Mariano Jiménez y la lucha insurgente en las provincias del noreste
Cuando los turistas visitan la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato capital, se enteran que allí fueron colocados como escarmiento los cráneos de cuatro líderes insurgentes: Miguel Hidalgo e Ignacio Allende son caudillos reconocidos; pero suelen confundir a Juan Aldama con su hermano Ignacio, e ignora casi todo de Mariano Jiménez Maldonado.
Para aclarar el caso de este héroe desconocido, presentamos hoy su semblanza histórica: Mariano Jiménez nació en San Luis Potosí en 1781, estudió en el Real Colegio de Minería y efectuó sus prácticas en Sombrerete y Zacatecas. En 1804 se incorpora a la mina de Rayas y se establece en Guanajuato.
Aquí conoce y convive con otros profesionistas de la minería, como Rafael Dávalos, Ramón Fabié y Casimiro Chowell, quienes se identifican entre sí por su pensamiento liberal. Cuando el 28 de septiembre de 1810 la muchedumbre rebelde liderada por Miguel Hidalgo ataca embravecida, la actitud de los jóvenes ingenieros es firme: aprovechan su influencia sobre los trabajadores de Valenciana, Rayas, Cata y Mellado para sumarle adeptos a la insurrección social.
Una vez tomada la fortaleza de Granaditas y la ciudad toda, Mariano Jiménez es nombrado coronel a cargo de la vanguardia de las tropas. En la batalla del Monte de las Cruces muestra arrojo y estrategia militar. Allí él dispuso la artillería para el ataque, cuyo respaldo a la caballería dirigida por Ignacio Allende fue decisivo para obtener el triunfo sobre los realistas.
Con la ciudad de México a sus pies, en lo que pudo haber sido el triunfo definitivo de la rebelión, se comisiona a Jiménez y Abasolo para que acuerden la rendición de la capital. Entonces entregan un ultimátum dirigido al virrey Francisco Javier Venegas; pero éste se niega a recibirlo y despide a los enviados.
Tomada la polémica decisión de retroceder hacia Querétaro y luego de la aplastante derrota que los insurgentes sufren en Aculco, Mariano sigue a Allende en su huida a Guanajuato, mientras Hidalgo se dirige a Guadalajara acompañado de varios partidarios fieles.
El regreso a Guanajuato se da el 13 de noviembre. Ignacio Allende y cientos de seguidores son recibidos por las autoridades de manera fastuosa. Sin embargo, días después llegan las tropas de Félix María Calleja y provocan la salida de los rebeldes.
Una vez en Guadalajara, donde Miguel Hidalgo ha logrado organizar su gobierno, Mariano es comisionado para trasladarse a San Luis Potosí con diez mil efectivos para respaldar la insurrección en aquella región.
En el bando contrario, desde Saltillo sale Antonio Cordero con tres mil hombres para imponer el orden en el mismo San Luis. El choque entre ambas fuerzas se produce en el campo de Agua Nueva. La batalla es breve, ya que la mayoría de los virreinales se une a Jiménez, entregándole las armas, los pertrechos de campaña e incluso a Antonio Cordero.
La entrada de Mariano a Saltillo exhibiendo a Cordero como galardón tuvo gran resonancia. En Guadalajara, el cura Hidalgo celebra la consolidación de su dominio en las provincias del noreste. Incluso el gobernador del Nuevo Reino de León, Manuel Santa María, se une a Jiménez.
Por otra parte, en San Antonio de Béjar, Texas, el capitán Juan Bautista Casas también se subleva a favor de Mariano y captura al gobernador Manuel Salcedo. Con esto, todas las provincias del noreste se unen a favor de la libertad.
Sin embargo, el 17 de enero de 1811, la principal fuerza insurgente es derrotada en el puente de Calderón, cerca de Guadalajara. Como consecuencia, Miguel Hidalgo es destituido del mando militar y el resto de las fuerzas rebeldes, con los caudales, armamento y municiones sobrantes quedan al mando de Ignacio Allende. El objetivo es viajar hacia el norte y llegar a los Estados Unidos –un país ya libre– para reabastecerse y continuar la lucha.
En Saltillo, Mariano Jiménez, ya comandante insurgente, se les incorpora para escoltarlos por el vasto y caluroso desierto, cuya única ventaja es la custodia de los caudillos leales. Se ignora que, en Texas, José Manuel Zambrano ha levantado un movimiento contrarrevolucionario y que, a su nombre, Ignacio Elizondo ha tomado Monclova.
El 21 de marzo, Ignacio Elizondo espera a los insurgentes en Acatita de Baján, auténtico oasis al que deben llegar los viajeros para recobrar fuerzas y reabastecerse de agua. En este sitio el traidor Elizondo les tiende una audaz emboscada consiguiendo, con menos de 500 hombres, la captura de casi 800; entre ellos, los principales jefes del movimiento.
Mariano Jiménez, el líder indiscutible de la insurgencia en el noreste de la Nueva España, es conducido a Chihuahua, donde es juzgado y condenado a muerte, siendo ejecutado el 26 de junio de 1811. Su cabeza es trasladada para su exhibición y escarmiento público a uno de los extremos de la Alhóndiga de Granaditas, donde permanece junto a las de Hidalgo, Allende y Aldama hasta su inhumación en 1821 al proclamarse la independencia.