Reflexión ciudadana
La historia, maestra de la vida…reclama
Es indudable que la historia ha sido considerada, por gran parte de la humanidad, maestra de la vida, pero reconocerle ese rango obliga a la sociedad a redoblar esfuerzos para que los hechos sean apreciados por la aplicación del método dialéctico y evitar la postura maniquea, que frecuentemente es producto de prejuicios; sin que por otra parte se impida tomar como verdadera una de las opciones contradictorias.
La historia como método es formidable, especialmente cuando la actividad inquisitiva pretende acceder a la verdad. Empero, no se deberá evitar el análisis justo de la acción de los opuestos, especialmente cuando el fenómeno se analiza desde el punto de partida de la síntesis.
En la historia patria, se aprecian posturas antitéticas sobre acontecimientos pasados y remotos. Probablemente uno de ellos sea ignorar deliberadamente al mestizaje como una síntesis del nuestro proceso histórico. La emoción nos lleva a sentirnos más cerca de la parte que resulta mayormente dañada en el proceso. De ahí la importancia emocional de la madre en nuestro desarrollo histórico.
El 27 de septiembre de 1821 ocurrió un evento histórico jurídico, que dio como resultado el surgimiento de nuestro país, como entidad soberana entre las naciones del mundo. Empero, aún la sociedad mexicana en su conjunto, tiene puntos de vista divergentes sobre el mérito de quienes lo concretaron. El 2 de octubre de 1968 se conmemora el sacrificio de jóvenes en la Plaza de las Tres Culturas, en el que se condena a uno de los actores y se recuerda con emoción al otro; pero cada vez es más débil en la memoria colectiva, la hazaña de haber realizado ese mismo año y por los mismos días, la Olimpiada de 1968, que en muchos aspectos resultó una fiesta para el pueblo que demostró al mundo la fraternidad, llevada a lo sublime.
También solemos pasar por alto, el número de sangrientas dictaduras que asolaron a la América Latina y la estrujante dictadura que padeció el pueblo chileno, apenas tres años después del magno evento deportivo mundial celebrado en nuestro país y de la solidaridad de los gobiernos mexicanos, con los perseguidos por las dictaduras que por las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado victimaron a sus pueblos.
No debemos olvidar 1821 y dar cabal interpretación al hecho entonces ocurrido; lo mismo en 1968 y en 1971, para que el pasado nos vincule más sólidamente como país e interpretando dialécticamente la vida de la nación, podamos edificar, sobre la experiencia histórica, el porvenir.