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Lecturas del ejercicio electoral del 10 de abril de 2022

Opinión

Santiago López Acosta - Tiempo Político

El pasado domingo 10 de abril se llevó a cabo la jornada, formalmente, de revocación de mandato del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, después de que fue reformada la Constitución en 2019 incorporando esta figura de la democracia directa o participativa, señalándose como un derecho o prerrogativa de los ciudadanos para poder revocar el mandato del presidente antes de que concluya el periodo por el que fue electo.

No hubo ningún grupo de ciudadanos opositores al presidente y a su gobierno que activaran el procedimiento y recabaran las firmas necesarias y suficientes para ello. Por el contrario, surgió una organización denominada “que siga la democracia”, vinculada al partido en el poder, Morena, que solicitó la consulta de revocación de mandato y presentó alrededor de 11 millones de firmas de apoyo, mismas que no se revisaron todas, ya que, una vez cumplido el mínimo establecido, poco menos de 4 millones de firmas validadas, se dio por buena la petición. No sin antes advertir que cerca de un millón de firmas tuvieron diversas irregularidades y que el 25% de los encuestados para la validación no reconoció haber apoyado tal solicitud.

De esta forma la figura de revocación fue convertida en los hechos, en ratificación de mandato, la cual no se contempla en nuestro sistema constitucional y legal, y los únicos interesados en su realización fueron todos los actores del oficialismo, empezando por el propio presidente. Obviamente no para que se le revocara el mandato, y entonces surgieron las preguntas ¿para qué? Fueron apareciendo diversas especulaciones como para la movilización y propaganda, para medir a los posibles sucesores, para satisfacer el ego, para medir fuerzas con los opositores, etc. Además de que se utilizaría para seguir atacando al Instituto Nacional Electoral (INE).

La oposición estratégicamente decidió no participar y convocó a no acudir a las casillas, y dejar solos a los simpatizantes y seguidores del presidente y de Morena, hecho que en general, así ocurrió el domingo pasado.

A pesar de ello, fue un proceso muy accidentado, con muchas fricciones entre los gobernantes de Morena, los dirigentes de este partido y el INE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), por las múltiples denuncias y quejas (llegando a 172 hasta antes del domingo) que se presentaron en contra de aquellos por diversas violaciones a la Constitución y a la Ley Federal de Revocación de Mandato, principalmente por no respetar la veda de la propaganda gubernamental y la probable utilización de recursos públicos, entre otras.

Ver nota: Entre denuncias, inicia cierre de casillas de la consulta de revocación de mandato

Pese a las circunstancias tan adversas que tuvo que afrontar, como la no autorización de recursos para realizar el ejercicio, por la Cámara de Diputados y la Secretaria de Hacienda y los constantes ataques y cuestionamientos, el INE cumplió completa y puntualmente con sus responsabilidades, instalando el 100% de las casillas aprobadas, teniendo de sobra ciudadanos dispuestos a colaborar, realizándose una jornada excepcional, con muy pocos incidentes, ninguno de consideración, demostrando nuevamente, como lo ha hecho tantas veces, el gran baluarte de la democracia electoral mexicana que es, por lo que lo debemos defender, conservar y fortalecer.

Respecto de los resultados es importante señalar que en este tipo de figuras de democracia directa la participación casi siempre es baja, más aún cuando las sociedades tienen poco conocimiento y experiencia, como la nuestra, los porcentajes han estado por debajo de los que ocurren en los procesos electorales ordinarios. En este primer ejercicio participó el 17.77% de los posibles votantes, esto es, 16,496,946, de un total de 92,823,216 de la lista nominal. De los votos emitidos, el 91.86% lo hizo en el sentido de que siga el presidente, y el 6.44% de que se le revoque el mandato, equivalente a 15,154,122 y 1,062,888, respectivamente.

Me resulta desconcertante la forma en que los diversos actores políticos le han dado interpretaciones a esos resultados, haciendo correlaciones, comparaciones y conjeturas con resultados electorales y de consulta popular anteriores, que en mi opinión no tiene nada que ver. La votación del domingo pasado es inédita, por lo que no hay con que compararla, es el primer ejercicio de ese tipo, además desnaturalizado, porque no fue de revocación, sino de ratificación, y eso no fue fácilmente comprensible para el grueso de la población.

Comparar los números citados con los resultados de elecciones presidenciales de 2006, 2012 y 2018 y los votos obtenidos por candidatos opositores y que fueron menos de los del domingo, carece de toda lógica y raciocinio. En la papeleta reciente solo aparece el presidente Lopez Obrador en las dos únicas opciones posibles, nadie más. Si de comparaciones se trata, tal vez solo sería posible consigo mismo. Con mayor razón si las oposiciones decidieron consciente y deliberadamente no participar y llamar a sus militantes y simpatizantes a no acudir a revocar, por lo que tal vez el mas de un millón que lo hicieron o no se dieron cuenta o no les importó.

Si se trataba de medir la capacidad de movilización y la fuerza política de los potenciales sucesores y/o de los gobernadores, presidentes municipales y dirigentes partidistas o gubernamentales, hay otras formas más eficientes, y sobre todo más baratas.

Desde la semana pasada flota en el ambiente la posibilidad de la anulación de este proceso, por las múltiples y diversas ilegalidades que se han denunciado, mismas que se harán del conocimiento de la Sala Superior del TEPJF, el cual tiene la facultad de decisión definitiva y de sanción. Los responsables deben ser sancionados ejemplarmente, pero ojalá no se llegue a la anulación, los ciudadanos que responsablemente acudimos no lo merecemos, además de que no tendría ninguna consecuencia en el resultado.

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