienes distribuyen legalmente se ven afectados por este tipo de medidas? Se genera mercado negro, se estimula la venta ilegal y se promueve el robo de combustible para que se venda a menor precio como “huachigas”. Eso es perverso, además de avivar una distribución delincuencial con todos efectos colaterales de destrucción del tejido social; se le da una explicación equivocada al consumidor. El precio del gas L.P. no representa una utilidad directa a los distribuidores que tienen costos y gastos que deben solventar. Además, la Comisión Federal de Competencia Económica señaló que esta medida es contraria al mecanismo establecido en la Ley de Hidrocarburos, ya que se requiere de una declaratoria de ausencia de condiciones de competencia por parte del ente antimonopolios como condición necesaria y previa a una regulación de precios. En fin, hay una tentación de meter la mano negra en terrenos de la mano invisible.

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