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Himnos musicales de México

Opinión

María Guadalupe Meza López

A Jorge Negrete (1911-1953), “El charro cantor”, se le identifica como “el intérprete” de “México lindo y querido” (1945). Composición del michoacano Chucho Monge (1910-1964), que inicialmente sólo se llamó “México lindo” y devino en uno de los himnos musicales representativos del pentagrama tradicional mexicano en el mundo. Varias anécdotas se cuentan en torno de este piropo nacionalista, que tuvo dos intérpretes anteriores a Negrete, el dueto de Rosario Morales y Eva Rodríguez y al Trío Tariácuri. Y se escuchó por primera vez en la pista sonora de la película “El niño de las monjas” (1944), producción para la cual Chucho Monge la compuso por encargo.

Sin embargo, la circunstancia por la cual alcanzó popularidad, fue cuando el insigne guanajuatense la cantó en la película “Siempre tuya” (1952), dirigida por Emilio “El indio Fernández” (1904-1986), con la participación de Gloria Marín (1919-1983) y Tito Junco (1915-1983); entre más actores. Y, más aún cobró rotunda fama, cuando Negrete murió en el extranjero y se recurrió a “México lindo y querido” como mensaje musical de honra y despedida de este astro de la “Época de oro” del cine y la música mexicanos.

Posterior a Negrete, otras dos versiones se popularizaron, una en la voz de Vicente Fernández (1940-2021) y otra más grabada por su hijo Alejandro Fernández. Quien acostumbra cantarla en sus presentaciones nacionales y, muy particularmente, en sus conciertos internacionales; como ha sucedido en diversas ocasiones en el Festival de Viña del Mar, de Chile y en otros escenarios mundiales. 

En tanto que, del mismo Chucho Monge, “La feria de las flores” -internacionalizada por Lola Beltrán en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México, el Olimpia de París, la Sala Chaikovski de Moscú y la Plaza 12 de octubre de Leningrado-, se constituye en otro himno, que canta las virtudes de la fiesta tradicional y folklórica de México.   

En el mismo trono musical de los himnos de México tenemos al “Cielito lindo”. composición del xochimilca Quirino Mendoza (1862-1957), que se canta de memoria y su proverbio deviene en la conseja popular: “Canta y no llores”. Asimismo, es infaltable en el repertorio del mariachi, la banda de viento, la banda norteña, los tríos e incluso algunos jazzistas han grabado versiones de este. Así, el “Cielito lindo” resulta una icónica referencia de identidad y un argumento musical para México. Por ello, también consta su presencia en la banda sonora de múltiples filmes, series televisivas, cortometrajes y otras producciones mediáticas. Incluso se ha escuchado en la ceremonia previa de estelares peleas internacionales de box y en los partidos de fútbol. En tanto que, entre sus numerosas versiones, brilla el recuerdo sonoro de la grabación realizada por el ídolo popular Pedro Infante (1917-1957).

Por otro lado, de la representatividad nacional concentrada en el vals “Sobre las olas”, del compositor guanajuatense y padre de la música mexicana Juventino Rosas (1868-1894), es notable su presencia rítmica que sustenta el alma de la tradición musical de México. Ya que, como sabemos, el vals es el formato rítmico de la canción ranchera y de la música popular mexicana en general; como se aprecia en “México lindo y querido”, “Cielito lindo” y miles de títulos más. Y, como lo constató el filarmónico zacatecano Manuel M. Ponce (1882-1948), con los distintos arreglos creados por él para la música popular, particularmente para el vals “Las mañanitas”.

En la historia de la música mexicana, el genio otomí Juventino Rosas logró concebir una composición con ímpetu propio y diferenciado de la originaria danza europea. En virtud de esto, la universalidad mexicana del vals “Sobre las olas” le coronan entre las cien composiciones más escuchadas en el mundo. Además, el completo de su obra de valses, chotises, polcas, mazurcas y danzones, ubican al mexicano creador como influyente en el arte musical en igual parangón otorgado a los compositores europeos Mozart, Beethoven, Bach, Chaicovski y Johann Strauss hijo; entre otros célebres. De este último, su famoso vals “Danubio azul”, fue seleccionado junto con “Sobre las olas”, como composición digna de inmortalizarse y ser comercializada en el histórico disco de 78 rpm, de 1934; editado por la inglesa Columbia Gramophone Company, con el sello Regal Zonophone y el título en inglés “Over the waves”, catálogo número: MR2347. Aquí, ambas joyas fueron interpretadas por la Orquesta Tzigane; The Blue Hungarian Band.

Mientras que, en México, “Sobre las olas” alcanzó difusión nacional a través del filme homónimo, dirigido en 1950 por los hermanos Rodríguez y protagonizado por Pedro Infante.

Por fortuna, más himnos se inscriben con letras de oro en la memoria colectiva de los mexicanos y forman el rostro musical de México en el orbe sonoro contemporáneo. Para concluir, citamos “El Jarabe tapatío”, del jalisciense José de Jesús González Rubio (1800-1875) y “El Son de la negra”, de Blas Galindo (1910-1993). Además, del tapatío José Pablo Moncayo (1912-1958) “Huapango”, inspirado en los sones tradicionales de Alvarado, Veracruz; “Marcha de Zacatecas”, del contador porfirista Genaro Codina (1852-1901); “Cucurrucucú paloma”, del zacatecano Tomás Méndez (1927-1995); “15 de septiembre”, “El rey”, “Si nos dejan”, del guanajuatense José Alfredo Jiménez (1926-1973); “Júrame”, de la guanajuatense María Grever (1885-1951), “Dime que sí”, del hidrocálido Alfonso Esparza Oteo (1894-1950); “Mi ciudad”, del capitalino Guadalupe Trigo (1941-1982); “Vereda tropical”, del tapatío Gonzalo Curiel (1904-1958) y “Bésame mucho”, de la jalisciense Consuelo Velásquez (1916-2005). Este último, es el bolero mexicano identificado como “La canción del siglo XX”, pues registra récord de versiones en otros idiomas y en diversos géneros musicales.

Ayer y hoy, los himnos musicales de México son un palimpsesto cotidiano. ¡Hasta el próximo palimpsesto!

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