Sábado, 11 Enero, 2025

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La visión de un presidente

Opinión

Cecilia Durán Mena - Las ventanas

La visión de un presidente

Cuando uno recorre las librerías de viejo se encuentra maravillas sorprendentes. Puedes descubrir una preciosa rareza que ya no se edita, ejemplares encuadernados a la vieja usanza, hojas con filo de oro, obras a precios magníficos y también hay botaderos en los que se regalan libros que a nadie le interesa leer. Por lo general, ahí se encuentran los ejemplares que los expresidentes mandaron escribir a alguna pluma negra y que ellos firmaron con sus nombres. En esos textos se lee la visión que dicen tener esos personajes históricos, pero ya sabemos que las palabras se las lleva el viento y que obras son amores y no buenas razones. ¿Cuántos libros se han escrito y ha escrito López Obrador?

Sin que tengamos que precisar una cifra, más de dos ya son muchos, en todos ellos habrá mensajes mejor o peor logrados, pero la verdadera visión del presidente de México se despliega a través de sus hechos. En los libros, AMLO de la imagen de un estadista cuando en la realidad es un activista. Su vocación no es mandar, es protestar; no está llamado a planear, sino a criticar; no le gusta el encierro de la oficina presidencial, a él le gusta la calle: ese es su elemento. En la calle se manifiesta, se explaya, se pone en contacto con sus seguidores, se envalentona, arenga, se emociona y es feliz.

Incluso, en el podio de las mañaneras que tanto disfruta no se le ve tan exultante como cuando está a cielo abierto tomando un pozo petrolero o bloqueando una avenida principal. Por supuesto, cuando alguien siente que se está invadiendo su espacio, no le gusta. Si el terreno de Andrés Manuel es la calle y de repente se da cuenta que un grupo que no piensa igual que él le está arrebatando su queridísima propiedad, claro que va a reaccionar. Por eso, si la manifestación blanca y rosa tuvo una convocatoria magnífica, lejos de ver y poner atención, a López Obrador lo mejor que se le ocurre es ir a la reconquista de lo que cree que es suyo. Por eso, convoca a una marcha.

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Por supuesto, no parece que haya habido en la mente presidencial un momento de reflexión para entender que un jefe de Estado no tiene que salir a las calles a pedir nada porque ya tiene el control y la fuerza para tomar las decisiones que crea pertinentes, para eso es el ejecutivo. El presidente de la República es el que manda, es el que tiene la tribuna y el poder. Entonces, ¿saldrá a la calle para hablarse a sí mismo?

Ya sabemos que alabanza en boca propia es vituperio. Parece que López Obrador quiere tomar las calles de la Ciudad de México para celebrarse a sí mismo.

No deja de ser extraña esta postura presidencial. Falta distancia crítica y fallan sus asesores al no hacérselo ver. Por el contrario, en el círculo más próximo a AMLO tan pronto se emite una ocurrencia, el séquito de aplaudidores ya le están siguiendo la corriente. Basta ver a la cantidad de servidores públicos en funciones que ya empezaron a twittear desde sus cuentas oficiales que es un honor marchar con Obrador. Ni cuenta se dan de lo descolocados que lucen ellos y su líder máximo.

Me parece que la visión del presidente López Obrador confunde. Ser titular del ejecutivo federal no es un título nobiliario —no es monarca, no es el tlatoani—, es un puesto que trae consigo impregnada una gran responsabilidad. La visión de un estadista marca la pauta de la conducta para desempeñar las funciones propias de su cargo y es, además, el parámetro con el que el personaje se mide a sí mismo con respecto de un ideal deseado para propiciar una mejor vida en comunidad.

Queda claro que, en esta condición, la visión presidencial ha descansado más en la confrontación que en la unión de los mexicanos. Desde su perspectiva, hay que mostrar músculo y generar presión. Tiene los modos y los medios para convocar a muchas personas. Lo que no comprendo es para qué, si él tiene el aparato de gobierno en sus manos. Tampoco se entiende con qué, es decir, cómo se va a financiar la marcha celebratoria que se está organizando el señor presidente.

Si dice que su marcha es celebratoria por los años de gobierno, yo recuerdo que Porfirio Díaz también aprovechó la embestidura presidencial para organizarse una fiesta de cumpleaños en la que saliera al balcón presidencial a recibir vivas y loas. Parece que hay algo de conservadurismo en la visión de López Obrador.

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