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Los umbrales sociales del caos

Tras lo que parece un año perdido o al menos disminuido en sus alcances económicos, culturales, educativos, sociales y políticos, navegaremos en el último trimestre entre la zozobra y el pánico. Parece que, sin aprender la lección que las convulsiones apocalípticas nos pusieron encima, saldremos al encuentro del virus como si nada pasara.

Desatadas las campañas por la recuperación económica, nuestro estado se declara listo para tomar las calles y volver a la dinámica socio-laboral. Ahora levantaremos el sitio y marcharemos con actitud determinista a reconquistar la vida y recuperar lo perdido.

Sin embargo, el galimatías pandémico no se desenredará tan simplemente, pues nuestra economía viene de sufrir un colapso que le ha sumido en una seria descapitalización, un desarrollo social amenazado por el desempleo y la inseguridad, una educación desvirtuada e inoperante y el escenario político enrarecido.

Así las cosas, pareciera que el Covid-19 sólo ha sido el campanazo aturdidor y umbral del caos que acosa al mundo y a nuestro país. A nivel mundial, cargando una terrible losa de 37 millones de casos positivos y más de un millón de muertes, se ve venir una terrible guerra comercial y política por adueñarse de los mercados internacionales, conflicto que incluso podría detonar en confrontaciones armadas.

En el país, además de lo delicado que ha sido el tema de la contención de la pandemia, hoy caminamos en terreno minado por los arrebatos demenciales de un gobierno federal que acaba de aprobar la extinción de los recursos emergentes, socavando las previsiones financieras que garantizaban el sostén de rubros estratégicos de la vida nacional.

Bajo una estela de incertidumbre financiera, por el dispendio presupuestal, hoy se visualizan desprotegidos los diversos rubros que sostienen la estabilidad nacional. Ahora, con enorme preocupación, amplios sectores de la sociedad reclaman el debilitamiento de las áreas de la salud, la falta de apoyos económicos y fiscales para recuperar el comercio y la industria, la nula inversión en obra pública y la polarización de la sociedad en batallas ideológicas y políticas.

Hoy las posibilidades de una escalada social ya traen abiertos varios frentes de batalla, un movimiento antiamlo ya se plantó a las puertas de Palacio Nacional, mientras que otro de mayores magnitudes se está gestando con actores empresariales, de partidos políticos y agrupaciones sociales. Bajo la conducción de Gilberto Lozano y Gustavo de Hoyos ya serían dos conglomerados ciudadanos dispuestos a hacer de la resistencia civil, su medio de presión para encauzar la inconformidad por las políticas económicas del presidente.

Con el riesgo de enclaustrarnos en escenarios de alto impacto social, la protesta urbana comienza a prepararse, como caldo de cultivo, para la confrontación y, si se descuida, para el abordaje de la violencia y el desorden social. Aunado a los problemas en la relación con los estados, con los dolientes de más de 84 mil muertos por Covid, de los padres de niños con cáncer sin medicamentos, de la violencia del crimen organizado, de los reclamos feministas, del conflicto del agua en Chihuahua, del abandono a los sectores productivos y otros, un conflicto armado en el país sería latente.

De esa forma y por los referentes mencionados, al ser nuestro estado causa de discordia política, Diego Sinhue deberá diseñar con urgencia un plan emergente que le permita levantar el desarrollo económico, disminuir la violencia desmedida y prepararse para la crisis económica que se avecina, con la finalidad de mantener lo más posible la tranquilidad social en nuestra entidad. Las campañas electorales rumbo al 2021 pueden ser el ingrediente convulsivo de una sociedad frustrada.

La soberbia del poder aleja del pueblo al gobierno y hace países arder.

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