Medidas de prevención del acoso escolar
La intervención simultánea sobre factores individuales (víctima, victimario, testigos), familiares, escolares, y socioculturales, es la única vía posible de prevención del acoso escolar. La prevención se puede realizar en distintos niveles.
Una prevención primaria, es decir, antes de que el problema aparezca, sería responsabilidad de los padres y madres (apuesta por una educación democrática y no autoritaria), de la sociedad en conjunto y de los medios de comunicación (en forma de autorregulación respecto de determinados contenidos).
Una prevención secundaria se referiría a las medidas concretas sobre la población de riesgo, esto es, las y los adolescentes (fundamentalmente, promover un cambio de mentalidad respecto a la necesidad de denuncia de los casos de acoso escolar aunque no sean ellos las víctimas; enseñándoles el control de la impulsividad, solución no violenta de conflictos, participación en equipos de trabajo, autoestima…), y sobre la población directamente vinculada a esta, el profesorado (en formación en habilidades adecuadas para la prevención y resolución de conflictos escolares).
Por último, una prevención terciaria sería aquella que considera medidas de ayuda a las y los protagonistas de los casos de acoso escolar consolidados, víctimas y agresores atrapados en estas dinámicas, con la intención de rehabilitar y disminuir las consecuencias y los daños ya generados.
De manera puntual, comparto diez acciones de prevención general y concreta que pueden ser implementadas por el equipo docente o instructores, instructoras (en los casos de clubes o centros deportivos), con a Francisco Escalante (2006):
Proporcionar al alumnado más información sobre la cultura de la prevención y el fenómeno del bullying.
Atender directamente los casos de abuso y maltrato, pero asesorándose con compañeras o compañeros que estén más familiarizados y/o con titulares del programa, especialistas y autoridades escolares.
Abrir un expediente de cada alumna o alumno, y registrar los incidentes asentándolos mediante una breve descripción. Apuntar el nombre de las personas involucradas, fecha y hora.
Evitar, como primera y única opción, el sancionar a los alumnos agresores, intentando primero llegar a un acuerdo con respecto a su conducta agresora y advirtiéndoles de las posibles sanciones a las que podrían hacerse acreedores de repetirse su conducta.
Intercambiar información del alumnado con los demás docentes.
Participar en actividades de supervisión y monitoreo tanto de los propios alumnos y alumnas, como de los demás en los espacios y actividades compartidas.
Realizar entrevistas personales con alumnas y alumnos que estén involucrados en problemas de esta naturaleza (víctimas, agresores y testigos).
Hacer participar a las demás maestras y maestros en las mismas tareas.
Acordar con las autoridades del centro deportivo entrevistas con los padres, madres o tutores de las niños, niños o adolescentes con problemas de abuso y maltrato (víctimas y agresores) para determinar avances o necesidades de medidas más efectivas.
Promover la intervención de especialistas a que platiquen con la comunidad sobre el tema.
Otra medida preventiva altamente útil es la adquisición de habilidades para la resolución de conflictos no violenta.
El conflicto es inherente al ser humano. Donde haya dos personas o más, el conflicto estará garantizado. Razón por la cual la meta no es carecer de conflictos en el día a día, sino aprender a resolverlos de manera adecuada y constructiva.
No hay que perder de vista que un conflicto bien resuelto, puede convertirse en una oportunidad para acercarse al prójimo.
Las diferencias suelen generarnos cierto temor o ansiedad, es verdad. No obstante, cuando dichas diferencias se hablan, analizan y resuelven, las personas implicadas terminan por acercarse más.
Es decir, que de un conflicto puede salir una amiga o un amigo nuevo. Pero el manejo de conflictos de manera asertiva y no violenta implica la adquisición de múltiples habilidades socio-emocionales. Somos las personas adultas a su alrededor las responsables de promover dichas habilidades. Asumamos ese rol, para que la convivencia sea más viable, funcional y sana.
Gaudencio Rodríguez Juárez
Psicólogo / [email protected]