¿Qué te pasó?
Nuestra historia de vida nos esculpe. Somos la suma de nuestras experiencias. Llegamos al presente con un pasado a cuestas. Miramos la vida con lo que proyectamos en ella, y dicha manera de verla está en función de la forma en que nos vieron a nosotros sobre todo nuestras principales figuras de cuidado en los primeros años de nuestra vida.
Traemos un costal de experiencias –buenas y malas, alegres y traumáticas– que nos facilitan u obstaculizan el enfrentamiento del estrés que se han de presentar por el sólo hecho de estar vivos.
Con cierta frecuencia olvidamos lo anterior. Entonces se activa una actitud de juicio ante quien padece las consecuencias de un pasado traumático que ahora se traduce en síntomas o malestares. “Pero ¿qué te pasa?”, solemos decir. Olvidando que las conductas inadecuadas o desorganizadas de las personas, sin importar su edad, obedecen a una incapacidad de regulación emocional que muchas veces tiene que ver con traumas derivados del pasado.
Desde hace más de treinta años, los estudios en trauma nos invitan a cambiar la pregunta: ¿Qué te pasa? por: ¿Qué te pasó?, pues esta última “denota un cambio de perspectiva que reconoce el poder del pasado para moldear nuestro funcionamiento actual”, nos dice el doctor Bruce D. Perry. Un cambio de perspectiva que resulta urgente en nuestras sociedades donde las personas sufren las consecuencias de vidas traumáticas y necesitan con urgencia la comprensión de quienes les rodean, pero muchas que veces lo que encuentren es juicio, crítica o exclusión.
Por ejemplo, en la escuela hay niños movidos, desatentos, impulsivos, que pueden cometer pequeños robos, ante quienes, en el mejor de los casos, las personas adultas a su alrededor suelen preguntarse: “¿Qué le pasa?”, pregunta cuyo alcance no va más allá de la descripción de los hechos y cuyas respuestas atribuyen las causas del comportamiento a la voluntad del niño, culpabilizándolo, de algo que él mismo no puede controlar. Entonces las medidas agravan el cuadro: regaños, amonestaciones, expulsiones, etcétera, pues lo único que provocan es más irritabilidad, desregulación emocional, resentimiento…
Pero no sólo pasa esto con los niños y niñas. Ocurre con las personas de cualquier edad. Pensemos en aquel amigo que suele descontrolarse con cierta facilidad en medio de la fiesta después de haber tomado algunas cubas. También a él se le va excluyendo poco a poco del grupo bajo el argumento de que lo suyo es generar problemas sin otro fin más que el de molestar. La paciencia se nos acaba pronto. Si nos planteáramos la pregunta ¿Qué le pasó?, nuestra la empatía podría aumentar y tal vez el grupo podría ser un espacio de mayor contención.
La frase ¿Qué te pasó? Es muy potente. Y seguramente se irá popularizando cada vez más. Sobre todo, ahora que el psiquiatra infantil y neurocientífico Bruce D. Perry y la líder mundial en el ámbito de la comunicación Oprah Winfrey han lanzado el libro que lleva como título la mencionada frase, la cual surgió en el pionero grupo de trabajo de la doctora Sandra Bloom, desarrolladora del modelo Sanctuary. En palabras de la doctora Bloom:
“Corría el año de 1991 y estábamos [el equipo de tratamiento de Sanctuary] en una reunión de equipo de la unidad de pacientes hospitalizados, tratando de describir el cambio que habíamos vivido en nuestra forma de reconocer y responder al problema del trauma, especialmente en lo que ha venido a conocerse como adversidad infantil –como factor causal de los problemas de la mayoría de las personas a quienes estábamos tratando– y Joe Foderato, trabajador social colegiado, siempre bueno para las observaciones concisas, dijo: “es que hemos cambiado nuestra pregunta fundamental de ¿Qué te pasa? a ¿Qué te pasó?”.
Perry y Winfrey están convencidos de que plantear la pregunta fundamental ¿Qué te pasó? puede ayudarnos a todos a saber un poco más sobre cómo las experiencias –buenas y malas– nos convierten en lo que somos.
No olvidemos que todas las personas, sin importar su edad, están haciendo lo mejor que pueden. Y lo hacen con una mochila que carga experiencias felices y adversas, algunas traumáticas. De ahí la importancia de preguntar: ¿Qué te pasó? Para comprender lo que te está pasando ahora.
Gaudencio Rodríguez Juárez
Psicólogo / [email protected]