Las figuras del padre
Ni duda cabe que la paternidad como institución y como práctica social se encuentra en crisis. Lo cual tiene correlación con los cambios que se han suscitado en la familia. La imagen del padre autoritario dueño de la esposa y de las hijas/hijos poco a poco se desquebraja. Lo mismo que la imagen del padre portador de la autoridad, normas y mandamientos. Y muy poco a poco comienzan a emerger otras formas de ser padre.
La psicoanalista Irene Meler, identifica diversas imágenes acerca de los padres que han circulado a través del acervo de las representaciones colectivas, tres para ser preciso.
La primera es la figura del padre terrible. Se trata de una imagen que figura en los en los mitos de muchos pueblos, que oscila entre un carácter arbitrario y destructivo y una autoridad imponente que en ocasiones es difícil de delimitar con respecto de su aspecto meramente aniquilante y devastador. Urano y Cronos son los padres monstruosos que nos presenta la mitología griega, cuyo temor ante los hijos que nacían los conducía a aniquilarlos, sepultándolos nuevamente en las entrañas maternas o devorándolos.
Desearíamos que esa figura del padre terrible fuera cosa del pasado, de la mitología, solamente. Desafortunadamente dicha imagen aún tiene manifestaciones cotidianas reflejadas en el castigo, la tortura de las niñas y niños, el abuso sexual perpetrado por padres indolentes que se ubican en la posición del amo absoluto.
La segunda figura es la del padre legislador. Meler describe que, junto con Herodes, que ordena la matanza de los inocentes, coexisten imágenes insistentes a lo largo del tiempo, que privilegian los aspectos normativos, habilitantes, pacificadores que permitirían el crecimiento de sus hijos. En mitos y leyendas, aparece una figura paterna que educa y acompaña, permitiendo que su hijo o ahijado varón adquiera la condición masculina (por ejemplo, el mago Merlín que educa y auxilia al rey Arturo). Se posiciona en el lugar del mentor, donador de identidad, transmisor de saberes y de sabiduría existencial al mismo tiempo que en el lugar de dominación entre hombres y ejercicio del poder sobre mujeres y niños.
Manifestaciones de esta figura de padre legislador aún se mantienen en la actualidad, no sin el debido cuestionamiento que lo mantienen en cuestionamiento constante. En la segunda mitad del siglo pasado, los hombres se sintieron desorientados ante la modificación del rol social de las mujeres, entonces las dudas los asaltaron: ¿Cómo ser hombre cuando ya no es fácil sentirse superior a las mujeres? ¿Cómo vincularse con los hijos desde una posición desprovista del antiguo prestigio patriarcal? ¿En qué consiste entonces la masculinidad, en un período donde las mujeres se asemejan tanto a los varones en sus aspectos caracteriales y en sus desempeños sociales?
La psicoanalista Meler advierte que, si aspiramos a disminuir la malignidad del padre terrible y velamos el sesgo ideológico que subyace a los relatos acerca del padre legislador, podremos dar la bienvenida a un tercer estilo de paternidad que genera la imagen del padre cuidador, el padre presente, carnal, cotidiano, que transmite ternura, cuidados y enseñanzas a sus hijas/hijos. Esta es una figura por construir, una figura que poco a poco comienza a aparecer en películas y series, pero que aún no logra un posicionamiento en el imaginario social, sino que, incluso puede ser fuente de ansiedades de pérdida de masculinidad en algunos padres, pues las actitudes y habilidades de cuidado históricamente fueron atribuidas a las mujeres, de ahí que no sean algo fácil de aprehender por parte de los hombres sin la respectiva dosis de duda.
En el devenir de la construcción de una figura paterna que no sea terrible –pues el padre violento está criminalizado gracias a las nuevas leyes–, tampoco la del padre legislador y todopoderoso, aparece en los últimos tiempos el padre ayudante de la madre, ocupando el lugar que puede, dice el psiquiatra Boris Cyrulnik, sin que aún sepamos evaluar los efectos que esto tiene. Cuidadoso sí, pero aún desorientado. Lo que sí es un hecho es que a las mujeres no les sienta bien, pues la paternidad no es una ayuda hacia ellas, sino una responsabilidad que hay que asumir con presencia y responsabilidad plena.
La figura paterna está en crisis. Lo cual es una gran oportunidad para que, como plantea Meler, los hombres reivindiquemos nuestro derecho a establecer vínculos de afecto con esas personas que hemos traído a casa, nuestras hijas/hijos. No como ayudantes en su cuidado, sino como coprotagonistas en la formación de los nuevos seres humanos.
Gaudencio Rodríguez Juárez
Psicólogo / [email protected]