Las campañas políticas y la juventud
Estamos a unos días de que terminen las campañas de las y los políticos –por fin– que pretenden ocupar gubernaturas y escaños después de un largo periodo de promoción. Un periodo que debió ser para presentar propuestas e ideas acerca de cómo pretenden administrar y mejorar la vida de las personas.
Sin embargo, poco de eso pudimos escuchar. Sus discursos van en otros sentidos: atacar a la persona candidata del otro partido, criticar el ejercicio de gobernantes y legisladores y legisladoras anteriores. O simplemente hablar mucho sin decir nada.
Hacia el término de estas campañas me preocupa pensar el mensaje que transmiten a las nuevas generaciones respecto a lo que es el arte de la política y el ejercicio y construcción de la democracia.
Las encuestas nos dicen que las y los jóvenes muestran poco interés en la participación política. La mayoría adquiere con prontitud su identificación para votar, pero no necesariamente para ejercer este derecho, sino para utilizarla como documento de identificación. Un buen porcentaje votará la primera vez, pero dicho porcentaje disminuirá en las segundas votaciones.
¿De dónde la falta de motivación para votar? Los motivos deben ser muchos, comenzando con la limitada educación democrática que se recibe vivencialmente desde la infancia. Me refiero al hecho de que aún hoy persisten métodos autoritarios en la crianza donde las niñas, niños y adolescentes no son escuchados ni tomados en cuenta. Esto a pesar de que la Convención sobre los Derechos del Niño y la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes mandatan que estos deben ser escuchados en los asuntos que les afectan. Y, definitivamente, la crianza es un proceso que les afecta. Por lo tanto, deberían ser tomadas en cuenta a la hora de educarles y disciplinarles.
Si desde que son niñas y niños no son tomados en cuenta, sus habilidades democráticas se van quedando dormidas, convirtiéndose después en personas adultas con limitaciones para asumir la ciudadanía.
Otra causa del desinterés por la política y por ir a las urnas a votar tiene que ver con la desilusión, frustración y enojo hacia la clase política. Sus miembros que claramente han dejado ver con sus decisiones que están más preocupados por intereses personales o de partido que por los de la población (aunque en sus discursos y spots publicitarios digan que trabajan para el pueblo). Las decisiones y los hechos hablan más que los discursos y la publicidad.
Es tan descarada esta dinámica que a la gente joven le cuesta trabajo creer que su voto hará una diferencia en su vida y en la de su comunidad una vez que las personas elegidas lleguen al poder.
En uno de los debates de candidatos a una gubernatura estatal se contó con la presencia de jóvenes en el set con la intención de que pudieran plantear preguntas de manera directa a las candidatas. Una de estas preguntas hecha por uno de los jóvenes decía (cito de memoria, no textual): “En caso de llegar a la gubernatura y algún familiar incurriera en corrupción, ¿usted estaría dispuesta a renunciar a su cargo?”.
Se trató de una pregunta directa, concreta, específica. ¿Cuál fue la respuesta? Yo diría que ninguna. No hubo respuesta. Las candidatas se fueron –una vez más– por la tangente. Aprovecharon la pregunta –como muchas anteriores– para criticar a las contrincantes. O simplemente para decir lo que quisieron decir.
Yo me preguntaba qué estarían pensando las y los jóvenes ahí presentes. Sobre todo, el que hizo la pregunta y no recibió respuesta. ¿Se habrá sentido ignorado, no visto? ¿Le habrán hecho pensar que su pregunta no es importante? ¿Habrá sentido coraje o tristeza por no ser tomado en cuenta?
Pero también pensaba en las candidatas y su falta de sensibilidad para tomar en serio la pregunta del joven. Para dirigirse a él y no desviar su respuesta hacia las contrincantes. Una tendencia adultocéntrica, sin duda. Una tendencia a considerar que lo que importa es lo que piensan las personas adultas y no las jóvenes.
Pensaba en lo desanimados que saldrían esas y esos jóvenes que estuvieron presentes pero invisibles.
Las y los políticos enseñan a las nuevas generaciones en qué consiste la política. ¿Qué imagen están transmitiendo? ¿Es inspiradora o desalentadora?
Que la gente joven tenga o no motivación para la participación ciudadana y política (no necesariamente partidista) tiene mucho que ver con la manera en que las personas adultas participamos en la vida pública. Definitivamente, necesitamos mejorar nuestra participación desde el lugar que ocupamos en la sociedad.