Miércoles, 11 Diciembre, 2024

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El reto actual de los padres y de las madres

Opinión

Gaudencio Rodríguez Juárez

El mundo acelerado que vivimos nos ha llevado a la renuncia de las cosas que realmente valen la pena, por ejemplo, la convivencia con las hijas e hijos, y con las personas en general.

Estamos inmersos en pautas de consumo que nos llevan a trabajar más, para tener más, para ser más. Pero, ¿para qué tener más? ¿Para ser más que quién? ¿Según quién?

Pero no sólo es un asunto individual ni de voluntad. Encontrar el equilibrio entre familia y trabajo también es todo un reto debido a que el sistema económico vigente deja poco espacio para la vida en familia, para la crianza afectiva, efectiva y eficiente, debido a que su dinámica aleja a las madres y padres de las hijas e hijos debido a las largas jornadas de trabajo que en muchos casos rebasan las estipuladas por el marco jurídico vigente.

En otros casos, las madres y los padres después de cumplir con su jornada laboral se ven exigidos a llevar trabajo a casa, o a contestar mensajes, obligándoles a desconectarse de sus familiares para conectarse a un aparato para poder dar respuesta a demandas laborales que hoy a través de las tecnologías de la información se han metido al hogar. Sí, el trabajo ha invadido ese espacio personal e íntimo que es el familiar. Ha traspasado las paredes del hogar fracturando las relaciones familiares.

Por otro lado, el Estado y el gremio empresarial, en lugar de generar estrategias que promuevan los vínculos parento-filiales, generan medidas que van en sentido contrario. Por ejemplo, en los últimos años, sobre todo en épocas de campañas políticas, en nuestro país se viene hablando de alargar los horarios de las escuelas, de crear proyectos de estancias o espacios a donde las niñas y niños puedan ir después de la escuela para que sus madres y padres puedan seguir trabajando. Proyectos que son ofertados en beneficio de la niñez y aplaudidos por la sociedad. Pero la pregunta es: ¿realmente es en beneficio de las niñas y niños?

Este tipo de medidas pueden ser una opción momentánea y de emergencia para retomar el equilibrio entre familia y trabajo en ciertos sectores de la población, para que muchas niñas y niños no estén solos en sus casas mientras sus madres y padres trabajan. Pero el riesgo es instituirlas y eternizarlas bajo el argumento que es en beneficio de la niñez.

En realidad, lo que las niñas y niños en la primera infancia necesitan es convivencia familiar y comunitaria, un nicho familiar donde poder aprender las habilidades para la vida, el manejo de su cuerpo (donde se encuentran sus emociones, impulsos, sentimientos, sensaciones), la adquisición de seguridad, confianza y fortaleza para explorar y enfrentar las vicisitudes de la vida, así como un patio, una calle, un barrio seguro donde se pueda jugar y deambular con otras niñas y niños.

Es en esto en lo que deberíamos de estar trabajando como sociedad y gobierno. Lo otro, las estancias, guarderías o escuelas con horarios prolongados son medidas que institucionalizan a las niñas, niños y bebés. No debemos perder de vista que es el entorno familiar el que puede garantizar el sano desarrollo infantil. Es el crecimiento en un entorno de este tipo el que debería quedar garantizado, de acuerdo con la Convención sobre los Derechos del Niño. Y las instituciones deberían ser un apoyo solamente.

Desafortunadamente, en la actualidad no pocas niñas, niños y bebés pasan más tiempo de su vida diurna en instituciones (estancias infantiles, escuelas, etcétera) que en su hogar.

No es fácil equilibrar la vida familiar y la laboral. Es una tarea que requiere el compromiso de múltiples actores: el gobierno y sus instituciones, necesarios para hacer que se respeten las jornadas de trabajo. Las empresas generando modelos que faciliten la conciliación familiar y laboral. Y los propios individuos, bajándole el ritmo a la vida: consumir menos para gastar menos, y poder gozar de lo más valioso: el propio tiempo, tiempo para ser testigos y disfrutar de lo momentáneo, por ejemplo, la sonrisa de las hijas e hijos; la adquisición de su nueva habilidad o logro; ayudarle con su error; dar y recibir un abrazo suyo; escuchar su canto espontáneo detonado por el sólo hecho de sentirse seguro y contento porque estamos a su lado.

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