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Parentalidad

Opinión

Guadencio Rodríguez Juárez -Parentalidad

Consumo versus consumismo

En una de esas ricas charlas de café, platicaba con una colega sobre el furor ante las compras alrededor del fin de año. Gente adquiriendo productos a una escala que incluso rebasa su poder adquisitivo, generando deuda que tendrá que ser saldada durante el año por comenzar.

¿Por qué esa tendencia? ¿Se requiere todo lo que se compra? ¿Para qué las compras desenfrenadas? ¿A quién le sirven realmente? ¿Por qué la tendencia a comprar todo lo que se pueda en lugar de ejercitar la voluntad y la creatividad para vivir con lo que se tiene?

En los últimos años, el periodo de compras se ha extendido. Comienza en noviembre con el Buen Fin como una estrategia para reactivar la economía. Descuentos, créditos, rebajas, meses sin intereses, recursos para que las adquisiciones sean más accesibles.

Los seres humanos tenemos necesidades y deseos. Las primeras son básicas, fundamentales, inaplazables, necesitamos comer, vestir, etcétera. Los segundos no son de vida o muerte, responden a la capacidad humana para hacer más rica y agradable la vida.

Los deseos empujan al crecimiento, a la búsqueda de experiencias, a la construcción de situaciones y momentos de placer. Es aquí donde la mercadotecnia tiene su área de oportunidad para expandir el consumo, haciendo de las necesidades deseos y disfrazando deseos de necesidades.

¿Necesitamos cosas? Sí. ¿Es válido tener deseos? Sin lugar a dudas; no se trata de negar las primeras ni de privarnos de los segundos, sino de vivirlos con consciencia.

Se cuenta el caso de un cínico griego que decía tener sólo un cuenco como propiedad en el mundo, y, al llegar a un río a beber agua con su cuenco, se disgustó sobremanera al ver a un niño que bebía agua con la mano. El cínico, indignado, tiró su cuenco y se dijo que era absurdo que se hubiera creado una necesidad innecesaria.

Al respecto, el filósofo Fernando Savater señala que la ética no está inspirada en el carácter renunciativo, en la posición del cínico que no necesita nada y a quien por lo tanto le sobra casi toda la sociedad.

La ética se orienta, explica el filósofo, más hacia la introducción de un principio de organización racional de los deseos, de tal manera que se les eduque para que no se incentiven por el afán de la novedad y que se guíen de manera creativa, no hacia la adquisición de cosas sino hacia el desarrollo de sus propias capacidades.

Sí, resulta fundamental educar a los hijos e hijas bajo el principio de la organización racional de los deseos.

Los seres humanos nacimos regidos por el principio del placer. Nuestra tendencia es no sólo a evitar el dolor, sino a encontrar el bienestar, la felicidad, la cual debe ser buscada dentro de sí, a través de la actividad o iniciativa creadora propia.

El mercado y la mercadotecnia han encontrado una veta muy rica en la búsqueda de la felicidad, ofreciendo todo tipo de productos y experiencias que detonan la ilusión de felicidad, la cual comienza desde el momento en que la persona hace contacto a través de la publicidad y hasta que lo consume, pasando por el proceso de selección y compra, “felicidad” que se agota en ese acto. Consumo que consume al deseo creado. Y justo en ese momento comienza la gestación de un nuevo deseo que buscará ser saciado a través del nuevo consumo.

Debemos tener muy en cuenta que la fuente de felicidad está en otra parte, y debemos enseñárselo pronto a los niños y niñas. De lo contrario, el riesgo de caer en dinámicas no de consumo sino consumistas, será muy alto, pues desde hace algún tiempo la mercadotecnia ha detectado que la manera de llegar al bolsillo de los padres y madres es a través de los respectivos hijos o hijas. Los cuales pasan muchas horas solos ante las pantallas, a través de las cuales se les crean deseos no siempre benéficos.

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