Miércoles, 04 Diciembre, 2024

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La gravedad de un plagio

Opinión

Cecilia Durán Mena - Las ventanas

La gravedad de un plagio

Primero lo primero, plagiar es copiar una idea o una obra literaria, artística o científica de otro autor, presentándola como si fuera propia. En otras palabras, el plagio es la apropiación de algo que no es mío, es usar algo ajeno sin permiso para presumirlo como propio. En el ámbito académico, plagiar es robar. No es una nimiedad, es un acto grave que mancha la honorabilidad de quien presenta un trabajo, una tarea, una tesis con independencia si lo que se presenta es para ganar una calificación, pasar una materia u obtener un grado universitario. El que plagia engaña.

Las instituciones educativas y los profesores formamos a los estudiantes para que de manera honrada puedan desempeñarse bajo el amparo de una cédula o de un certificado. Si el alumno presenta a sus maestros un trabajo firmado con su nombre, asume su autoría, sustenta que lo está sometiendo a escrutinio y asume los resultados de su esfuerzo. Hay muchos pillos que buscan atajos en el camino de la formación profesional, hay malandros que engañan a los maestros, roban a sus compañeros y tienen la desfachatez de decir que son propios. No se trata de una travesura, es un acto de grave deslealtad académica. Claro está que el que falla en lo poco, fallará en lo mucho.

Por eso, el plagio de la ministra Yasmín Esquivel es tan grave que no importa qué y quiénes quieran minimizar la seriedad del acto. La desvergüenza tiene sus consecuencias y no se puede resguardar lo indefendible. Ella sabía lo que hizo y jamás debió permitir que la ambición le ganara. Quizás pensó que se saldría con la suya y el destino la alcanzó. Después del análisis hecho a la tesis de la ministra, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) emitió su conclusión: el trabajo sometido por la ministra de la Suprema Corte de Justicia es un plagio de la que se presentó un año antes por otro estudiante: Édgar Ulises Báez. Los cínicos suelen decir: vergüenza no es robar, sino que te cachen. Pues aquí, la vergüenza le llega por los dos flancos.

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Y puestos a analizar, si la tesis que se supone que fue redactada Yasmín Esquivel en 1987 para conseguir el grado de licenciatura en Derecho, “es copia sustancial de la original presentada en 1986 por el exalumno de la Facultad de Derecho [Báez]”—como se lee en un comunicado difundido por la universidad en la tarde de este miércoles, podríamos asumir que la señora robó su título académico. Es decir, es una ministra espuria, o sea, ilegítima. ¿O no es así?

Tristemente, las declaraciones del rector de la máxima casa de estudios, el doctor Enrique Graue, aseguran que la UNAM no tiene facultades para anular el título Yasmín Esquivel ya que la institución que tiene las competencias para esa toma de decisiones es la Secretaría de Educación Pública (SEP). Se entiende, por lo dicho por el rector que la normatividad universitaria “carece de los mecanismos para invalidar un título expedido por la Universidad Nacional, aún y cuando el plagio de una tesis esté documentado”. Ni hablar.

Claro que cuesta trabajo entender que, si un estudiante logra engañar a profesores e institución y se sale con la suya para finiquitar el trámite y conseguir un título, las cosas se queden así y ya. Por otro lado, quién va a ir a descolgar el título y a arrebatarle la cédula a la señora ministra. Aunque, más allá de mecanismos y de competencias, está el honor.

En este caso en particular, el regadero de la ministra Esquivel manchó su propia imagen y se llevó entre las patas a sus sinodales y a la institución que le emitió el título y en una de esas, a quien tanto la defiende. Ni modo, así fue. No se trata de ponerle fin a un escándalo desatado por un periodista, se trata de la indignidad de alto embrague para conseguir un título. No se trata de poner en evidencia a un alumno que copió en un examen, estamos frente a un caso de robo a un compañero al que le saquearon ideas, trabajo y esfuerzo.

El caso pinta y manca a la 4T de cuerpo entero ya que Esquivel era la apuesta personal del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, que no lo retiró el apoyo para ser la presidenta para la Suprema Cortea pesar de las denuncias. Encima y para peores vergüenzas, la señora no consiguió más que un voto a su favor frente a los seis de Piña.

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