Domingo, 12 Enero, 2025

9 ℃ Guanajuato

La amargura de los que compraron espejitos

Opinión

Editor Web

Hay una amargura que recorre al mundo. Es este regusto desagradable que queda en aquellos que decidieron creer en palabras seductoras que no tenían sustento y les cayó la realidad encima. Por un tiempo, los boquiflojos se pusieron de moda. Los discursos populistas se pronunciaban con un cinismo que por un lado seducía y por el otro asustaba. Y, como sucede con los encantadores de serpientes, lograron convencer a pesar de que se notaba que lo que prometían era imposible de hacerse realidad. 

Así fue como el Brexit se concretó. Muchos ciudadanos británicos se dejaron convencer de que separarse de la zona Euro les resultaría mejor porque muchos migrantes les estaban quitando las oportunidades de trabajo y empezaron a creer que sus aliados más que amigos eran una fuente inagotable de amenazas. Y, con esa visión parcial del porvenir, marcharon alegremente al desfiladero. Si ya se anticipaba que las cosas se iban a poner difíciles en el Reino Unido, la pandemia les empeoró todo y las consideraciones frente a la nueva cepa de Covid no les juega a su favor.

La realidad del Brexit es que la mitad de los exportadores británicos están experimentando graves dificultades con la etiqueta roja y la disrupción de la frontera. Las nuevas reglas están complicando las operaciones a las empresas en ese lado del Canal de la Mancha. Según el diario The Guardian, son cuatrocientos setenta corporaciones las que están solicitando ayuda urgente del gobierno para sobrevivir.

La chabacanería de Boris Johnson, la sobre simplificación de los problemas y la facilidad con la que prometió soluciones hoy se topa con la dureza con la que el Primer Ministro dice: “No debiera ser el caso de que las empresas se rindan ante las primeras adversidades”. Como si sólo se tratara de echarle ganas para poder competir. La miopía del populismo, la cortedad de sus promesas se corresponde con el grado de abandono que sufren aquellos que se dejaron seducir por palabras huecas.

Evidentemente, la comisión europea ha dictado cambios y protocolos para que el Reino Unido deje de gozar de los privilegios que tenían cuando formaban parte de la Zona Euro. Si querían aislarse, lo lograron. Claro, las derivaciones de hacerlo no están siendo gloriosas en absoluto. El director del Banco Central de Inglaterra ataca a Bruselas por insistir en cerrarle los cerrojos de la puerta a la Gran Bretaña. ¿Pues qué no era eso lo que querían? Cuidado con lo que deseas porque se te puede conceder.

El reloj sigue su camino y los embarques que van de Reino Unido a Europa buscan una forma de llegar a tierra firme. El frenón que le están poniendo a la economía y las catastróficas secuelas eran evidentes, pero votaron a favor del Brexit sin saber en lo que se estaban metiendo. Los discursos separatistas, las palabras que aíslan, las necedades de mandatarios, la frivolidad de los que toman las decisiones y la indolencia de los políticos hoy tienen al archipiélago británico con los dedos adormecidos después de que ellos mismos se cerraron la puerta sin quitar la mano.

Si se detiene la rueda económica, si se ralentiza la actividad de la población no podemos esperar flores y caminos perfumados. Los resultados son los que se avizoraban a pesar de que se prometieron bombones a los ciudadanos del reino. El regusto es amargo y esto es sólo el principio. Hay palabreros que prometen maravillas. Sus palabras son brillantes, pero hay que tener cuidado: los populistas venden espejitos y los quieren cobrar con oro. Luego, cuando no pueden cumplir sus promesas, miran a otro lado. Por eso la desilusión y la amargura de tantos.

Temas

  • Cecilia Durán Mena
  • Las ventanas
Te recomendamos leer