El soporte de la escritura
Múltiples materiales se han usado a lo largo de la historia para plasmar signos, que hoy conocemos como escritura, hasta llegar a los actuales registros electrónicos. Por supuesto, esos materiales reflejan la evolución de la sociedad.
El más antiguo soporte del antecedente de la escritura es la roca en las cuevas. Aunque su perdurabilidad ha sido por siglos, considero sumamente improbable que eso hubera sido uno de sus propósitos.
El plasmar en cuevas un registro representativo de escenas de su vida cotidiana –para comunicar intenciones para el momento específico–, se debió a la seguridad del lugar. Refugiados, apartados del acecho de depredadores, por supuesto daba la oportunidad de transmitir ideas o propósitos con toda tranquilidad. La perdurabilidad la dieron los materiales y el resguardo de la intemperie como una casualidad.
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Heredar el conocimiento, la experiencia, corrió siempre el riesgo de durar tan solo en la generación que lograra algo importante. Transmitir información de padres a hijos ofrece la opción de la perpetuación generacional. Sin embargo, su fidelidad es incierta. Es decir, es un hecho comprobable la alteración del mensaje original tanto de quien trasmite como de quien recibe.
Esa modificación no siempre podría corresponder a algo negativo: tratar de explicar algo, lleva también a la comprensión o profundización racional de un asunto. Sin embargo, no siempre sucede así. De ahí la conveniencia de un registro que garantizara la mayor perdurabilidad.
La historia registra diferentes materiales que van de inorgánicos: piedras (pintada o labrada), barro (crudo o cocido); vegetal: cera y cortezas (en diferentes procesos: papiro y amate); y animal: pergamino (becerro, oveja y cabra, en diferentes etapas de crecimiento, incluidos los nonatos) y hasta piel humana (como los tatuajes).
Cuando la perdurabilidad no era importante, la humanidad recurrió a tablillas de barro no cocido (babilonios) y cera (Grecia y Roma). Su ventaja era que podían reutilizarse, es decir, borrar su contenido y volver a escribir sobre ellas. Su uso se limitó a aprender a escribir, a cuentas momentáneas o a mensajes personales (como las cartas). La ventaja del barro (que no todas las tierras ofrecen el mismo resultado) es que de producirse un documento de interés para conservar, se cocía. No obstante, su cuidado debía ser mayor por el riesgo a romperse (como sucede con el ladrillo).
Así, se buscó afanosamente su bajo deterioro (por insectos, hongos o ambiente). Los mejores productos fueron el papiro y el pergamino. El papiro era un producto egipcio, obtenido del junco. Esta variedad vegetal al no ser muy común en otros lares, resultó una mercancía valiosa. El pergamino se desarrolló a partir de la negativa de los egipcios a abastecer de papiro a Pérgamo (Turquía). Por eso, estos debieron recurrir a la piel y surgió el pergamino.
La piel humana también sirve para la conservación de un texto. En las guerras del Peloponeso (griegos y persas). El general ateniense Histieo mandó un mensaje a Aristágoras, rey de Mileto, tatuado en el cuero cabelludo de un hombre. Cuando le creció el cabello lo envío. Eso sirvió para derrotar a los persas
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JRP