Domingo, 16 Marzo, 2025

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No, no todas llegamos

Opinión

Cecilia Durán Mena

En los pasillos de la universidad en la que doy clases hay líneas de tiempo en las que aparecen mujeres mexicanas que han sido relevantes en la creación del México en el que hoy vivimos. Cada línea de tiempo inicia con un personaje distinto e incluyen a diversas personas. Algunas empiezan con Sor Juana, otras con La Malinche, unas incluyen a luchadoras destacadas como Carmen Serdán o Filomena del Valle, a científicas como Helia Bravo o María Agustina Batalla, a mujeres de letras como Rosario Castellanos o Inés Arredondo otras tomaban en cuenta a Norma Piña y en todos los casos, la línea de tiempo terminaba con la que sí llego: Claudia Sheinbaum.

En los mismos pasillos de la universidad vi con gran alegría a jovencitas que se apresuraban a tomar clases de cálculo o filosofía o mecatrónica o gastronomía. También vi a profesoras que como yo nos paramos frente al salón de clases para ser escuchadas y de las que se quiere aprender. Ya se sabe que, hace unos pocos años, eso hubiera sido impensable. Nosotras, —las de las líneas de tiempo y las que vi en el recinto universitario— al igual que la presidenta, somos mujeres que hemos gozado del privilegio de ocupar un lugar en las aulas. Y, aún con esas prerrogativas, nosotras tampoco llegamos.

En primer lugar, no llegó Xóchitl a quien le hubiera encantado llegar, como no llegaron todas las mujeres que salieron a marchar cuando Claudia fue Jefa de Gobierno y fueron recibidas por el Cuerpo de Granaderos de la Ciudad de México, tampoco las Madres Buscadoras, las niñas con cáncer, las jóvenes indígenas, las mujeres analfabetas ni tantas otras que viven en los rincones de nuestro país y que ni siquiera conocen su nombre. Ellas tampoco llegaron.

Hemos avanzado, qué duda cabe. Basta dirigir la mirada rumbo a Palacio Nacional para darnos cuenta de quién ocupa la silla presidencial. Hay presencia de mujeres que acompañan a la presidenta y que forman parte del gabinete que ella eligió. Hay un trabajo de inclusión que no puede dejar de verse. Hay techos de cristal que se han roto, no hay forma de no reconocerlo. Aunque es cierto, también lo es que no todas llegamos. Hay rezagos históricos, brechas de género, condiciones de pobreza, violencia y muerte que siguen agobiando.

A pesar de que el porcentaje de mujeres en la alta dirección va al alza y está creciendo a buen ritmo, falta empuje y velocidad.  El treinta y dos por ciento de posiciones directivas son ocupadas por mujeres, en el total sigue siendo bajo. Es verdad que no todo es el entorno machista y que nosotras también contribuimos. Entre el síndrome del impostor que ataca a unas sí y a otras también, y la falta de sororidad, seguimos en el rezago.

Hay quienes le han querido tapar el ojo al macho y optan por ser las reinas de una monarquía corporativa y no impulsar a más mujeres. Si la directora general es mujer ya cumplimos y se nota que se rompió el techo de cristal, aunque las demás posiciones estén ocupadas por hombres o a las mujeres ya no se les dé oportunidad en otras posiciones directivas. Lo cierto es que el número de mujeres en puestos de primer nivel tiene un avance lento.

No, no llegamos todas. Menos las que están muertas, las que se toparon con el final de sus días a manos de un feminicida, las que son golpeadas, las que reciben violencia física, psicológica o financiera; las que han sido y son abusadas. Pero, llegó una que debe ocuparse de generar mayores oportunidades para otras mujeres. El trabajo germinal que permita a otras mujeres florecer, ayudarnos impulsando a mujeres toma mayor fuerza, en donde, en conjunto, sociedad y autoridades por primera vez unamos fuerzas no sólo para reconocer a mujeres, sino diseñar iniciativas para que crezcan profesionalmente que las ayuden a emprender.

Claro que para ello se necesita un México unido y hoy el país está fracturado. Así se lo dejaron a la presidenta y si quisiera que llegáramos todas, ya debiera dejar el discurso de las diatribas, las divisiones, las separaciones. Las palabras importan no se llega a la unidad hablando de adversarias, así es ella la que empieza a excluir a las que no piensan como ella. No son pocas las mujeres que no comparten sus perspectivas. En esa contradicción, Claudia Sheinbaum no puede sostener que llegamos todas.

Es cierto, con una que llegue basta: si y sólo si ella nos incluye. La tarea es ardua. Pero, no queremos que las palabras se pronuncien porque son bonitas sino porque son buenas. Para ello, hay que respaldarlas con hechos, si no, todo se lo llevará el viento y será ella sola.

                 

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