Inflación y crimen
Era de esperarse y lo sorprendente es que no haya sucedido antes. El fantasma de la inflación en México se pasea con toda tranquilidad por nuestras calles y caminos. Ha llegado a los niveles más altos en dos décadas. Es verdad, no tenemos la exclusividad y tal como sucede en prácticamente todo el mundo, el aumento de precios tiene múltiples detonadores. Algunos ponen su origen en el efecto de la pandemia, otros en la ruptura de las cadenas de suministro. En México, además de esos detonantes existen otros factores que la están causando.
Con la inflación el dinero pierde su valor. En nuestro país, no puede mirarse de soslayo el crimen. La carestía viene en parte por el impulso de las acciones del crimen organizado, que ha comenzado a adueñarse del mercado legal de alimentos. En los periodos de inflación, la gente se desespera, los sueldos y salarios no alcanzan por lo que está dispuesta a pedir prestado y más reacia a prestar. La inflación empuja los precios hacia arriba y cada vez hay menos gente que puede satisfacer sus necesidades. Los daños que causa la inflación por sí misma son fatales y si a eso se le suma el elemento del crimen, el escenario empeora.
A nadie sorprende enterarse de que la delincuencia, encima de traficar drogas y personas está robando mercancías de toda índole. Además, está imprimiendo perversiones al mercado que alteran el movimiento natural de la oferta y la demanda que determinan el precio y la cantidad. El crimen está interfiriendo en la producción, distribución y venta de productos como pollo, carne, leche, huevo, tortilla, refresco, cigarros y cerveza. Y si eso nos pareciera poco, también muchos empresarios tienen que pagar derecho de piso.
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La inflación complica la vida cotidiana de la economía. Tiene costos difíciles de sufragar. La criminalidad rampante es un problema con el que ya no se puede lidiar. Hay pocas formas de protegerse de una alza de precios errática y sostenida, pero existen. ¿Qué hacemos con un grupo de criminales que no tienen freno ni medida? Tal vez, ya sea tiempo de explicarles que, de seguir por ese camino, nos estamos acabando a la gallina de los huevos de oro. Si la criminalidad sigue creciendo y asesinan a toda la gente buena, si se acaba con los proyectos de emprendimiento y con los empresarios se les terminará el negocio a ellos también.
En el colmo del sinsentido, van destruyendo sin darse cuenta de lo difícil que será reconstruir. Según los datos del Observatorio Nacional Ciudadano, la criminalidad ha afectado la operación natural del mercado y le ha pegado a las poblaciones de los quinientos municipios más pobres del país, imponiendo derecho de piso y cuotas a comerciantes, transportistas e incluso a campesinos. Si no aportan, los amenazan con matar a quienes se opongan o de quemar sus negocios.
Con sus acciones delictivas están activando círculos destructivos. Están acabando con la actividad producriva y comercial, provocan escacez que ha elevado los precios al consumidor. A las cuotas y el derecho de piso se le suman el robo al transporte de carga que incide en la elevación de los costos de producción y distribución de mercancías, misma que inevitablemente llega al comprador final. El Observatorio Nacional Ciudadano indicó que las denuncias por extorsión, en sus diversas modalidades, crecieron casi el treinta por ciento en los últimos doce meses.
Aunque el presidente Andrés Manuel López Obrador ha reconocido el crecimiento de la extorsión, su gobierno no tiene un plan específico para combatirla. En Palacio Nacional insisten en mirar al pasado en vez de operar el presente. La 4T anda promoviendo corcholatas en vez de dar soluciones. La urgencia del desmoronamiento social requiere que alguien tome el timón para arreglar tanto de lo que está afectando a México. El fantasma de la inflación se pasea con toda tranquilidad por las calles y caminos de nuestro país y el crimen, también.