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Reinventar la crianza

Opinión

Guadencio Rodríguez Juárez -Parentalidad

Vivimos un momento cultural en la historia de la crianza. Los métodos y las prácticas de nuestros padres, madres o personas que nos formaron están siendo cuestionadas y evaluadas. Resultado de ello algunas no se recomiendan más, mientras que otras de plano han quedado prohibidas por la ley; por ejemplo, el castigo corporal y humillante, el cual desde enero de 2021 quedó prohibido en México, en la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (LGDNNA) y en el Código Civil Federal. Y para que no quede duda a qué se refieren esos conceptos, la reforma los definió con suficiente detalle.

Para tal fin se adicionó la fracción VIII al artículo 47 de la LGDNNA donde hoy podemos leer que castigo corporal y físico es todo aquel acto cometido en contra de niñas, niños y adolescentes en el que se utilice la fuerza física, incluyendo golpes con la mano o algún objeto, empujones, pellizcos, mordidas, tirones de cabello o de las orejas, obligar a sostener posturas incómodas, quemaduras, ingesta de alimentos hirviendo u otros productos o cualquier otro ato que tenga como objeto causar dolor o malestar, aunque sea leve.

Mientras que el castigo humillante es cualquier trato ofensivo, denigrante, desvalorizador, estigmatizante, ridiculizador y de menosprecio, y cualquier acto que tenga como objetivo provocar dolor, amenaza, molestia o humillación cometido en contra de niñas, niños y adolescentes.

Pocas personas adultas contemporáneas nos salvamos de este tipo de medidas disciplinarias durante nuestra infancia. Haberlas experimentado fue un factor de riesgo para su naturalización, es decir, para considerarlas una medida educativa válida aún hoy. De ahí la importancia de una ley que transmite el mensaje acerca de los límites del ejercicio parental y marental.

Existen algunas técnicas que no incluyen castigo corporal y que probablemente no alcancen a tipificarse como castigo humillante (depende mucho de la actitud que se despliegue), por lo tanto, podrían no ser consideradas ilegales. No obstante, el avance del conocimiento, sugieren no hacer de ellas una práctica común. Pongo un par de ejemplos.

El primero es el “tiempo fuera”, el cual, en términos generales, consiste en que cuando la niña o niño tiene un comportamiento inadecuado se le ha de llevar a un lugar poco estimulante o aburrido (no atemorizante, como podría ser un cuarto oscuro), esto a manera de mensaje o recordatorio de que a la próxima debe portarse bien (¿qué es portarse bien?).

El segundo a mencionar es la retirada de privilegios, eufemismo que en los hechos se traduce en retirarle o privarle de lo que le gusta o es importante para sí: “Te portaste muy mal, por eso queda suspendida tu consola”, “Si no haces lo que te digo no saldrás a jugar con tus amigos”, lo cual no deja de ser vivido como castigo desde la subjetividad de la niña o niño.

¿Por qué no se recomienda dichos métodos? En pocas palabras, porque no favorecen el aprendizaje o generación de algo que sea realmente útil para la vida: una habilidad, un principio, un valor, una actitud. Sólo inhiben el comportamiento por un momento, gracias a la imposición de la voluntad del adulto, pero no educan.

El “tiempo fuera” le saca a la niña o niño de donde se supone se está comportando negativamente con el fin de que interrumpa las conductas negativas, pero no le enseña qué debe hacer y cómo hacerlo. Siento pequeño ni siquiera podrá aprovechar el lugar donde se le ha enviado para que aprenda la lección o reflexione sobre lo ocurrido porque aún no se cuenta con la capacidad cognitiva para hilar causa-efecto. Es decir, el “tiempo fuera” obliga al niño o a la niña a organizar sus emociones, sentimientos y conductas a solas cuando muchas veces es algo que ellos no pueden hacer, de ahí su comportamiento inadecuado.

Es importante no perder de vista que hoy sabemos que todo método que no genere sensaciones de seguridad y confianza, sino enojo, miedo, estrés, frustración, etcétera, activan el cerebro emocional o límbico (el que detona conductas impulsivas, reactivas o de inhibición que permiten salir delante de la situación desagradable) y apagan el cerebro cortical o reflexivo y analítico (el que genera aprendizajes).

Recuerda, el conocimiento que hoy tenemos acerca de la mente y el cerebro nos indica que la condición para que haya aprendizajes significativos es la seguridad, la calma, no el estrés ni el miedo. Aquello de que “la letra con sangre entra” no tiene ningún sustento científico, sino sólo tradición y costumbre transgeneracional. Necesitamos reinventar la crianza.

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