Miércoles, 11 Diciembre, 2024

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Hacer equipo para la crianza

Opinión

Gaudencio Rodríguez Juárez

La familia se ha considerado como un grupo fundamental de la sociedad y medio para el crecimiento y el bienestar de todas las personas que integran cada familia, y en particular de las niñas, niños y adolescentes.

En el preámbulo de la Convención sobre los Derechos del Niño (sic) (CDN) se reconoce que el niño y la niña, “para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, debe crecer en el seno de la familia, en un ambiente de felicidad, amor y comprensión”.

En el contexto actual, encontramos una gran pluralidad de composiciones de familias, y todas tienen algo en común: la capacidad y potencial para cubrir las necesidades de las personas que las integran.

Significa que para garantizar el sano desarrollo de las niñas, niños y adolescentes no importa si se trata de un hogar familiar (nuclear, ampliado o compuesto), o un hogar no familiar (por ejemplo, una familia de acogida), importan las capacidades o competencias parentales de las personas adultas a cargo, importan las actitudes y la forma de interaccionar en las relaciones entre madres/padres e hijas/hijos, importa la capacidad de aquellas/aquellos para prodigar amor, consideración y respeto a estas/estos, importan las oportunidades para la crianza que ofrece el entorno.

Es por esto que las personas adultas a cargo de hijas e hijos deben recibir la asistencia necesarias para poder asumir plenamente sus responsabilidades dentro de la comunidad.

El desconocimiento o no reconocimiento de las diversas familias puede traer como consecuencia discriminación y exclusión. De ahí la importancia de su reconocimiento y sobre todo aceptación.

La crianza es compleja —no necesariamente complicada, esto depende, en buena medida, de las competencias parentales y de las oportunidades del entorno, como quedó dicho antes—, prolongada —dura alrededor de dos décadas, tiempo necesario para dotar a las hijas o hijos de los recursos para la autonomía— e intensa —toda vez que está en juego el factor humano, con su emocionalidad y racionalidad—, razón por la cual, para criar se requiere de todo un equipo en acción coordinada, así como de una comunidad presta a colaborar.

Al tratarse la crianza de un proceso largo, complejo y por momentos cansado, una o dos personas no son suficientes para tal labor. Hace falta la construcción de un el equipo parental.

Pero, ¿qué es un equipo parental? De acuerdo con la experta en el tema, María José Rodrigo López (2015), se trata de aquel equipo que está constituido por todas aquellas personas implicadas en el cuidado y educación cotidiano: la pareja (coparentalidad), abuelas/abuelos, exparejas, etcétera (parentalidad complementaria). Todas estas personas funcionando de manera coordinada y respetuosa: identificando, aceptando y desempañando sus funciones, roles y facultades, poniendo en el centro las necesidades de la niña, niño o adolescente y actuando siempre en el interés superior de ellos.

La crianza se refiere a todas aquellas actividades desarrolladas por las madres, padres o personas cuidadoras de niñas, niños o adolescentes, encargadas de cuidarles y educarles, así como de promover su socialización.

Desde el punto de vista evolutivo-educativo, la crianza tiene múltiples funciones para con las hijas e hijos. Algunas de las más importantes son:

- Asegurar su supervivencia y su crecimiento sano.

- Aportar el clima afectivo y de apoyo emocional necesarios para que se desarrollen psicológicamente de forma sana.

- Proporcionar la estimulación que les dote de capacidad para relacionarse de forma competente con su entorno físico y social.

- Tomar decisiones respecto a la apertura hacia otras personas y contextos que compartirán con la familia la tarea educativa y socializadora de la niña, niño o adolescente. Entre todos estos contextos destaca especialmente la escuela.

Los retos de la crianza exigen que la pareja o personas a cargo funcione como un equipo; de no lograrlo será muy complicado hacer frente a todos los retos y dificultades que pueden aparecer en la vida cotidiana.

Gaudencio Rodríguez Juárez

Psicólogo / [email protected]

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