Domingo, 26 Enero, 2025

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Revolución masculina

Opinión

Guadencio Rodríguez Juárez -Parentalidad

Existen muchas actitudes, conductas y decisiones masculinas que las mujeres padecen; micromachismos, machismos y macromachismos que obstaculizan el desarrollo, bienestar y salud mental no sólo de esa mitad de la población, sino también la de los propios hombres.

Violencia contra las mujeres, abuso de poder, desigualdad y discriminación, goce de privilegios, explotación de las capacidades de cuidado de las mujeres, consumo de pornografía y sexo, son algunas caras de la masculinidad tóxica que perjudica a las mujeres y que empobrece la personalidad de los hombres que la ejercen.

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Los altos índices de feminicidio, acoso sexual y laboral que padecen las mujeres, así como los altos índices de autodestrucción mostrada por los hombres (suicidio, adicciones, accidentes automovilísticos, infartos, etcétera) exigen una vuelta de tuerca en la construcción de las identidades masculinas.

Las mujeres llevan muchos años trabajando por salir de la opresión, de la desigualdad, de la inseguridad, de la violación a sus derechos. No obstante, los hombres no han conformado una masa crítica para tal fin; no han trabajado para erradicar la violencia –la propia y la de sus congéneres–, para renunciar a privilegios en aras de la igualdad entre sexos, para hacer del respeto una forma de vida; acaso algunos han asumido la tarea de repensarse y deconstruirse, respondiendo a la invitación del movimiento de mujeres.

Urge un cambio en las identidades masculinas, uno que permita ascender en la escalera de civilidad, de humanización, de moralidad, de responsabilidad. Octavio Salazar, catedrático de derecho en la Universidad de Córdoba, nos ofrece, en su ensayo “El hombre que deberíamos ser”, un decálogo para un proyecto de nueva subjetividad masculina –que toma como base los aportes del feminismo–, con el que pretende al menos apuntar un itinerario a seguir, una mínima guía con la que seamos capaces de reconstruirnos y de construir una sociedad donde todas y todos podamos disfrutar de un mayor grado de bienestar y, por qué no, de felicidad:

1. Los hombres no deberíamos seguir gozando de manera acrítica de nuestros privilegios. Deberíamos transformar las estructuras de poder que mantienen a las mujeres en una posición subordinada.

2. Los hombres no deberíamos estar ausentes en lo privado; deberíamos ser agentes corresponsables en el ámbito doméstico y familiar.

3. Los hombres no deberíamos creernos seres omnipotentes; deberíamos ser cuidadores y asumir la necesidad de los otros y las otras para sobrevivir.

4. Los hombres no deberíamos huir de lo femenino; deberíamos asumir y valorar la ternura y nuestra vulnerabilidad.

5. Los hombres no deberíamos monopolizar el poder, el prestigio y la autoridad; deberíamos ejercerlo de manera paritaria con la otra mitad de la ciudadanía.

6. Los hombres no deberíamos reproducir los métodos y las palabras patriarcales; deberíamos transformar las maneras de entender y gestionar lo público.

7. Los hombres no deberíamos ser el centro y la única referencia de la cultura, la ciencia y el pensamiento; deberíamos compartir paritariamente con las mujeres los saberes y la construcción de los imaginarios colectivos.

8. Los hombres no deberíamos ser cómplices de las violencias machistas ni de instituciones patriarcales como la prostitución; deberíamos ser radicalmente militantes contra la desigualdad, la violencia y la explotación de las mujeres.

9. Los hombres no deberíamos ser héroes románticos ni depredadores sexuales; deberíamos educarnos para una afectividad y una sexualidad basada en el reconocimiento de nuestra pareja como un ser equivalente y, por lo tanto, en la reciprocidad.

10. Los hombres no deberíamos seguir legitimando y prorrogando el orden patriarcal y el machismo como ideología que lo sustenta.

Queda la invitación a hacer realidad la revolución masculina que, en palabras de Salazar, tantas mujeres llevan siglos esperando; y que a unas y otros nos haría tanto bien –agrego yo–. ¿Nos sumamos?

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