“La guerra; elogio a la razón o la locura”
El momento actual que vive la historia de la humanidad, no debe apabullarnos ni la incertidumbre, ni la fragilidad, o la precariedad. En cada etapa de la historia de la humanidad ha tenido que sortear toda clase de dificultades, desde su aparición en el periodo paleolítico, hasta la edad contemporánea ha logrado superar los retos que implican vivir en sociedad; por eso no debe ser el miedo lo que nos defina o paralice para actuar adecuadamente.
Aristóteles señalaba que el miedo consistía en el dolor producido por la aparente presencia inminente de algo malo o negativo, acompañado de una sensación de impotencia para repelerlo.
Aun frente a los constantes ataques de los grupos de la delincuencia organizada, que buscan crear el terror en nuestro entorno, sabemos que el uso de la fuerza bruta, no puede sustituir a la razón. Cuando no existen argumentos que justifiquen las acciones irracionales como la guerra, potencias como Estados Unidos de Norteamérica y China, están sembrando el miedo, de manera irracional, casi esquizofrénica, provocándose unos a otros, convirtiendo al mundo en un teatro de la locura, convirtiendo a los países en actores con máscaras, donde la vida humana no es nada, más que un juego de locos; aun así debemos ser una ciudadanía capaz de pensar, razonar y actuar sin dejarnos arrastrar por el pánico.
Pero en nuestro país también la oposición pretende vendernos una versión maniquea, exagerada y terrorífica acerca del posible derrumbe de las libertades democráticas, como si México estuviese a punto de desaparecer; señalando al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, como el gran demonio, enemigo de todo lo bueno que hay en nuestro país. Para crear una distorsión cognitiva, una falsa premisa, para sembrar un pensamiento polarizado, que busca generalizar y bloquear el raciocinio, con base en creencias erróneas, que lleven a estados de ánimos alterados o exaltados y disfuncionales, en cualquier deliberación nacional, sin un verdadero análisis de los grandes retos que enfrentamos, con una simplificación negativa se hacen las víctimas de las circunstancias; con un bloqueo emocional, sin herramientas, ni argumentos, ni recursos suficientes para superar el rechazo en las urnas en las preferencias del electorado, parece que solo los mueve la envidia y el resentimiento de haber perdido el poder, como único motivo que pueden plantear.
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Afectados de una total rigidez mental, un pensamiento polarizado, después de casi 4 cuatro años de su derrota electoral, ya deberían haberlo superado, asumiendo una nueva perspectiva que los acerque a los ciudadanos, aceptando su corresponsabilidad en los problemas de impunidad, corrupción y pobreza que padecemos.
Negando el reconocimiento a todo lo que el actual gobierno realiza para alcanzar el estado de bienestar ante la desigualdad económica que se convierte en una amenaza seria que afecta la paz y la tranquilidad pública; afectando el mismo núcleo del funcionamiento de las instituciones democráticas, como son la prevención, procuración e impartición de justicia. Olvidando la solidaridad comunitaria, para construir una sociedad equitativa.
Pareciera que viven en mundos imaginarios como los que se describen en la obra ‘Elogio a la Locura’, de Erasmo de Róterdam, publicado en 1511. En sus páginas ironizaba las ventajas de la estulticia sobre la razón, describe cómo la ignorancia les hace más agradable la vida a los líderes (políticos y religiosos). Describe a la locura como hija de Pluto y Hebe, criada por la ebriedad y la ignorancia, con sus leales compañeros: la adulación (Kolakia), el narcisismo (Philautia), la demencia (Anoia), el placer (Hedone), la pereza (Misoponia), la molicie, el sueño profundo (Egretos Hypnos), el olvido (Leteo) y la voluptuosidad.
El gobierno no logra generar confianza a la que Fukuyama (1995) define como la expectativa que se genera en la sociedad con un comportamiento ordenado, cooperativo, previsible, basado en normas compartidas por todos sus miembros, en sus valores profundos como sociedad, el respeto a la vida y a la propiedad, sus códigos profesionales deontológicos. Un buen comportamiento “hábitos del corazón”, al que se refería Alexis de Tocqueville. La forma de manifestar la confianza en la sociedad se basa en la certeza o expectativa de que la otra persona se comportará de la forma en que uno prevé. Según Sztomka (1997) explica que la confianza o desconfianza tienen un rasgo que se refuerza culturalmente. En nuestro caso podemos afirmar:
México ha desarrollado una desconfianza generacional para con nuestras autoridades, pues ha visto traicionados, gobiernos tras gobiernos, sus más profundas aspiraciones de justicia, de solidaridad y de bienestar social. Pues nuestros gobernantes han demostrado al final, que no eran las buenas personas, dignas de confianza, que decían ser. Ante la falta de reciprocidad en la confianza depositada, nuestros conciudadanos han desarrollado una desconfianza casi patológica en sus instituciones. Lo que está ocasionando, como consecuencia lógica, la falta de cohesión social ante el distanciamiento de los grupos sociales diferentes.
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Vamos camino a la Locura: si el gobierno no hace nada por mejorar la confianza de la ciudadanía con actos positivos reales, si continúa creciendo la caja negra de la desconfianza social, seguirán creciendo exponencialmente los problemas de inseguridad, masacres y homicidios por doquier, desapariciones forzadas, pobreza, descontento social. Sabemos que se pierde la confianza en las instituciones cuando la sociedad se da cuenta de que la autoridad, no es capaz de responder a los problemas y solo busca los privilegios de formar parte de la élite de la militancia partidista, el nepotismo, el compadrazgo, para lograr llegar a los cargos más importantes en el gobierno, como son magistrados, procuradores, diputados, presidentes municipales, etc. Desconociendo la permeabilidad social, fincada en el esfuerzo y en los liderazgos naturales y los méritos profesionales. Son los valores morales y sociales los que fincan el pegamento social.