No es lo mismo ver los toros desde la barrera
La protesta legítima de los olvidados por el régimen queda enterrada bajo alegatos violentos, vallas protectoras en Palacio Nacional, oídos sordos y acusaciones de que los medios alimentan a esos violentos. Violentos que en el pasado sirvieron de cantera para que el Movimiento de Regeneración Nacional ganara fuerza y llegara a conquistar el favor popular. Y, claro que desde el salón Tesorería que se ha convertido en la sede de las conferencias mañaneras del presidente López Obrador no se ven las cosas de la misma forma en las que se veían cuando él era el eterno aspirante al puesto que hoy ocupa.
Antes, los olvidados eran tierra fértil para sembrar esperanza. Y, de pasada, también transmitir algo de rencor. Cuando estaban fuera de los círculos del poder, sus palabras eran duras. Ahora los que aventaron la piedra, esconden la mano. Insisto, no es lo mismo ver al diablo que verlo venir. Si antes tirar vallas, tomar la calle, protestar y levantar la voz era legítimo, ahora ya no lo es en el México de 2023; se trata sólo de gritos injustos contra una transformación verdadera. Eso dicen.
Desde el pulpito, quienes sostienen el bastón de mando, ven a los mexicanitos de a pie que están hasta las mismísimas orejas hundidos en problemas de inseguridad y dicen que se ha forjado un país más seguro. Los que prometieron que el sistema de salud mejoraría, no cumplieron y basta darse una vuelta a cualquier clínica familiar o a hospitales insignia para darse cuenta de que todo está prendido de alfileres; nos hablaron de prosperidad y al mirar a Pemex nos damos cuenta de la fragilidad que existe en las variables económicas en que nos dejan al país. La gobernabilidad rechina y vemos la impericia que se extiende como tinta china en un mantel tan blanco.
Es verdad que muchos de los problemas que abaten a México hoy, ya estaban presentes desde antes. Cierto, sin embargo, si antes se le estaba dando medicamento amargo al país enfermo, ahora se le dan remedios caseros para contrarrestar males endémicos. Los hoyos que se han hecho al país en estos años de 4T empiezan a hacer agua. Y, la gente cae en la cuenta de que aquello fueron mucho ruido y entregaron pocas nueces.
Pero, el pueblo bueno aguanta. Los matraqueros están ahí para hacer ruido y adormecer las conciencias. Y, desde el salón Tesorería se ha decidido, en función de su leal saber y entender, que salir a las calles a decir que ya está bien, que necesitan ayuda, que ya no se puede más, es no tener vergüenza y es empeñar las maravillosas intenciones de la actual administración. La gente se empieza a dar cuenta de que entre la promesa y lo que hay, existe un vacío que se asemeja a la falta de compromiso.
Y, mientras el país se desmorona, la oposición en vez de ponerse a trabajar en construir una verdadera alternativa que convenza a los electores, están distraídos en sus broncas internas por el reparto de candidaturas. Oímos gritos de propios y extraños que aclaman antes de tiempo ¡Presidenta!, ¡Presidenta! Mientras que los clamores legítimos de ayuda en las urgencias se dejan de escuchar. ¿Para qué quieren el poder si desde antes ya están olvidando a quienes las necesitan?
A unos días de que arranquen las precampañas presidenciales, me gustaría ver a mujeres que frente al llamado que los mexicanos hacen desde sus emergencias, no bajan la guardia, ni pierden el entusiasmo en ningún momento, ni se suben en un ladrillo para marearse con el poder.
Se trata de atender a las personas, se trata de trabajar por México. Y, claro que a pie de calle, cuando los actores políticos salen a buscar el voto, luchan por convencer y usan sus mejores palabras para prometer. Habrían de tener cuidado con esas palabras, porque pueden ser herramienta fina y arma mortal.
No se trata de hablar por hablar, se trata de México, se trata de los jóvenes, se trata del futuro y de forjar un mejor porvenir. Y, lo que hemos visto con tristeza es que esas palabras que se escuchan tan esperanzadoras, se las lleva al viento cuando ya consiguieron lo que anhelaban. Evidentemente, no es lo mismo ver los toros desde la barrera.