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Incendiar la pradera

Opinión

Héctor Andrade Chacón - Sociedad y economía

La reforma constitucional en materia eléctrica presentada por la Cuarta Transformación desde Palacio Nacional ha logrado unir a los partidos políticos rivales en el Congreso de la Unión… Americana.

El asunto escala día a día y no puede verse solamente envolviéndose en una raída idea de nacionalismo y soberanía, porque esta vez hay compromisos que firmó el propio presidente Andrés Manuel López Obrador con sus homólogos de los Estados Unidos y Canadá, el llamado T-MEC, donde se articula la interacción económica entre las tres naciones y sus capitales en diversos sectores.

Los defensores a ultranza de Palacio Nacional señalan que solo importan los intereses nacionales, aunque no definen qué entienden por estos en el contexto de la sociedad mexicana de ahora. Y podría dárseles crédito, si es que no hubiera esa vinculación legal entre los tres países. La oportunidad de no ceñirse a este tipo de interacción económica, forjar el bloque norteamericano, la dejó ir el propio presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, cuando el expresidente estadunidense, Donald Trump, abrió la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y hasta ofreció cancelarlo. Pero, se optó por darle luz verde al T-MEC y ahí hay reglas claras sobre la inversión extranjera, no nada más de la de Estados Unidos o Canadá hacia México, sino de México en sus socios comerciales. Es decir, el entramado legal es de un lado a otros. Y si alguien rompe lo acordado, pues hay sanciones y reparaciones.

Por eso, en Washington ya hay unidad entre los partidos demócrata y republicano sobre lo que avizoran con la política energética del gobierno de la 4T. Ellos entienden que lo alcanzado en el T-MEC se hizo bajo el concepto de un acuerdo interno, primero, entre las fuerzas políticas, para empujar como una sola fuerza hacia las naciones vecinas.

Congresistas estadounidenses le pidieron a Ken Salazar, embajador de Estados Unidos en México, plantear al gobierno de México que cumpla con los principios claves del tratado comercial con Estados Unidos, México y Canadá (T-MEC).

La visita del exsecretario de Estado estadounidense, John Kerry, a México hace un par de días, para hablar sobre medio ambiente. No fue para avalar sin cortapisa el programa de reforestación del gobierno mexicano en los estados sureños, con la idea de que se haga lo mismo en Centroamérica, sino para decirle al gobierno de AMLO que bajo las reglas del TMEC, la industria energética debe ser limpia y con respeto a los acuerdos signados. Esto incluye el papel de reguladores y de los inversionistas privados, interés primario que, resulta obvio, defiende Estados Unidos por lo que toca a los suyos.

¿Hasta dónde llegará la obcecación en Palacio Nacional y su partido por imponer una reforma constitucional como la que plantean, de corte estatista, a un altísimo costo, antes que normar para acabar con los abusos que señalan como base de su reclamo? Está por verse. Lo cierto es que el tema está usando el capital del presidente, en busca de dividir a la oposición, primordialmente en el PRI, al que quisiera absorberlo en su totalidad en Morena para refundarlo a imagen del de 1970, pero, bueno, es 2021 y eso apareja muchos problemas.

Los priistas han podido ver la suavidad de Morena, que no quiere ceder un ápice en la aprobación de la miscelánea fiscal 2022 y la Ley de Ingresos federal. Usarán su mayoría para no impactar ninguna de las 300 reservas hechas por la oposición. No los escucharán ni verán, sacarán el proyecto de Palacio Nacional antes que atender a sus representados. Pero eso sí, cabildean para ver cómo si los convencen para que jalen con la reforma constitucional en materia energética, ahí si hay mano suave y priistas como Rubén Moreira se las palpa.

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