Viernes, 10 Enero, 2025

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¿La delincuencia doblega a la iglesia?

Opinión

Eliazar Velázquez - Divisadero

¿La delincuencia doblega a la iglesia?

En días recientes Correo consignó que el Vicario General de la Diócesis de Querétaro Martín Lara Becerril, informó que en San José Iturbide algunas parroquias han considerado dejar de ofrecer misas, sobre todo por la noche, como consecuencia del clima de violencia. Hizo referencia a la cabecera, así como a El Capulín y El Galomo, localidades muy relevantes, en las que según su relato los sacerdotes afirman que la inseguridad les ha afectado.

Esta postura de un alto clérigo de esa Diócesis que se extiende a todo el noreste guanajuatense es de tomar muy en cuenta porque toca una fibra social sumamente sensible, y es que por más que las autoridades pretendan maquillarlo o minimizarlo, los habitantes de ese municipio y también los cientos o miles de la región que por las empresas instaladas en su territorio diariamente ahí circulan y transitan, pueden dar cuenta de cómo la delincuencia y la violencia los afecta y ensombrece. Basta preguntar a cualquier mamá iturbidense y se confirmará, por ejemplo, que el mundo de los niños, sus hábitos y sus espacios han sido gravemente dañados. Este municipio es una muestra fehaciente de que la mayor circulación de dinero y la elevación de los estándares de bienestar material, así como los concibe la derecha que gobierna la entidad, no desembocan necesariamente en dar a la vida colectiva mayor calidad, humanismo y calidez.

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Quienes tienen la posibilidad de contrastar el San José Iturbide de hace veinte años con el actual saben bien que en aquel entonces todos se conocían y se podía andar en las calles y plazas con tranquilidad, pero eso ya no existe más, ahora el miedo y la zozobra se han normalizado. La autoridad estatal y local basa su discurso de avances o retrocesos en el número de homicidios o hechos delictivos reportados oficialmente, pero ese es un argumento parcial y muchas veces un mero recurso para salir del paso y disfrazar lo grave de la situación, porque lo cierto es que la intranquilidad ya está sembrada en el ánimo de las personas, una de las frases más comunes en labios de los pobladores es “aquí también ya se puso muy feo”. Como igualmente, las dudas y sospechas en las Fuerzas de Seguridad ya vienen de tiempo atrás, pero tampoco se han disipado con la actual administración que encabeza Cindy Arvizu Hernández.

Lo que la iglesia ha dejado de hacer…

Si los liderazgos de la iglesia católica en ese rumbo se están acercando a los extremos de sentir en riesgo sus centros de culto, estamos ante un umbral crítico muy abismal, porque ya no extraña que pequeñas empresas o negocios cierren por amenazas de extorsión o asedio de los delincuentes, pero para la mayoría de la población ahí donde la autoridad no ha tenido capacidad y a veces ni la voluntad real de combatir la inseguridad, esos servicios espirituales son uno de los pocos asideros que le quedan sea como bálsamo, como blindaje, o hasta como consuelo, y si ya hasta eso está siendo cercado por la violencia generalizada quiere decir que los últimos reductos y más delicados pilares que sostienen la convivencia social se están colapsando.

Pero esta declaración del Vicario diocesano también resulta por demás significativa al tratarse de la tierra de origen de Monseñor Fidencio López Plaza, el actual obispo con sede en Querétaro, quien siempre ha reconocido en ese pueblo sus raíces, ahí tiene muchos de sus grandes afectos y ahí residen sus familiares.

Esta columna ha podido saber que el propio Obispo López Plaza que tomó a su cargo la Diócesis a finales de 2020, de tiempo atrás ya tiene este desasosiego por San José Iturbide, pues le ha tocado observar muy de cerca y en carne propia y de sus cercanos esta transformación acelerada que ha experimentado luego de haber sido un lugar pacifico, acogedor y con una identidad muy marcada. Y es que conoce el pulso de la cotidianidad de la gente sencilla, su papá don Domingo, ya finado, muy avanzado en edad todavía atendía una humilde tienda de abarrotes donde se podía disfrutar de un apacible descanso tomándose algún refresco y de amigables conversaciones sobre el devenir del pueblo. Pero también, por el perfil de la pastoral en la que siempre se ha situado este jerarca católico, uno de los temas que según fuentes consultadas no escapan de su campo de visión y reflexión, es hasta donde la propia iglesia ha sido omisa y no ha asumido cabalmente la responsabilidad que le corresponde frente a la creciente descomposición social. En el futuro próximo habrá que observar en qué se traduce esta preocupación autocrítica del Obispo la cual es muy trascendente, porque el liderazgo del que todavía ahí gozan los sacerdotes y las vigorosas estructuras con que cuenta no parece que hasta la fecha hayan sido potencializadas para desde su ámbito construir -de manera más decidida y frontal- contenciones a la violencia que todo lo está carcomiendo.

La postura que ha hecho pública el Vicario General es muestra de esos vacíos que ha dejado la iglesia, pues contemplar la posibilidad de reducir las misas como respuesta a la impunidad de los delincuentes es una vía para fugarse de la realidad. En lugar de alentar la esperanza y la dignidad, con eso se envía a la población un mensaje de miedo y de sometimiento.

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