Querétaro: la capital del noreste…
Los terribles sucesos en el Estadio Corregidora están más cerca de nuestro estado de lo que las fronteras formales dirían. Una cosa es el mapa imaginario que nos construimos a partir de las fronteras que ya nos encontramos cuando nacimos, y otra muy distinta los flujos de las realidades vitales.
Aunque ya pasaron casi doscientos años de que se decretó la existencia de nuestra entidad federativa, a esta fecha todo el noreste de Guanajuato mantiene lazos más estrechos con la capital de Querétaro que con el bajío. Como ejemplo de que lo más sensible y profundo de la vida de las personas está ligado hacia allá, no es extraño que se asuma como algo natural que siete de los ocho municipios de esta región sean parte de aquella Diócesis, y es que la Iglesia Católica ha sabido delimitar sus territorios a partir de las identidades hondas, mientras que las élites civiles trazaron las jurisdicciones en mesas donde pactaron los desenlaces de sus guerras y pugnas.
Hay una historia larga de migración. Incluso, desde antes que se establecieran tantas empresas, ese rumbo ya era una opción principal para quien buscaba empleo. Hasta las rutas de pasajeros así lo revelan: de aquella central camionera parten corridas hacia lo más alejado de la Sierra Gorda guanajuatense. Muchos de los trágicos y sonados accidentes de ‘Autobuses Flecha Verde’, algunos con decenas de heridos y muertos, han sido en ese tránsito cotidiano de los habitantes del noreste hacia Querétaro.
Es tal la cercanía, que el actual San José Iturbide ya tiene una dinámica como si estuviera en la parte conurbada de aquella capital. Hace todavía unos años, en el viaje entre esos dos puntos se podían apreciar largos tramos de paisajes apacibles, pero hoy los parques industriales ya envolvieron todo en una misma dinámica.
Si se hiciera una encuesta entre los habitantes respecto a qué capital estatal sienten más afín en cuanto a religiosidad, economía, redes de parentesco, opciones recreativas, consultas médicas especializadas, los datos revelarían que si la identidad se definiera por cómo se configura la vida cotidiana, la abrumadora mayoría de la población serrana y de los municipios aledaños sería más queretana que guanajuatense.
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Podredumbre bajo la alfombra…
A sí como en Guanajuato el huachicol destapó la podredumbre que se ocultaba para no afectar la imagen de lo que el delirante foxismo llamó ‘Tierra de Oportunidades’, y que igualmente con otros slogans, pero con el mismo truco, se pretendió disfrazar en los sexenios de Juan Manuel Oliva y Miguel Márquez hasta que el propio peso de la mugre desbordó las alcantarillas y nos mostró el lugar en el que realmente estamos parados; en el Querétaro de los últimos tiempos, recurriendo al control férreo con ciertos rasgos de clasismo radical, así como mediante inversiones millonarias en infraestructura y una eficaz publicidad, los gobiernos consiguieron construir un referente imaginario de ciudad pujante y estable en la que sus extremos parecían haber encontrado una fórmula de coexistencia; sin embargo, esa falsa apariencia se desplomó mundialmente en el minuto 62 del partido de futbol entre Gallos Blancos y Atlas.
Las escenas indignan, duelen, estremecen, pero no deberían sorprendernos como si se tratará de una realidad aislada y novedosa, y es que esos sucesos están en el mismo tenor de la facilidad y descaro con que se hacen ejecuciones a plena luz del día en un céntrico bulevar de San Luis de la Paz, del camino abierto que tiene la delincuencia en Santa Catarina, de la libertad que tienen los sicarios en San José Iturbide para tirar muertos en rancherías aledañas a la ciudad; tampoco se distinguen de la soberbia del funcionario de Tierra Blanca indignado porque detienen a su familiar alcoholizado, o de los desplantes de quienes en la cabecera de Xichú -sin que nadie lo impida- crecida la noche frecuentemente realizan detonaciones de armas a sólo unos metros de la comandancia de policía y junto a viviendas donde hay ancianos enfermos, niños, sacerdotes descansando. A todo esto y a lo que pasó en el Estadio Corregidora los conecta el mismo vacío de autoridad, un idéntico abismo de deterioro familiar y comunitario, y la misma lógica de impunidad.
Por cierto, debe precisarse que para los habitantes de la región, Querétaro también tiene significados diferenciados. Hay cientos de familias oriundas de los municipios del noreste asentadas en colonias populares, igualmente hay una gran población flotante que se emplea en la construcción, en comercios, como trabajadoras domésticas, y algunos se trasladan allá para estudiar carreras universitarias.
Pero hay un pequeño círculo cuya cercanía con esa capital tiene otras motivaciones: es el de algunos políticos y funcionarios que han acumulado dinero al amparo de las alcaldías o diputaciones, y que han elegido esa ciudad para gastarlo, invertirlo o tener bienes.
La diferencia entre unos y otros, es que los primeros transitan entre las muchedumbres de las populosas colonias Santa Bárbara, Reforma Agraria, Satélite; pero a varios de los que han hecho fortuna en su paso por el poder, es más posible encontrarlos en Juriquilla, El Campanario o en cotos residenciales privados con pretensiones ‘nice’.
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