Navidad, tiempo de reflexión y solidaridad
Esta semana arribaremos a la fecha más hermosa y emotiva del año, pues estaremos preparando los festejos propios de la noche buena para recibir con el espíritu más que dispuesto la conmemoración del nacimiento del Niño Dios. Así, en cada uno de los hogares guanajuatenses la familia, o lo que queda de ella, se reunirá para cenar juntos y reafirmar la esperanza y la alegría por la presencia del Salvador prometido, el Mesías que habrá de salvarnos de las garras depredadoras de este mundo salvaje y cruel.
Rememorando la dura travesía que vivieron los santos peregrinos José y María, para acudir a Belem y cumplir con los requerimientos del censo ordenado por César Augusto, estos días estaremos reviviendo las posadas, entre cantos, letanías y oraciones para tener presente que la historia de la salvación se compone de constantes sobresaltos por el acoso constante de desgracias naturales o las que la pasión humana ocasionan a la sociedad de la época. Antes el sometimiento esclavizante y despiadado, hoy la enfermedad y los vaivenes políticos de gobiernos insensibles.
Navidad será, como siempre ha sido, una oportunidad de unión fraterna con nuestros semejantes, una oportunidad de vivir el espíritu de la solidaridad humana, una oportunidad de perdonar y construir momentos de paz y amor con la familia, los vecinos y la comunidad. Por tradición la Navidad se aprovecha para fortalecer la unión de la familia, para consolidar los lazos fraternos y el amor con los padres, hijos y hermanos, en fin estas fechas sirven para dejar que el amor nos una como una sociedad con fines comunes.
Sin embargo, aunque esta Navidad y Fin de Año ya podremos festejar prácticamente sin restricciones sanitarias, no debemos olvidar que el mundo sigue convulsionado por nuevas variantes o mutaciones de un virus que no cede. Precisamente ahora la Unión Europea lucha contra la cuarta ola pandémica y Estados Unidos comienza a ver saturados los servicios médicos por un incremento inesperado de enfermos.
La Navidad llega y nos trae la alegría de compartir con nuestros seres queridos el confort espiritual y el fortalecimiento de la fe en un mañana mejor, más humano y lleno de esperanzas, pero también llega y nos deja ver los vacíos dolorosos de una ausencia amada, llega y trae el silencio de las risas silenciadas por un virus invisible. Esta Navidad muchos niños sentirán la tristeza de la madre fallecida, el padre enfermo o el hermano ausente, pero asimismo sentirá en lo más profundo del corazón esa presencia etérea de quien sigue firme en la memoria, en el eco sonoro del silencio y de la fe.
Así, veremos cómo esta Navidad será un acto de tristeza, de depresión, de añoranza, pero también un acto de creer en la firmeza impregnada de principios y valores, de exigencia, de congruencia y de un volver la vista a valores enfocados en el bien social, la equidad y la justicia. Sin lugar a dudas que todos quisiéramos que ocurriera el fin de esta pandemia, que nuevamente pudiéramos restarle preocupación y la convirtiéramos en la unidad, la esperanza y la fe maravillosa que nos brinda la oportunidad de ser mejores.
La Navidad nos coloca ante el dilema egoísta de sufrir nuestras penas muy personales y el paladear estoicamente el sabor de la reconciliación amorosa con el hermano distanciado, con el amigo confrontado y con la vivencia del destino desafortunado. Vivir la Navidad implica concederle a la vida la posibilidad de acercarnos a la felicidad, de vivir la inmensa generosidad de Dios expresada en la salud y la salvaguarda de la integridad, en esta oportunidad de estar vivos.
Finalmente esta Navidad nos brinda el encuentro con el espíritu de paz y amor, de fe y esperanza en un mundo mejor, de la creencia de que esta pandemia ya cerrará su ciclo de fatalidad entre enero y febrero del nuevo año, abriendo paso a una nueva era luego del azote de Dios.
La Navidad es la rúbrica de la esencia de Dios en la vida de la humanidad.