Las ondas de choque que nos hacen temblar
Las ondas de choque que nos hacen temblar
Basta mirar cualquier medio de información para ver una y otra vez, el cúmulo de malas noticias que nos conmueven: unas nos entristecen, otras nos llenan de rabia y me parece que habrá muy pocos que desde la inconsciencia lleguen a sentir indiferencia. Nos castañetean los dientes y nos tiembla la piel. ¿Qué nos está pasando?, nos preguntamos, más que con la esperanza de conseguir una respuesta, nos lo planteamos en modo retórico. Sabemos que nos toca padecer las consecuencias de malas decisiones. Así ha sido y así es en estos días.
México es un país gobernado por un partido que se estrella con la realidad, como una mosca que se golpea contra el vidrio de la ventana, una y otra vez en sus intentos por imponer modelo político y económico tan raquítico como complaciente. La realidad que no puede simplificarse a las pífias de un personaje protagónico y, sin embargo, sucede. Cuando las cosas no suceden a modo y nos alcanza el látigo de la verdad, se escuchan los estertores que culpan al pasado de todos los males que no permiten llegar al cielo que la 4T prometió.
Somos una nación curiosa, nos duele lo que nos pasa, padecemos en carne propia los efectos de las malas decisiones, de las visiones parciales y del rumbo atrabancado en el que la ley se aplica a modo, si y sólo si se benefician los propios y la popularidad del presidente López Obrador sigue firme. Pareciera que lo demás es lo de menos. La inestabilidad social, la pobreza que avanza, los accidentes laborales, las enfermedades y en general los temas coyunturales de la nación se ven por encimita con un tamiz electorero.
El partido en el poder cuenta con el apoyo de la mayoría de los ciudadanos, aunque no queda claro si aman al partido o a López Obrador. Los votantes —su más preciado activo— guardan lealtad al mandatario, eso esta claro. Pero, no sabemos si a cualquiera de la lista de los sucesores los amarán tanto. Vemos la tempestad y nos negamos a ponernos de rodillas. Morena es el único partido político mexicano que no necesita alianzas con otros para ganar las elecciones. Inexplicable, dirán algunos; inaudito sostendrán otros que no gustan de la forma en que el presidente conduce los destinos de la nación.
Las ondas de choque que nos hacen temblar
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Las ondas de choque que nos hacen temblar
Lo cierto es que los mexicanos nos enfrentamos a opciones poco seductoras. Contemplamos una oposición que no presenta una alternativa real, eso es verdad. Pero también hay que hacernos cargo de otra realidad dolorosa: los partidos opositores están derrotados porque no se pueden quitar de encima esta mancha de mezquindad que los ensucia y que el pueblo no perdona. No se olvidan las imágenes de Murillo Karam dando explicaciones de verdades históricas que fueron hechos manipulados para darnos atole con el dedo; ni se pierde en los recuerdos la cara enfurruñada de la exesposa de Peña Nieto dando explicaciones adormiladas sobre una casa blanca que ni ella misma entendió. El Partido Revolucionario Institucional no goza de simpatías y su líder nacional contribuye a espantar a los pocos que todavía sentían algún amor trasnochado.
Pero el PRI no tiene la exclusiva, el PAN se traiciona a sí mismo, el PRD no representa a nadie, a Convergencia se le recuerda por un jingle que se canta por ahí y los partidos pequeños carecen de liderazgo. La oposición no se ha ganado su pedazo de representatividad, no se les ve liderazgo ni parecen traer un plan viable para México.
Caer en la cuenta de esta realidad, nos lanza a aquello de lo que huímos despaboridos, es decir, a un partido monolítico, muy poderoso que va derecho y no se quita por más que los foquitos de alerta en el tablero de control se sigan encendiendo.
Pareciera que estamos en una situación en la que vemos como hay ondas que chocan y nos ponen a temblar.
Lástima, Morena no es tan diferente a los partidos de oposición. La corrupción en el sistema político mexicano se combina con la lentitud para procurar justicia. La impunidad en la vida pública mexicana es el aceite que mueve la maquinaria. La falta de madurez gobernantes los hacen creer que viven en una especie corte monárquica que premia a los leales y a quienes lo apoyan. La frivolidad de sus posturas es la enfermedad que acaba con la eficiencia del sistema. El fervor crédulo de los votantes que se emocionan con las promesas y no castigan la falta de cumplimiento es lo que nos aleja de la prosperidad. Esta es la realidad que erosiona a la sociedad y que es un atentado a la igualdad entre ciudadanos y ante la ley sobre la que se apoya la democracia. Así, hasta el más valiente se pone a temblar.
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JRP